norte.

El agujero debia tener un metro de ancho y se inclinaba hacia arriba penetrando en la masa del monticulo. Edward no lo habia visto porque se hallaba en un lugar en sombras, protegido bajo un saliente iluminado por los calidos rayos del sol.

—No es un conducto de lava —dijo Minelli—. Observa lo liso que es. Ningun derrumbamiento, nada de estrias.

—Una mala geologia —comento Edward. Si el monticulo es falso, entonces este es el primer error.

—?Hum?

—No es natural. Parece como si algun prospector hubiera llegado aqui antes que nosotros.

—?Para que cavar un agujero en un cono de escoria?

—Quiza sea una cueva india —ofrecio simplemente Edward. El agujero le inquietaba.

—?Indios provistos de perforadoras con punta de diamante? No es probable —dijo Minelli, con un debil tono de burla. Edward ignoro su tono y se subio a un penasco de lava para observar mejor la oscuridad. Saco una linterna de su cinturon y la encendio para arrojar un rayo de luz a las profundidades. Unas paredes de lava completamente lisas absorbieron la luz mas alla de los ocho o diez metros; hasta aquel punto, el tunel era completamente recto y sin rasgos distintivos, inclinado hacia arriba en un angulo de unos treinta grados.

—?No hueles algo? —pregunto Minelli.

Edward olisqueo.

—Si. ?Que es?

—No estoy seguro…

El olor era debil y suave y dulce, ligeramente acre. No animaba a proseguir la investigacion.

—Parece como el olor caracteristico de un laboratorio —dijo Minelli.

—Eso es —admitio Edward—. Yodo. Yodo cristalizado.

—Correcto.

La frente de Minelli se fruncio en un burlon gesto especulativo.

—Ya lo tengo —dijo—. Es una roca drogata. Un cono sometido a drogadiccion.

Edward lo ignoro de nuevo. Minelli era celebre por un sentido del humor tan extrano que de su boca raras veces salia algo divertido.

—Y eso es la marca de la aguja —explico Minelli con voz apagada, dandose cuenta de su fracaso—. ?Todavia sigues pensando que no es un error del mapa?

—Si encontraras una calle en la ciudad de Nueva York que no esta en ningun plano, ?no lo encontrarias sospechoso?

—Llamaria a los que hicieron los planos.

—Si, bueno, pero este lugar esta tan frecuentado como la ciudad de Nueva York, en lo que a geologos se refiere.

—De acuerdo —concedio Minelli—. Asi que es nuevo. Simplemente, broto de la nada.

—Eso suena mas bien estupido, ?no crees? —dijo Edward.

—Fue idea tuya, no mia.

Edward se aparto del agujero y reprimio un estremecimiento. Algo que no deberia estar aqui, y que no desaparece tampoco.

—?Que esta haciendo Reslaw? —pregunto Minelli—. Vayamos a buscarle.

—Fue por ahi —indico Edward, senalando al norte—. Todavia podemos alcanzarle.

Oyeron a Reslaw llamarles.

No habia ido muy lejos. Lo hallaron en el punto mas septentrional de la base del monticulo, acuclillado sobre un penasco de lava con forma de escarabajo.

—Decidme que no estoy viendo lo que estoy viendo —indico, senalando la sombra debajo de la roca. Minelli hizo una mueca y se apresuro delante de Edward.

En la arena, a dos metros del penasco, habia tendido algo que a la primera mirada parecia un animal volador prehistorico, un ptera-nodon quiza, las alas dobladas, inclinado sobre un lado.

No era mineral, decidio inmediatamente Edward; y ciertamente no se parecia a ningun animal que el hubiera visto nunca. Podia tratarse de una planta distorsionada, una variedad peculiar de cactus u otra planta suculenta; al menos, esa parecia la explicacion mas logica.

Minelli rodeo el descubrimiento, dandole cautelosamente un margen de varios metros. Fuera lo que fuese, tenia mas o menos el tamano de un hombre, era bilateralmente simetrico y estaba inmovil, y su color era gris verdoso, con toques de rosado pastel. Minelli detuvo su circulo y simplemente jadeo.

—No creo que este vivo —dijo Reslaw.

—?No lo has tocado? —pregunto Minelli.

—Infiernos, no.

Edward se arrodillo delante de la cosa. Habia una logica definida en ella; una especie de cabeza de algo mas de medio metro de largo y con una forma parecida a la mitra de un obispo o un obus de artilleria aplastado, apuntando hacia la arena; un nudoso par de omoplatos detras de la cresta como un abanico de la mitra; un tronco corto y delgado, y dos retorcidas piernas dobladas a continuacion. Recios pies o manos de seis dedos en los extremos de los miembros.

No es una planta.

—?Es un cadaver, quiza? —pregunto Minelli—. Llevando algo, como un perro, ya sabes, cubierto con alguna ropa…

—No —dijo Edward. No podia apartar los ojos de la cosa. Adelanto una mano para tocarla, luego reconsidero su gesto y la retiro lentamente.

Reslaw bajo del penasco.

—Me asusto tanto que trepe ahi —explico.

—Jesucristo —dijo Minelli—. ?Que hacemos?

Entonces el vertice de la mitra se alzo ligeramente de la arena, y tres velados ojos del color de un viejo jerez fino emergieron en ella. La impresion fue tan grande que ninguno de los tres hombres se movio. Finalmente Edward retrocedio un paso, casi reluctante. Los ojos de la cabeza-mitra le siguieron, luego volvieron a hundirse en la masa de la mitra, y la cabeza volvio a descansar sobre la arena. La cosa emitio un sonido, ahogado e indistinto.

—Creo que deberiamos irnos —dijo Reslaw.

—Es horrible —admitio Minelli.

Edward busco senales de huellas, cuerdas ocultas, indicios de algun truco. Ya estaba convencido de que no se trataba de ningun truco, pero era mejor asegurarse antes de lanzarse a hipotesis ridiculas.

Otro sonido ahogado.

—Esta diciendo algo —senalo Reslaw.

—O intentandolo —anadio Edward.

—En realidad no es feo, ?no creeis? —indico Minelli—. Incluso es atractivo.

Edward se agacho y se acerco de nuevo a la cosa, avanzando primero un paso, luego otro.

La cosa alzo la cabeza y dijo, muy claramente:

—Lo siento, pero hay malas noticias.

—?Que? —Edward dio un respingo y su voz se quebro.

—Dios de los cielos —exclamo Reslaw.

—Lo siento, pero hay malas noticias.

—?Se encuentra enfermo? —pregunto Edward.

—Hay malas noticias —repitio la cosa.

—?Podemos ayudarle?

—Noche. Traigan noche. —La voz poseia la cualidad susurrante de las hojas agitadas por el viento, no desagradable en si, pero estremecedora en su contexto. Una vaharada de olor a yodo hizo retroceder a Edward, con los labios fruncidos.

—Todavia no ha transcurrido la manana —dijo Edward—. No sera de noche hasta…

—Sombra —dijo Minelli, expresando en su rostro una intensa preocupacion—. Quiere estar a la

Вы читаете La fragua de Dios
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×