Fue la primera vez en mi vida que me sorprendi pensando que podria morir alli mismo. Al caer sobre el asfalto y ver el mundo -piernas, brazos, vomitos- a traves de una nebulosa de dolor e incredulidad, olvide por completo quien era y que estaba haciendo con mi vida. Quiza como los martires de antano, descubri otro lugar, una especie de limbo entre la vida y la muerte. Entonces volvio el dolor, y tambien el panico, y al poco dejo de parecerme una experiencia religiosa.

Meses despues aun seguia preguntandome si habia llegado a recuperarme por completo de los acontecimientos de Roma. Cuando me obligaba a pensar en ello, tenia la incomoda sensacion de que pasaba por alto una parte esencial de mi identidad, algo que se habia derramado en el asfalto italiano y jamas habia vuelto a mi.

– Cierto. -Umberto abrio el pasaporte y escudrino mi foto-. Le prohibieron volver a Juliet Jacobs, pero ?a Giulietta Tolomei?

Lo mire perpleja. Alli estaba Umberto, que aun me reganaba por vestir como una hippy, instandome a infringir la ley.

– ?Me estas pidiendo que…?

– ?Para que crees que he hecho este pasaporte? La ultima voluntad de tu tia fue que viajaras a Italia. No me partas el corazon, Principessa.

Ante la sinceridad de su mirada, tuve que contener las lagrimas una vez mas.

– Pero ?y tu? -pregunte cenuda-. ?Por que no vienes conmigo? Podriamos encontrar el tesoro juntos. Y si no, ?que le den! Nos haremos piratas. Surcaremos los mares…

Umberto alargo la mano y me acaricio la mejilla con ternura, como si supiese que, si me iba, ya no volveria y, si volviamos a vernos, no seria de esa manera, sentados juntos en un escondite infantil, de espaldas al mundo.

– Hay ciertas cosas que una princesa debe hacer sola -me susurro-. ?Recuerdas lo que te dije? Algun dia encontraras tu reino.

– Eso era solo un cuento. La vida no es asi.

– Todo lo que contamos son cuentos, pero nada de lo que contamos essolo un cuento.

Lo abrace, resistiendome a dejarlo.

– ?Y tu? No te quedaras aqui, ?verdad?

Umberto levanto los ojos al techo de madera chorreante.

– Creo que Janice tiene razon: es hora de que el viejo Birdie se jubile. Deberia robar la plata y largarme a Las Vegas. Con mi suerte, me durara una semana, asi que acuerdate de llamarme cuando encuentres tu tesoro.

Apoye la cabeza en su hombro.

– Seras el primero en saberlo.

I. II

?Saca tu arma! Ahi llegan dos de los Montesco.

Que yo recordara, tia Rose siempre habia hecho todo lo posible por evitar que Janice y yo viajasemos a Italia.

– ?Cuantas veces tengo que repetiros que no es lugar para chicas decentes? -solia decirnos.

Mas adelante, consciente de que debia cambiar de estrategia, meneaba la cabeza siempre que alguien sacaba el tema y se llevaba la mano al pecho como si la sola idea la pusiera a las puertas de la muerte.

– Creedme -resollaba-, Italia no es mas que una gran desilusion, ?y los italianos, unos cerdos!

Siempre me habian fastidiado sus inexplicables prejuicios hacia mi pais de origen, pero, tras mi experiencia en Roma, termine coincidiendo mas o menos con ella: Italia era una desilusion, y los cerdos eran bastante mejores que los italianos, al menos que los uniformados.

Del mismo modo, siempre que le preguntabamos por nuestros padres, tia Rose nos cortaba con la misma cantinela.

– ?Cuantas veces tengo que deciros que murieron en un accidente de coche en la Toscana cuando teniais tres anos? -grunia de frustracion al ver interrumpida su lectura del periodico, enfundada en sus guantecitos de algodon para evitar que se le manchasen las manos de tinta.

Por suerte para Janice y para mi, o eso nos decia ella, tia Rose y tio Jim, que en paz descanse, habian podido adoptarnos inmediatamente despues de la tragedia, porque, tambien por suerte para nosotras, no tenian hijos propios. Ya podiamos dar gracias de no haber terminado en un orfanato italiano, comiendo espaguetis todos los dias. Y alli estabamos, viviendo como reinas en una mansion de Virginia; lo minimo que podiamos hacer a cambio era dejar de mortificar a tia Rose con preguntas cuya respuesta desconocia. Por favor, que alguien le preparase otro julepe de menta, que le dolian una barbaridad las articulaciones de lo pesadas que nos poniamos.

En el avion a Europa, mientras contemplaba el Atlantico de noche y revivia conflictos pasados, me di cuenta de que echaba de menos a la tia Rose, y no solo lo bueno de ella. Cuanto me habria gustado pasar una hora mas en su compania, aunque hubiera sido despotricando. Ahora que se habia ido, me costaba creer que alguna vez me hubiera hecho dar un portazo o subir furibunda a mi cuarto, o que hubiera pasado tantas horas preciosas alli encerrada, empecinada en el silencio.

Con la servilleta de la compania aerea, me seque furiosa una lagrima que me corria por la mejilla y me dije que los remordimientos eran una perdida de tiempo. Si, deberia haberle escrito mas cartas, y si, deberia haberla llamado mas a menudo y haberle dicho que la queria, pero ya era demasiado tarde para todo eso. No podia borrar los pecados del pasado.

Ademas de la tristeza, otra sensacion me reconcomia por dentro. ?Un mal presentimiento? No necesariamente. Un mal presentimiento implica que algo malo va a suceder; mi problema era que no sabia si sucederia algo o no. Era perfectamente posible que ese viaje terminara en decepcion, pero sabia que solo podia culpar a una persona de meterme en semejante lio, y esa persona era yo.

Habia crecido creyendo que heredaria la mitad de la fortuna de tia Rose, por eso no me habia molestado en conseguir una propia. Mientras otras chicas de mi edad trepaban por el escurridizo poste de la vida profesional con sus unas de manicura perfecta, yo solo aceptaba trabajos que me gustaban, como dar clases en un campamento de Shakespeare, convencida de que tarde o temprano la herencia de tia Rose se ocuparia del creciente saldo deudor de mi tarjeta de credito. Por eso, de pronto me encontraba con poco mas que una esquiva reliquia familiar que una madre a la que apenas recordaba me habia dejado en una tierra lejana.

Desde que abandone la facultad, no habia tenido vivienda fija: dormia en el sofa de alguno de mis colegas del movimiento antibelicista y me marchaba cuando me salia un cursillo de Shakespeare. No se muy bien por que, las obras del Bardo eran lo unico que podia retener y, aunque lo intentaba, nunca me cansaba deRomeo y Julieta.

De vez en cuando daba clases a adultos, pero preferia a los ninos, quiza porque estaba convencida de que yo les gustaba. Primero porque hablaban de los adultos como si yo no lo fuese. Me hacia feliz que me consideraran uno de ellos, aunque sabia que, en realidad, no era un piropo. Solo significaba que sospechaban que tampoco yo habia madurado y que, aun a mis veinticinco anos, seguia siendo una adolescente que no sabia articular -o tal vez disimular- la poesia que le bullia en el alma.

El hecho de que fuese completamente incapaz de imaginar mi futuro no contribuia a mejorar mi trayectoria profesional. Cuando me preguntaban que queria hacer con mi vida, no sabia que contestar y, si intentaba verme al cabo de cinco anos, lo unico que visualizaba era un inmenso agujero negro. En los momentos de melancolia, interpretaba esa amenazadora oscuridad como una senal de que moriria joven y entendia que la razon por la que no lograba visualizar mi futuro era que no lo tenia. Mi madre habia muerto joven, igual que mi abuela, la hermana de tia Rose. Por alguna razon, el destino se cebaba en nosotras y, siempre que me planteaba un compromiso a largo plazo, ya fuese una vivienda o un empleo, me echaba atras en el ultimo momento, atormentada por la idea de que no viviria para verlo materializarse.

Cada vez que volvia a casa por vacaciones de Navidad o de verano, tia Rose me rogaba discretamente que me quedara con ella en lugar de proseguir con mi existencia sin rumbo.

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