– Si he de ser justo, _ debo reconocer que tiene muchas cualidades: duro como la piedra, lleno de valentia, sin nervios; pero, para el, Hallorsen esta antes que cualquier otra cosa. No es propio de su temperamento el fracasar y cuando le sucede una cosa asi alguien tiene que pagar_ el pato. Segun el, fracaso por falta de medios de transporte: y yo era el encargado de los mismos. Pero de haber dejado al Arcangel Gabriel en lugar de dejarme a mi, las cosas no hubiesen andado mucho mejor. Hizo mal sus calculos y no quiere admitirlo. Todo eso lo encontraras escrito en mi diario.
– ?Te has enterado de esto? – Dinny le enseno un recorte de periodico y el leyo:
– ?Donde has encontrado esto? – En el
– ?Pasos! -dijo Hubert, amargamente-. ?Que pasos? No cuento mas que con
– En tal caso solamente nos queda el diario. -Voy a buscarlo
Aquella noche, Dinny, sentada ante la ventana de su habitacion, leyo el diario La luna llena brillaba entre los olmos y habia un silencio sepulcral roto unicamente por el tintinear de un cencerro de oveja en el redil situado en la ladera. Una sola flor de magnolia florecia cerca de la ventana. Parecia un paisaje sobrenatural, y Dinny interrumpia de vez en cuando la lectura para contemplar aquella vision irreal. Desde que sus antepasados recibieron este pedazo de tierra, habian brillado diez mil plenilunios; la inmutable seguridad de mia casa tan antigua aumentaba el solitario desconsuelo y las tribulaciones descritas en las paginas que estaba leyendo -notas crueles de cosas crueles -: un hombre blanco en medio de una horda de mestizos salvajes; un amante de los animales en medio de unos animales casi muertos de hambre y de unos hombres que desconocian la compasion. Dinny leia y sentiase triste.
Y asi, hasta el fin, toda una historia de luchas. Dinny dejo el cuaderno y poso un codo sobre el alfeizar de la ventana. El silencio y la frialdad de la noche habian producido como un desaliento en su animo. Ya no se sentia con humor para luchar. Hubert tenia razon. ?Para que mostrar al publico la propia alma al desnudo, la propia herida? ?No! Cualquier otra cosa mejor que esto. Si, habia que manejar las cosas privadamente; y las manejaria porque el se lo merecia todo.
CAPITULO IV
Adrian Cherrell era uno de esos hombres manifiestamente rurales que viven en las ciudades. Su trabajo le obligaba a permanecer en Londres, donde se cuidaba de una coleccion de restos antropologicos.
Se hallaba estudiando un maxilar hallado en Nueva Guinea, al que la Prensa habia dispensado una buena acogida, y estaba diciendose a si mismo: («Es una estafa; se trata de un tipo corriente de
– Una senorita joven desea verle, senor… Creo que es la senorita Cherrell.
– Digale que pase, James.
Penso: «Si se trata de Dinny, he de conservar toda mi presencia de animo.»
– ?Oh, Dinny! Caurobert dice que este maxilar es pre
– Lo veo, tio Adrian.
– Es demasiado humano. Este hombre tuvo dolor de muelas. Probablemente el dolor de muelas fue la causa del desarrollo artistico. El arte de Altamira y las caries de Cromagnon se hallan reunidos. Este tipo fue un
– Entonces iremos a almorzar al Cafe Bulgaro -dijo Adrian.
– . ?Por que?
– Porque alli, de momento, se come bien. Estan en una fase de propaganda, querida; asi que, probablemente, estaremos bien servidos y gastaremos poco. ?Quieres empolvarte la nariz? – Pues entra ahi.
En cuanto ella hubo desaparecido, Adrian comenzo a acariciarse la perilla preguntandose que podria encargar por dieciocho chelines y medio; porque, siendo un funcionario del Gobierno sin medios propios, era raro que tuviese en el bolsillo mas de una libra.
– ?Que sabes a proposito del profesor Hallorsen, tio Adrian? – pregunto Dinny cuando estuvieron sentados delante
– ?El hombre que fue a Bolivia para descubrir las fuentes de la civilizacion?
– Si y que se llevo a Hubert consigo.
– i Ah! Pero le dejo atras, por lo que he sabido. – ?Jamas te has encontrado con el?
– Si, en 1920, escalando una cumbre de los Alpes dolomiticos.