– Entiendo su desilusion -senalo el senor Gallagher.

?«Desilusion»? Me dieron ganas de cogerlo por el cuello de la camisa, pero me meti las manos en los bolsillos, tan al fondo como pude.

– ?No creera que me lo voy a tragar? Quiero ver el testamento. -Lo mire fijamente a los ojos y lo vi estremecerse bajo mi mirada-. Aqui hay gato encerrado…

– Siempre has tenido muy mal perder, eso es lo que pasa -me interrumpio Janice, saboreando mi rabia con una sonrisa maliciosa.

– Tenga. -El senor Gallagher abrio su maletin con manos temblorosas y me entrego un documento-. Esta es su copia del testamento. Me temo que no hay lugar para la disputa.

Umberto me encontro en el jardin, agazapada bajo la pergola que el mismo nos habia construido cuando tia Rose estuvo en cama con neumonia. Se sento a mi lado en el banco humedo y, sin comentar mi mutis infantil, me tendio un panuelo perfectamente planchado y se quedo mirando como me sonaba.

– No es por el dinero -espete a la defensiva-. ?Has visto su sonrisa de satisfaccion? ?Has oido lo que ha dicho? Tia Rose le da igual. Siempre ha sido asi. ?No es justo!

– ?Quien te ha dicho que la vida es justa? -Umberto me miro arqueando las cejas-. Yo no.

– ?Ya lo se! Es que no lo entiendo… Pero es culpa mia. Siempre creia que de verdad queria tratarnos de un modo igualitario. He pedido dinero prestado… -Me tape la cara para evitar su mirada-. ?No lo digas!

– ?Has acabado?

Negue con la cabeza.

– No tienes ni idea de lo acabada que estoy.

– Bien. -Se abrio la chaqueta y saco un sobre de papel manila, seco pero algo doblado-. Porque ella queria que tuvieses esto. Es un gran secreto. Gallagher no lo sabe. Janice tampoco. Es solo para ti.

Sospeche de inmediato. No era propio de tia Rose darme algo a espaldas de Janice, claro que tampoco era propio de ella excluirme de su testamento. Obviamente no conocia a la tia de mi madre tan bien como pensaba, ni me habia conocido a mi misma del todo hasta ese momento. Mira que sentarme alli, precisamente ese dia, a llorar por dinero. Aunque ya rondaba los sesenta cuando nos adopto, tia Rose habia sido como una madre para nosotras, y tendria que haberme avergonzado de querer mas de lo que me daba.

Cuando al fin abri el sobre, descubri que contenia tres cosas: una carta, un pasaporte y una llave.

– ?Este es mi pasaporte! -exclame-. ?Como lo…? -Volvi a mirar la pagina de la foto. Era mi foto, si, y mi fecha de nacimiento, pero yo no me llamaba asi-. ?Giulietta? ?Giulietta Tolomei?

– Ese es tu verdadero nombre. Tu tia te lo cambio cuando te trajo de Italia. Tambien se lo cambio a Janice.

Yo estaba boquiabierta.

– Pero ?por que…? ?Cuanto hace que lo sabes?

Bajo la mirada.

– ?Por que no lees la carta?

Desplegue las dos cuartillas.

– ?La has escrito tu?

– Me la dicto ella -contesto con una sonrisa triste-. Queria asegurarse de que pudieras leerla.

La carta decia lo siguiente:

Mi querida Julie:

Le he pedido a Umberto que te entregue esta carta despues de mi funeral, asi que supongo que ya estoy muerta. Bueno…, se que aun estas enfadada porque nunca os lleve a Italia, pero te aseguro que fue por vuestro bien. Si os hubiese ocurrido algo, jamas me lo habria perdonado. Sin embargo, ahora ya eres mayor, y hay algo alli, en Siena, que tu madre dejo para ti. Para ti sola. Ignoro por que, pero Diane, bendita sea, te lo dejo a ti. Encontro algo y, en teoria, aun esta ahi. Al parecer, era mucho mas valioso que cualquiera de mis pertenencias, por eso decidi hacerlo asi y darle la casa a Janice. Confiaba en que pudieramos evitar todo esto y olvidarnos de Italia, pero empiezo a pensar que haria mal si no te lo contara.

Esto es lo que debes hacer. Toma esta llave y ve al banco del palazzo Tolomei, en Siena. Creo que es la llave de una caja de seguridad. Tu madre la llevaba en el bolso cuando murio. Alli tenia un asesor financiero, un hombre llamado Francesco Maconi. Buscalo y dile que eres la hija de Diane Tolomei. Ah, y otra cosa: os cambie el nombre. En realidad te llamas Giulietta Tolomei, pero, como esto es America, Juliet Jacobs me parecio mas apropiado, aunque nadie sepa escribirlo tampoco. ?Adonde iremos a parar? No, yo he vivido bien. Gracias a ti. Ah, una cosa mas: Umberto te conseguira un pasaporte con tu nombre real. Yo no tengo ni idea de como se hacen esas cosas, pero no importa, el se encargara de todo.

Me despido ya. Nos vemos en el cielo, Dios mediante. Solo queria asegurarme de que tenias lo que es tuyo por derecho. Cuidate mucho. Mira lo que le paso a tu madre. Italia puede ser un lugar muy extrano. Tu bisabuela nacio alli, claro, pero no habria vuelto a su tierra natal ni por todo el oro del mundo. Bueno, no comentes con nadie lo que te he contado. Y procura sonreir mas. Tienes una sonrisa preciosa, cuando la usas.

Con mucho carino y mis bendiciones,

Tu TIA

Tarde un rato en recuperarme de la carta. Al leerla, casi pude oir a tia Rose dictandola, tan maravillosamente alocada una vez muerta como lo habia sido en vida. Cuando termine con el panuelo de Umberto, no quiso que se lo devolviera. Me dijo que me lo llevara a Italia, para que me acordase de el cuando encontrara mi gran tesoro.

– ?Venga ya! -Me sone por ultima vez-. ?Los dos sabemos que no hay tesoro!

Cogio la llave.

– ?No sientes curiosidad? Tu tia estaba convencida de que tu madre habia encontrado algo de inmenso valor.

– Entonces, ?por que no me lo dijo antes? ?Por que espero a estar…? -dije levantando los brazos-. No tiene sentido.

Umberto fruncio los ojos.

– Quiso hacerlo, pero no te tenia cerca.

Me frote la cara, mas que nada para evitar su mirada acusadora.

– Aunque la tia estuviera en lo cierto, sabes que no puedo volver a Italia. Me encerrarian en el acto. Sabes que me dijeron…

De hecho, la policia italiana me habia dicho bastante mas de lo que yo le habia contado a Umberto, pero el estaba al tanto de lo esencial. Sabia que una vez me habian arrestado en Roma por participar en una manifestacion antibelicista, que habia pasado la noche en un calabozo de mala muerte y que al alba me habian echado del pais con la advertencia de que no volviese jamas. Tambien sabia que no habia sido culpa mia. Yo tenia dieciocho anos, y lo unico que queria era viajar a mi lugar de nacimiento.

Mientras babeaba delante del tablon de mi facultad, con sus llamativos anuncios de viajes de estudios y carisimos cursos de idiomas en Florencia, me tope con un pequeno cartel que denunciaba la guerra de Iraq y a todos los paises que tomaban parte en ella. Descubri entusiasmada que uno de esos paises era Italia. Al final de la pagina habia una lista de fechas y destinos, y se animaba a participar a cualquiera interesado en la causa. Una semana en Roma, viaje incluido, no me costaria mas de cuatrocientos dolares, que era precisamente lo que me quedaba en la cuenta. ?Como iba a saber yo que el viaje era tan barato porque no nos quedariamos toda la semana y porque el viaje de vuelta y el alojamiento de la ultima noche -si todo salia segun lo previsto- correrian a cargo de las autoridades italianas, o mas bien de los contribuyentes italianos?

Asi, sin llegar a entender la finalidad del viaje, ronde aquel cartel varias veces antes de decidir apuntarme. Esa misma noche, mientras daba vueltas en la cama, supe que habia cometido un error, y que tendria que enmendarlo cuanto antes. Sin embargo, cuando se lo conte a Janice a la manana siguiente, puso los ojos en blanco y me solto:

– Aqui yace Jules, que tuvo una vida aburrida pero una vezcasi fue a Italia.

Obviamente, tenia que ir.

Al ver volar las primeras piedras ante el Parlamento italiano, arrojadas por dos de mis companeros de viaje, Sam y Greg, desee poder estar en mi habitacion del colegio mayor, tapandome la cabeza con la almohada. Pero me vi atrapada en la multitud como todos los demas y, cuando la policia romana se harto de nuestras pedradas y de nuestros cocteles molotov, nos rocio con gas lacrimogeno.

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