John Katzenbach

Al calor del verano

Titulo original: In the Heat of the Summer

Traduccion: Nora Escoms

Para Maddy

1

Un hombre que hacia footing encontro a la primera victima cerca del decimotercer hoyo.

Era un hombre comun y corriente, de mediana edad, que se preocupaba por su corazon y su dieta; un agente de bolsa que repasaba mentalmente cifras, valores y opciones mientras corria por el perimetro del campo de golf.

Se trataba de un club privado en medio de una zona muy selecta del condado, con un cesped bien cuidado, altos pinos y majestuosas palmeras.

El calor se dejaba sentir desde primeras horas de la manana y el hombre recorria su ruta habitual por instinto, maquinalmente, sin fijarse en donde ponia los pies. Habia dado tres vueltas al campo de golf, mas concentrado en el Dow Jones, en su trabajo y en lo que haria durante las vacaciones que en el camino por donde iba. Al atajar por el borde del campo, levanto la mano en un acto reflejo para secarse el sudor de los ojos. En ese momento, percibio un atisbo de color entre los helechos, las palmeras y la maleza: una silueta entre las sombras matutinas.

El agente de bolsa siguio corriendo, oyendo el sonido apagado de sus pisadas en la tierra. Completo otra larga vuelta al campo y se pregunto que habria sido aquello que le habia llamado la atencion. Por tanto, al acercarse al decimotercer hoyo para acometer la cuarta y ultima vuelta, aflojo poco a poco el paso a fin de verlo mejor. Fue entonces cuando subitamente se percato del calor que hacia y del sol, que brillaba como una lampara suspendida sobre el campo de golf. Esta vez avisto algo de color carne y un destello fugaz de cabellos rubios. Se detuvo y contuvo la respiracion por unos instantes; luego se interno en la maleza en direccion al cadaver.

– Oh, Dios mio -exclamo, aunque nadie podia oido.

Mas tarde, me conto que cuando comprendio que era lo que tenia delante se quedo sin aliento, como si hubiese echado una carrera a toda velocidad, y que permanecio inmovil durante un rato, al sol, aturdido, intentando recuperar la respiracion. Segun dijo, nunca antes habia visto una persona asesinada. La habia observado con una mezcla de horror y fascinacion durante un minuto, tal vez dos, y luego habia arrancado a correr a toda velocidad, con el corazon latiendole tan fuerte que el casi podia oir los latidos, hacia la casa mas cercana, para llamar a la policia.

La victima era una adolescente.

En ese entonces, al principio de todo yo no imaginaba siquiera que esa historia se convertiria en la mas importante de mi vida. Tampoco tuve el menor presentimiento, nada que alertase mi sexto sentido de periodista del peligro que corria de verme envuelto en el caso, de descuidar mi habitual objetividad hasta perderla por completo.

Los hechos se produjeron durante la temporada de huracanes de ese ano. Todo comenzo en junio, en el momento en que las primeras grandes tempestades del verano empiezan a formarse a miles de kilometros de distancia, sobre el Atlantico. Es la estacion media en Miami: el sol tropical bana las calles de la ciudad como un gran reflector, eliminando toda sombra, dejando el aire estancado y cargado de un calor asfixiante.

En cierto modo, la historia evoluciono como una gran tormenta: a medida que se desarrollaba, cobraba mayor envergadura. Recuerdo que en ese entonces una borrasca se habia situado sobre el Caribe, frente a las costas de Venezuela. Se habia originado en el mar, cerca de Africa, y las corrientes de aire habian desplazado a traves del oceano aquel enorme e incontenible temporal de viento y lluvia. Se trataba de la primera tormenta de la temporada, y el Servicio Meteorologico Nacional la habia llamado Amy, que resulto ser el nombre de la primera victima.

Al fondo de la sala de redaccion habia un enorme mapa meteorologico en el que, durante la temporada de tormentas, se marcaba la posicion y el curso de cada una de ellas. Seguir su trayectoria en el mapa formaba parte del trabajo de todos los periodistas de la ciudad. Diariamente comprobabamos el avance de la borrasca, discutiamos las probabilidades y estudiabamos las fotografias de satelite enviadas por las agencias de noticias. Segun recuerdo, la foto de aquella tormenta mostraba una gran masa difusa de nubes turbulentas superpuestas sobre el mapa del Caribe. La peninsula de Florida semejaba un enorme dedo que invitaba a la tormenta a acercarse. Examinabamos las fotografias en busca de algun indicio de que la tempestad cambiaria, adoptaria una forma mas definida y, convertida en huracan, se acercaria a la ciudad, rugiendo sobre las aguas.

En la pared, junto al mapa meteorologico, habia una vieja fotografia enmarcada, amarillenta y arrugada, que servia de recordatorio a todos los que trabajabamos en el Journal. La habian tomado durante la tormenta de 1939, que alcanzo una intensidad tres. En ella aparecia una gran palmera inclinada hasta tal punto que el tronco quedaba paralelo al suelo. Al fondo se divisaba una ola de casi cuatro metros que habia barrido Miami Beach y la bahia para morir finalmente en el centro de la ciudad, en Biscayne Boulevard.

La historia, claro esta, no era sobre un huracan pero, a su manera, segun descubri mas tarde, aquellos asesinatos tenian mucho en comun con un ciclon: comenzaron en un lugar extrano y lejano y arrasaron la ciudad como una ola impulsada por alguna poderosa fuerza natural. Recuerdo que el dia del primer asesinato (el Cuatro de Julio, un ano antes del Bicentenario, un ano despues de la renuncia del presidente) todos estabamos preocupados por esa primera gran tormenta cercana a la costa venezolana y la observabamos extraer fuerzas de las calidas aguas del Caribe. En la redaccion no se hablaba de otra cosa. Parecia que llegaria a intensidad cinco, la mas devastadora. El periodico publicaba articulos especulativos a toda pagina sobre el potencial asesino de la tormenta. Hacia ya mucho tiempo que no se desataba una tempestad importante, segun decian los empleados mas antiguos de la oficina, y flotaba en el aire el presentimiento de que esa masa gris de viento y lluvia se dirigia hacia nosotros.

Sin embargo, nos equivocabamos. La tormenta nunca llego a Miami sino que se dirigio tierra adentro, hacia la costa de America Central, donde mato a muchas personas y dejo a muchas otras sin hogar. Sin embargo, eso ocurrio algunas semanas mas tarde. Entonces, a principios de julio, toda nuestra atencion estaba centrada en esa tormenta, lo que, al menos en mi memoria, me ayuda a explicar por que nuestros ojos miraban en otra direccion cuando la verdadera tempestad de la temporada estallo muy cerca de nosotros.

Asi pues, ese 4 de julio llegue temprano a la oficina. Era mi primer dia de trabajo despues del funeral de mi tio. Aunque no tenia la obligacion de ir ese dia, habia regresado algo inquieto de mi viaje al norte y necesitaba ocuparme en algo que ahuyentara de mi mente las escenas familiares. Ahora advierto que mi mente tiende a relacionar una cosa con otra -el asesinato de la adolescente y el suicidio de mi tio-, como si formaran parte de un mismo suceso, pese a que ocurrieron con algunos dias de diferencia y a cientos de kilometros de distancia.

No habia mucha gente en la redaccion, puesto que era festivo y muy de manana. Eche un vistazo a mi buzon, que estaba vacio, y lei por encima la primera edicion del Miami Post, que ya habia salido. Me sente a mi escritorio y pense en llamar a Christine para decirle que habia vuelto, pero era probable que ella ya estuviera en el hospital, pasandole esponjas, pinzas y escalpelos a los medicos enfrascados en la

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