Isaac Bashevis Singer

Un Amigo De Kafka

1

Mucho antes de leer sus obras, supe de la existencia de Kafka por boca de su amigo Jacques Kohn, quien fue actor del Teatro Yiddish. Y he dicho «fue», porque cuando le conoci llevaba ya anos retirado de su profesion. Corrian los primeros anos treinta, y el Teatro Yiddish de Varsovia habia perdido gran parte de su publico. El propio Jacques Kohn era un hombre viejo y derrotado. Pese a que aun vestia como un pisaverde, sus ropas presentaban el aspecto de las prendas muy usadas ya. Lucia monoculo en el ojo izquierdo, anticuado cuello alto (del tipo llamado, en aquel entonces, «matapadres»), zapatos de charol y sombrero hongo. Los cinicos del club de escritores yiddish de Varsovia, que tanto el como yo frecuentabamos, le habian dado el mote de «el Lord». Pese a que su espalda se le encorvaba cada vez mas, hacia titanicos esfuerzos para andar con los hombros echados hacia atras. Peinaba los escasos restos de su amarillento cabello de manera que formara un puente que le cubriera la calva cabeza. Siguiendo las tradiciones teatrales de pasados tiempos, de vez en cuando hablaba en un yiddish germanizante, lo cual hacia de un modo muy principal cuando contaba su amistad con Kafka. Ultimamente, Jacques Kohn habia comenzado a escribir articulos para los periodicos, pero los directores se los rechazaban unanimemente. Vivia en una buhardilla de la calle Leszno, y estaba siempre enfermo. Los miembros del club le aplicaban la siguiente frase mordaz: Pasa el dia en una tienda de oxigeno, de la que sale al anochecer hecho un donjuan.

Siempre coincidiamos en el club, al caer la tarde. La puerta se abria lentamente y daba paso a Jacques Kohn. Entraba con el aire de una importante celebridad europea que se dignaba visitar el ghetto. Miraba a su alrededor, y en su rostro se dibujaba una mueca, indicativa de que los olores de ajo, arenques y tabaco barato no eran precisamente sus favoritos. Con desden paseaba la mirada por las mesas cubiertas de periodicos, viejas y rotas piezas de ajedrez, y ceniceros rebosantes de colillas, a cuyo alrededor los miembros del club discutian sin cesar, a gritos, temas literarios. Jacques Kohn sacudia la cabeza, como diciendo: ?que cabe esperar de semejantes palurdos? Tan pronto le veia entrar, me metia la mano en el bolsillo para coger entre mis dedos el zloty que siempre me pedia, en concepto de prestamo.

Aquella tarde, Jacques parecia de mejor humor de lo usual en el. Esbozo una sonrisa, mostrando los falsos dientes de porcelana, que no encajaban debidamente en sus encias, por lo que se movian cuando hablaba, y avanzo lentamente hacia mi, como si se encontrara en mitad de un escenario. Me ofrecio su huesuda mano de largos dedos y me dijo:

– ?Que tal? ?Como esta hoy la gran promesa de nuestra literatura?

– ?Ya empezamos?

– En modo alguno, mi querido amigo. Se lo he dicho con toda seriedad. Descubro a los hombres con talento tan pronto les echo la vista encima, pese a que yo carezco de el. En 1911, cuando estabamos actuando en Praga, nadie habia oido hablar de Kafka. Pues bien, Kafka vino a los camerinos, y en el mismo momento en que le vi comprendi que me encontraba en presencia de un genio. Lo oli de la misma manera que un gato huele las ratas. Y asi comenzo nuestra gran amistad.

Habia oido aquella historia mil veces, con otras tantas variantes, pero sabia que no me quedaba mas remedio que escucharla otra vez. Se sento a mi mesa, y Manya, la camarera, nos sirvio sendos vasos de te y galletas. Jacques Kohn alzo las cejas, dejandolas como elevados arcos sobre sus ojos pardoamarillentos, con el blanco cruzado por sanguinolentas venillas. Su expresion parecia decir: ?Este liquido es lo que los barbaros denominan te? Echo cinco terrones de azucar al te y lo removio en movimientos circulares, de dentro afuera, con la cucharilla de hojalata. Con indice y pulgar, de unas insolitamente largas, partio una galleta y se llevo la porcion a la boca, diciendo Nu ja, lo que significaba: El pasado no sirve para llenar el estomago.

Era todo comedia. Jacques Kohn habia nacido en el seno de una familia hasidim, en un pueblecito de Polonia. No se llamaba Jacques, sino Jankel. Sin embargo, habia vivido largos anos en Praga, Viena, Berlin y Paris. No siempre habia pertenecido a la compania yiddish, sino que tambien habia actuado en Paris y Alemania. Fue amigo de muchos hombres celebres. Ayudo a Chagall a encontrar un estudio en Belleville. Israel Zangwill le habia invitado a menudo a su casa. Actuo en una obra dirigida por Reinhardt, y mas de una vez comio fiambres con Piscator. Me habia mostrado cartas a el dirigidas, no solo por Kafka, sino tambien por Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Romain Rolland, Ilya Ehrenburg y Martin Buber. Todos le tuteaban. Cuando nuestra amistad se hizo mas intima, Jacques Kohn me permitio ver fotografias y cartas de famosas actrices con las que habia tenido aventuras.

Para mi, «prestar» un zloty a Jacques Kohn significaba entrar en contacto con la Europa Occidental. Incluso el modo como esgrimia su baston de puno de plata me parecia cosa de lejanas tierras. Hasta los cigarrillos fumaba con un estilo insolito en Varsovia. Tenia modales en extremo corteses. En las raras ocasiones en que se creyo obligado a reprocharme algo, consiguio ahorrarme la consiguiente humillacion por el medio de anadir un cumplido elegante. Lo que mas admiraba en Jacques Kohn era su manera de tratar a las mujeres. Yo era muy timido en mi trato con las muchachas, me ruborizaba, y su sola presencia bastaba para inhibirme, pero Jacques Kohn se mostraba ante ellas con el aplomo de un principe. Siempre encontraba algo agradable que decir a las mujeres menos atractivas. Las halagaba a todas, aunque siempre con cierto tonillo de bonachona ironia, adoptando la actitud del hedonista estragado que a lo ha probado todo.

A mi me hablo con franqueza.

– Mi joven y querido amigo, la verdad es que soy practicamente impotente. La impotencia siempre comienza con la aparicion de unos gustos en exceso refinados. Cuando uno tiene hambre de veras no necesita caviar y turron. Y yo he llegado ya a un punto en que no hay mujer que me parezca realmente atractiva. No hay defecto que se oculte a mi vista. Y esto es impotencia. Los vestidos y los corses son transparentes para mi. No hay perfume ni colorete que me engane. No me queda ni un diente, pero cuando una mujer abre la boca veo el mas leve empaste. Lo cual, dicho sea incidentalmente, era el gran problema de Kafka en cuanto escritor. Kafka veia todos los defectos, los ajenos y los propios. En su mayor parte, la literatura es obra de plebeyos y chapuceros tales como Zola y D'Annunzio. En el teatro, yo veia los mismos defectos que Kafka veia en la literatura, y esto nos unio mucho. Kafka ensalzaba hasta extremos increibles nuestras lamentables obras en yiddish. Se enamoro locamente de una actriz pedante y melodramatica, madame Tschissik. Cuando pienso que Kafka amo a aquel ser y lo hizo objeto de sus suenos, siento lastima hacia los humanos y sus ilusiones. En fin, la inmortalidad no es demasiado remilgada. Todos los que, por una razon u otra, han sido intimos de un gran hombre entran con el en el ambito de la inmortalidad, y, a veces, lo hacen calzados con las mas burdas botas. A proposito, ?me pregunto usted, mi querido amigo, cual es la fuerza que me impele a seguir luchando? ?Si, o son imaginaciones mias? ?Me pregunto acaso que es lo que me permite soportar la pobreza, la enfermedad, y, peor todavia, la desesperanza? ?Buena pregunta, mi joven y querido amigo! Es la misma que me formule cuando lei por vez primera el Libro de Job. ?Por que siguio viviendo y sufriendo? ?Para tener mas hijas, mas asnos y mas camellos? No. La verdad es que Job siguio adelante por amor al juego de vivir, al juego en si mismo. Todos jugamos al ajedrez con el Destino. El Destino mueve una pieza, y nosotros movemos otra. El Destino intenta darnos jaque mate en tres jugadas, y nosotros intentamos impedirselo. Nos consta que no podemos ganar, pero sentimos la necesidad de oponer resistencia. Mi adversario en este juego de ajedrez es un angel muy duro de pelar. Ataca a Jacques Kohn con todos los medios, todos los trucos y las argucias a su disposicion. Ahora, estamos en pleno invierno; incluso con la estufa encendida hace frio; pues bien, mi estufa lleva meses estropeada, y el casero se niega a repararla. Ademas, si la estufa funcionara, de nada me serviria porque no tengo dinero para comprar carbon. Mi querido y joven amigo, si no ha vivido en una buhardilla ignora usted la fuerza de los vientos. Los cristales de las ventanas retiemblan incluso en verano. A veces, un gato vagabundo se sube al tejado debajo de mi ventana y se pasa la noche gimiendo como una mujer en parto. Yo me quedo bajo las mantas, tiritando de frio, mientras el gato maulla llamando a una gata, aunque quiza sean tan solo lamentos provocados por el hambre. Cierto es que podria darle algo que comer para que se tranquilizara un poco, y que tambien podria asustarle, pero no lo hago porque temo

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