A nuestro alrededor, los hombres se lamentaban, maldecian, lloraban, golpeaban el suelo con los pies, agitaban los punos y ocultaban el rostro entre las manos. Otro estremecimiento de temor sacudio a la multitud cuando Fulvia aparecio en los escalones.

Tenia los brazos cruzados y la cabeza inclinada. Su cabellera larga y oscura caia sin ondulaciones y se fundia con la linea negra de su tunica. La gente alargaba las manos hacia ella en senal de consuelo, pero ella hacia caso omiso. Permanecio largo rato junto al cuerpo de su esposo sin apartar la mirada de el. Despues levanto la cara al cielo y dejo escapar un grito de angustia que me helo la sangre. Fue un grito de fiera salvaje hendiendo el aire de la fria noche; si aun quedaba alguien durmiendo en el Palatino, seguramente lo desperto. Fulvia se tiro de los pelos, elevo los brazos al cielo y se lanzo sobre el cuerpo de su esposo. Su sobrino y Sexto Cloelio hicieron un torpe intento de retenerla pero retrocedieron asombrados cuando Fulvia chillo y golpeo las andas con los punos. Acaricio el contorno de la cara con manos temblorosas y apreto su rostro contra el de su esposo cubriendo con un beso los frios labios.

A nuestro alrededor, la multitud bramaba como el agua de un torrente. Pense en lo que el tribuno Salustio habia dicho: nadie controla a la masa; sus decisiones las toma ella misma. Puede mutilar o matar a un hombre sin proponerselo, arrebatarle la vida aplastandolo o pisoteandolo. Agarre a Eco y con un gran esfuerzo conseguimos abrirnos paso y salir de alli. El gentio que habia en el patio a rebosar llenaba ahora las calles tan lejos como la vista podia alcanzar. A lo largo de toda la barriada, las casas se hallaban iluminadas como el dia, con guardias de aspecto preocupado apostados en las azoteas. Prosegui mi camino a toda velocidad abriendome paso por la fuerza mientras Eco y sus guardaespaldas luchaban por mantener el ritmo.

Por fin sobrepasamos los limites de la multitud. No aminore la marcha hasta que doblamos una esquina y nos encontramos en una calle oscura y vacia. Me detuve para recuperar el aliento; lo mismo hizo Eco. Le temblaban las manos. Me di cuenta de que yo tambien temblaba.

Como solo oia mi propia respiracion y las palpitaciones en mis sienes, no me di cuenta de que unas pisadas se aproximaban. Pero los guardaespaldas si lo notaron. Se pusieron tensos y nos rodearon. Unos hombres venian por la oscura calle, en direccion a la casa de Clodio. Cuando pasaban, su lider les indico que se detuvieran. Nos escruto a la debil luz de las estrellas. Las sombras le ocultaban el rostro, pero pude distinguir que tenia el pelo rizado, una prominente nariz y una fuerte complexion bajo la capa. Un momento despues se alejo de sus guardaespaldas y se acerco a nosotros.

– Venis de casa de Clodio?

– Si -dije.

– ?Es cierto lo que dicen?

– ?Que dicen?

– Que Clodio esta muerto.

– Es cierto.

El hombre suspiro. Era un suspiro suave y tranquilo, muy diferente de los lamentos enfurecidos que acababamos de dejar atras.

?Pobre Publio! Este ha sido su final, para bien o para mal. Se acabo. -Irguio la cabeza-. ?No te conozco?

– No se.

– Creo que si. Si, estoy seguro.

– Puedes ver en la oscuridad, ciudadano?

– Bastante bien. Ademas, nunca olvido una voz. -Murmuro para si y por fin gruno-. Eres el padre de Meton, ?verdad? Y este es el hermano de Meton, Eco.

– Si. -Trate de verle mejor. Podia imaginarme sus duras facciones (su marcada frente, la nariz aplastada de boxeador), pero seguia sin reconocerlo.

Nos conocimos el ano pasado -dijo-, nos vimos un instante, cuando viniste a Ravena a visitar a Meton. Yo tambien estoy a las ordenes de Cesar. -Se interrumpio un momento. Al no dar yo senales de recordarlo, se encogio de hombros-. Bueno, pues ?que esta ocurriendo a la vuelta de la esquina? Aquel resplandor en el cielo, ?no estara ardiendo alguna casa?

– No. Simplemente es un gran numero de antorchas.

– ?Se ha reunido mucha gente en la casa?

– Si. Han ido a ver el cadaver. Su esposa, Fulvia…

– ?Fulvia? -Pronuncio el nombre con extrana intensidad, como si tuviera un misterioso significado para el.

– Le esta llorando. Es probable que la oigas desde aqui.

Volvio a suspirar, un suspiro profundo y prolongado.

– Supongo que deberia verlo con mis propios ojos. Adios, Gordiano. Adios, Eco. -Se reunio con sus acompanantes y prosiguieron su camino con paso ligero.

– Adios -dije, incapaz aun de recordar su nombre. Me volvi a Eco.

– Como muy bien te ha dicho, papa, lo conocimos el ano pasado, en los campamentos de invierno de Cesar en Ravena. Algo modesta la forma en que dice «yo tambien estoy a las ordenes de Cesar». Segun Meton, es uno de los hombres clave del general. Apenas fuimos presentados. Yo mismo me habia olvidado de el. Me sorprende que se acuerde aun de nosotros. Pero claro, es un politico. Hace meses que ha regresado a Roma para obtener un cargo publico. Lo he visto en el Foro solicitando votos. Tu tambien debes de haberlo visto.

– ?Tu crees? ?Como se llama?

– Marco Antonio.

Capitulo 3

A la hora del desayuno, Bethesda y Diana exigieron que las pusieramos al corriente de todo. Trate de suavizar la descripcion del cadaver de Clodio para que no perdieran el apetito, pero insistieron en que les diera todos los espeluznantes detalles. Las disputas de los politicos les interesaban menos, pero escucharon atentamente mis apreciaciones sobre la famosa casa y sus muebles, y mostraron especial curiosidad por Clodia.

– ?Es posible que hayan pasado ya cuatro anos desde el juicio de Marco Celio? -pregunto Bethesda antes de soplar suavemente una cucharada de gachas calientes.

– Casi.

– Y pensar que no hemos visto a Clodia en todo este tiempo.

– En realidad, no me sorprende; no nos movemos en los mismos circulos elevados. Pero no creo que se la haya visto mucho por ahi. El juicio le quito algo. Me ha parecido una mujer cambiada. ?De verdad? Pues, segun cuentas, parece que hizo toda una escena al invitaros a entrar hasta el mismo corazon de la grandiosa mansion de su hermano, como si te hiciera un gran favor y te permitiera sentirte privilegiado y especial. Ella busca algo.

– De verdad, Bethesda, estaba muy turbada.

– ?Si?

– Ya te lo he dicho, apenas podia contener las lagrimas.

– Llorar es una cosa y estar turbada otra muy distinta.

– No se adonde quieres ir a parar.

– ?No? -Bethesda se reclino en su asiento-. Diana, ten cuidado con las gachas, no vaya a ser que te quemes la lengua.

Diana asintio con aire ausente y se trago una cucharada llena.

– ?A que te refieres, respecto a Clodia?

– Bueno, no tengo ninguna duda de que estaria muy trastornada por la muerte de su hermano. Todos sabemos lo unidos que estaban, o por lo menos lo que decia de ellos la gente. Y el cuerpo tan ensangrentado, por el modo en que lo has descrito. ?Terrible! -Revolvio las gachas. Pequenas nubes de vapor se elevaban del cuenco.

– ?Y?

Diana carraspeo:

– Creo que lo que mama intenta decir es…

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