quedarme helado si abandono el lecho, ya que me envuelvo con cuantos harapos tengo, incluso con periodicos viejos, de modo y manera que me encuentro metido dentro de un capullo que el mas leve movimiento puede desbaratar. De todos modos, mi querido amigo, debe usted reconocer que, caso de jugar al ajedrez, mas vale hacerlo con un adversario de nota que con un maleta. Admiro a mi adversario. A veces su ingenio me pasma. Esta ahi sentado, en un despacho del tercero o septimo cielo, en ese departamento de la Providencia que rige nuestro minusculo planeta, y solo tiene una mision: atrapar a Jacques Kohn. Las ordenes que ha recibido son: raja el tonel, pero no permitas que el vino se derrame. Y esto es exactamente lo que hace. No se como se las arregla para mantenerme vivo, es un milagro. Me avergouzaria decirle, mi querido amigo, la cantidad de medicamentos que tomo, la cantidad de pildoras que me trago. Suerte que tengo un amigo farmaceutico, ya que si no fuera asi no podria comprar tanto potingue. Antes de acostarrne, me trago las pildoras esas, de una en una, en seco. Si, porque si bebo orino. No ando muy bien de la prostata, e incluso sin beber tengo que levantarme varias veces, por la noche. En la oscuridad, las categorias de Kant dejan de tener aplicacion. El tiempo deja de ser tiempo y el espacio deja de ser espacio. De noche, uno sostiene algo en la mano, y, de repente, deja de sostenerlo. Encender mi lampara de gas no es una tonteria, ni mucho menos. Las cerillas desaparecen constantemente. La buhardilla esta atestada de demonios. De vez en cuando, me dirijo a alguno de ellos: «?Eh, tu, Vinagre, hijo del Vino! ?Quieres dejar de gastarme tus pesadas bromas?» No hace mucho, en plena noche, oi que golpeaban la puerta de mi buhardilla, y con los golpes una voz de mujer. No pude discernir si la mujer reia o lloraba. Y para mis adentros, me dije: «?Quien sera? ?Sera Lilith? ?Namah quiza? ?O Machlath, la hija de Ketev M'riri?» En voz alta, grite: «Senora, se equivoca, no es aqui.» Pero la mujer siguio con sus golpes. Entonces, oi un gemido y el sonido de un cuerpo desplomandose. No me atrevia a abrir la puerta. Comence a buscar las cerillas, y, por fin, descubri que las tenia en la mano. Salte de la cama, encendi la lampara de gas, y me puse la bata y las zapatillas. Sin querer, vi por un instante mi cuerpo reflejado en el espejo, y la vision me asusto. Tenia la cara verde y sin afeitar. Abri la puerta, y vi a una mujer joven, descalza, con abrigo de piel de marta y camison. Estaba palida, y llevaba en desorden su larga cabellera rubia. Le dije: «Senora, ?que le ocurre?» Y ella repuso: «Cierta persona ha intentado asesinarme, por favor dejeme entrar, me ire tan pronto amanezca.» De buena gana le hubiera preguntado quien era esa persona que la queria matar, pero no lo hice porque vi que estaba medio helada. Y tambien borracha, prabablemente. La deje entrar, y adverti que llevaba una pulsera con grandes diamantes. Le adverti: «No tengo calefaccion…» Y ella repuso: «Mas vale esto que morir en la calle.» Bueno, y alli quedamos los dos. ?Que iba yo a hacer con aquella mujer? Solo tengo una cama. No bebo, ya que el medico me lo ha prohibido, pero un amigo me habia regalado una botella de cognac y aun me quedaban unas cuantas galletas resecas y rancias. Le di una copa y una galleta. El alcohol parecio reanimarla un poco. Le pregunte: «?Vive usted en esta casa, senora?» Dijo: «No; vivo en el bulevar Ujazdowskie.» Al momento comprendi que se trataba de una aristocrata. Sin apenas darnos cuenta trabamos conversacion, y supe que era condesa, viuda, y que su amante vivia en mi casa. Tambien era miembro de la nobleza, aunque por su mal vivir habia sido excluido de los ambientes nobiliarios. Habia cumplido un ano de presidio en la Ciudadela por intento de asesinato. Este hombre no podia visitar a su amante porque esta vivia con su suegra, y, en consecuencia, ella era quien le visitaba a el. Aquella noche, en un arranque de celos, aquel hombre la habia golpeado y le habia puesto la boca del revolver junto a la sien. Para abreviar, dire que la mujer consiguio coger el abrigo y salir corriendo de la casa de su amante. Llamo a la puerta de varios vecinos, pero ninguno la dejo entrar, y asi llego a la buhardilla. Le dije: «Senora, su amante seguramente sigue buscandola… ?y si la encuentra?, yo he dejado de ser lo que se llama un guerrero, ?sabe?» Repuso: «No se atrevera a armar escandalo, porque esta en libertad vigilada; he terminado con el para siempre; por favor no me abandone en plena noche…» Le pregunte: «?Y como se las arreglara para ir manana a su casa?» Contesto: «No lo se; estoy harta de vivir, si, pero no quiero morir a manos de este hombre.» Le dije: «En fin, de todos modos no vov a poder dormir, asi es que le ruego acepte mi cama y yo descansare en una silla.» Se nego: «No, no puedo aceptarlo, usted ya no es joven y tiene mal aspecto, vaya a su cama, y yo me sentare en la silla.» Discutimos largamente el asunto, y, al fin, decidimos acostarnos juntos. La tranquilice: «No tema, soy viejo, y ya no puedo satisfacer a una mujer.» Quedo convencida de la verdad de mis palabras… Bueno… ?Por donde iba? ?Ah, si! Pues el caso es que me encontre en cama, en compania de una condesa cuyo amante podia derribar la puerta de un momento a otro. Nos cubrimos con mis dos unicas mantas, y no me preocupe de formar el usual capullo dentro del que duermo. Me sentia tan nervioso e inquieto que hasta del frio me olvide. Ademas, no dejaba de tener conciencia de que la mujer estaba alli, a mi lado. De su cuerpo emanaba un extrano calor distinto a cuanto habia yo conocido hasta entonres, o quiza todo se debia a que ya habia perdido el recuerdo de esas cosas. ?Acaso mi adversario en la constante partida de ajedrez me tendia una nueva celada? Durante los ultimos anos, mi adversario habia jugado sin gran encono. Si, porque, como usted sabe muy bien, mi querido amigo, tambien hay lo que podriamos llamar ajedrez humoristico. Segun me han dicho, Nimzowitsch a veces gastaba bromas a sus adversarios. Y en los viejos tiempos, Morphy tuvo fama de ser un humorista del ajedrez. In mente, dije a mi adversario: «Buena jugada, jugada de maestro…» Y, entonces, me di cuenta de que sabia quien era el amante de la condesa. Me habia cruzado con el en la escalera mas de una vez. Era un gigante con cara de asesino: Que final tan divertido… ?Jacques Kohn, despenado por un Otelo polaco! Me eche areir y la condesa se echo tambien a reir. La abrace y la retuve junto a mi. No se resistio. De repente, ocurrio un milagro. ?Volvia a tener vigor viril! En cierta ocasion, al atardecer de un jueves, me encontraba yo ante el matadero de un pueblecito, y vi como un toro cubria a una vaca, antes de que uno y otra fueran sacrificados para la celebracion de la fiesta del Sabado. Nunca sabre la razon por la que la condesa consintio. Quiza lo hizo para vengarse de su amante. La condesa me besaba y musitaba dulces frases a mi oido. Entonces oimos unos pesados pasos. Alguien golpeo con el puno la puerta de la buhardilla. La mujer rodo por la cama y cayo al suelo. Senti deseos de recitar la oracion de los moribundos, pero me daba verguenza presentarme ante Dios hallandome en aquellas circunstancias. Bueno, mas que verguenza de presentarme ante Dios era verguenza a presentarme ante mi burlon adversario en la partida de ajedrez. ?Como iba yo a darle semejante placer? Incluso el melodrama tiene sus limites. El animal al otro lado de la puerta seguia golpeando, y yo me maravillaba de que la puerta no hubiera cedido ya a sus golpes. Ahora le propinaba patadas. La puerta gemia, pero seguia resistiendo. Entonces el ruido ceso. Otelo se habia ido. La manana siguiente lleve la pulsera de la condesa a una casa de empenos. Con el dinero obtenido, compre a mi heroina un vestido, ropa interior y zapatos. El vestido no le caia bien y los zapatos tampoco eran de su medida pero, a fin de cuentas, lo unico que tenia que hacer era cruzar la acera y subir a un taxi a menos que su amante la estuviera acechando en la escalera. Pero, cosa curiosa, el individuo desaparecio aquella noche, y nunca mas se supo de el. Antes de irse, la condesa volvio a besarme y me rogo encarecidamente que la visitara pero, a pesar de todo, no soy tan insensato como eso. El Talmud dice: «Los milagros no ocurren todos los dias.» Bueno, y lo curioso es que Kafka, pese a su juventud, vivia atormentado por esas mismas inhibiciones que son la tortura de mi ancianidad. A Kafka estas inhibiciones le tenian paralizado, tanto en materia literaria como en cuestiones carnales. Ansiaba amar, pero huia del amor. Escribia una frase e inmediatamente la tachaba. Tambien Otto Weininger era asi, loco y genial. Le conoci en Viena. No cesaba de prodigar aforismos y paradojas. Dijo una frase que jamas olvidare: «Dios no creo las chinches.» Es preciso haber vivido en Viena para comprender estas palabras. ?Quien creo a las chinches? ?Mire, ahi llega Bamberg! Fijese en su modo de avanzar, inseguro, con esas piernecillas tan cortas, como un cadaver que se negara a bajar a la tumba… ?Por que andara ese hombre zascandileando por ahi toda la noche? ?Por que se empena en ir a los cabarets cuando ya no pueden divertirle? Los medicos le desahuciaron hace ya anos, cuando aun estabamos en Berlin. Pero esto no le impidio estar sentado en el Romanisches Cafe hasta las cuatro de la madrugada, charlando con las rameras. Una vez, Granat, el actor, anuncio que iba a dar una fiesta -una verdadera orgia- en su casa, y, entre otros, invito a Bamberg. Granat encomendo a todos los hombres que acudieran con una senora, fuese la propia, fuese una amiga. Pero Bamberg no tenia esposa ni amante, por lo que contrato a una furcia para que le acompanara. Tuvo que comprarle tambien un vestido de noche. Los invitados eran, exclusivamente, escritores, profesores, filosofos, y los clasicos individuos que van siempre detras de los intelectuales. Todos habian tenido la misma idea que Bamberg y vinieron con prostitutas. Tambien fui. Acudi en compania de una actriz de Praga, vieja amiga mia. ?Conoce usted a Granat, mi querido y joven amigo? ?No? Pues es un salvaje. Bebe el cognac como si fuera agua, y es capaz de comerse como si tal cosa una tortilla de diez huevos. Tan pronto los invitados hubimos llegado, Granat se desnudo y comenzo a bailar como un loco con las furcias, solo para impresionar a los invitados intelectuales. Al principio, estos estuvieron sentados, mirando el espectaculo. Al cabo de un rato comenzaron a hablar de sexualidad. Nietzche decia esto o decia lo otro… Quienes no lo hayan presenciado dificilmente podran imaginar lo ridiculos que pueden llegar a ser los genios esos. Y, de repente, Bamberg se sintio enfermo. Se puso verde como el cesped y echo a sudar. Me dijo: «Jacques, todo ha
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