O peor aun: «Mata a alguien».

Las voces que chillaban a esos tipos procedian de Dios, de Jesus, de Mahoma, del perro del vecino, de su tio abuelo fallecido, de extraterrestres, de un coro de arcangeles o de un coro de demonios. Esas voces eran insistentes, imperativas e intransigentes y yo reconocia, por la rigidez que reflejaba la mirada de esas personas y la tension que les agarrotaba los musculos, que oian algo bastante fuerte y machacon, y que rara vez auguraba nada bueno. En momentos asi, me iba y esperaba cerca de la puerta o en el otro lado de la sala de estar comun, porque era probable que ocurriera algo desafortunado. Se parecia a un consejo que recordaba del colegio, una de esas cosas curiosas que se te graban: en caso de terremoto, el mejor sitio para esconderse es el umbral de una puerta, porque la estructura de la abertura es arquitectonicamente mas fuerte que una pared y hay menos riesgo de que se te derrumbe en la cabeza. Asi pues, cuando veia que la turbulencia de otro paciente se volvia explosiva, encontraba el umbral donde tendria mas probabilidades de supervivencia. Y, una vez ahi, escuchaba mis propias voces, que solian parecer cuidar de mi y casi siempre me advertian cuando irme y esconderme. Tenian un curioso instinto de conservacion, y si no les hubiese contestado en voz alta de modo tan obvio cuando era joven y aparecieron, jamas me habrian diagnosticado y recluido. Pero eso es parte de la historia, aunque no la mas importante ni mucho menos. Aun asi, las echo extranamente de menos, porque ahora estoy muy solo.

Resulta muy duro, en los tiempos que vivimos, estar loco y ser de mediana edad.

O ya no estarlo, pero solo mientras siga tomando las pastillas.

Ahora me paso los dias en busca de movimiento. No me gusta llevar una vida sedentaria. Asi que ando a paso rapido por la ciudad, desde los parques a las zonas comerciales e industriales, mirando y observando pero sin detenerme. O busco actividades en las que haya mucho movimiento ante mis ojos, como un partido de futbol americano o de baloncesto. Si ocurre algo ajetreado delante de mi, puedo descansar. Si no, mis pies siguen adelante -cinco, seis, siete o mas horas al dia-. Una maraton diaria que me gasta las suelas y me mantiene delgado y vigoroso. En invierno calzo unas botas rigidas y repiqueteantes del Ejercito de Salvacion. El resto del ano llevo zapatillas de deporte que obtengo en la tienda de material deportivo. Cada pocos meses, el propietario me pasa un par del cuarenta y cinco de algun modelo que ya no tiene salida, y asi sustituyo el que se me ha quedado hecho jirones en los pies.

A principios de primavera, tras el primer deshielo, me dirijo hacia las cascadas, donde hay una escalera para peces, y cada dia trabajo como voluntario para registrar el regreso del salmon a la cuenca del rio Connecticut. Eso me exige observar como infinitos litros de agua fluyen por la presa, y ver de vez en cuando como un pez remonta la corriente, impulsado por un potente instinto de volver a su lugar de nacimiento, donde, en el mayor misterio, desovara a su vez y morira. Admiro al salmon porque comprendo lo que significa ser empujado por fuerzas que los demas no pueden ver, sentir ni oir, y percibir la obligacion de un deber mas importante que uno mismo. Son peces psicoticos. Tras anos de recorrer tan felices el ancho oceano, oyen una poderosa voz interior que los impele a iniciar este viaje imposible hacia su propia muerte. Perfecto. Me gusta pensar que los salmones estan tan locos como yo antes. Cuando veo uno, hago una anotacion a lapiz en un formulario que me proporciona el Wildlife Service estatal y a veces susurro un saludo: «Hola, hermano. Bienvenido a la sociedad de los locos.»

Es facil detectar a los peces, porque son esbeltos y tienen los costados plateados debido a sus largos viajes por el salado oceano. Es una presencia brillante en el agua reluciente, invisible al ojo inexperto, casi como una fuerza invisible que pasa por la ventanita desde donde vigilo. Casi noto la llegada del salmon antes de que aparezca al pie de la escalera para peces. Contar peces es algo satisfactorio, aunque pueden pasar horas sin que llegue uno, y nunca hay los suficientes para complacer a los del Wildlife Service, que comprueban el numero de los que han regresado y sacuden la cabeza, frustrados. Pero la ventaja de mi capacidad para detectarlos se traduce en otras. Mi jefe del Wildlife Service llamo a la policia local para informarle de que yo era totalmente inofensivo, aunque siempre me he preguntado como lo dedujo y tengo sinceras dudas sobre su veracidad general. De modo que me toleran en los partidos de futbol y otros actos, y ahora, realmente, aunque no pueda decirse que sea bienvenido en esta antigua ciudad industrial, por lo menos soy aceptado. No se cuestiona mi rutina, y mas que loco, me consideran excentrico, lo que, como he averiguado con los anos, es un estatus bastante seguro.

Vivo en un pequeno apartamento de un dormitorio gracias a un subsidio del Estado. Esta amueblado en lo que yo llamo estilo moderno encontrado en la calle. Mi ropa procede del Ejercito de Salvacion o de alguna de mis dos hermanas menores, que viven a un par de ciudades de distancia y que, de vez en cuando, por algun extrano sentimiento de culpa que no comprendo, sienten la necesidad de hacer algo por mi vaciando los armarios de sus maridos. Me compraron un televisor de segunda mano que apenas veo y una radio que rara vez escucho. Me visitan cada pocas semanas para traerme comida casera, medio solidificada, en recipientes de plastico, y pasamos un rato hablando con incomodidad, sobre todo de mis padres, a quienes ya no les apetece demasiado verme porque soy un recordatorio de las esperanzas perdidas y la amargura que la vida puede proporcionar de modo tan inesperado. Lo acepto e intento mantener las distancias. Mis hermanas se ocupan del pago de las facturas de la calefaccion y la luz. Se aseguran de que me acuerde de cobrar los escasos cheques que llegan desde diversos organismos estatales de ayuda. Comprueban que haya tomado toda la medicacion. A veces lloran, creo, al ver lo cerca que vivo de la desesperacion, pero esa es la impresion que ellas tienen, no la mia, porque en realidad yo me siento bastante comodo. Estar loco te proporciona una vision interesante de la vida. Sin duda, te lleva a aceptar mejor ciertas cosas que te ocurren, excepto las veces en que los efectos de la medicacion se pasan un poco y me siento muy inquieto y enojado por el modo en que me ha tratado la vida.

Pero la mayoria del tiempo, aunque no sea feliz, por lo menos tengo conciencia de las cosas.

Y mi existencia tiene detalles fascinantes, como lo mucho que me he dedicado a estudiar la vida en esta ciudad. Resulta sorprendente cuanto he aprendido en mis recorridos diarios. Voy con los ojos abiertos y los oidos atentos y capto toda clase de informaciones. Desde que me dieron de alta del hospital, despues de que pasaran en el todas las cosas que iban a pasar, me valgo de lo que aprendo, es decir, soy observador. Gracias a mis recorridos diarios he llegado a saber quien tiene una aventura escabrosa con que vecino, que marido se va de casa, quien bebe demasiado, quien pega a sus hijos. Se que negocios tienen dificultades y quien ha heredado dinero de sus padres o quien lo ha ganado con un billete de loteria agraciado. Descubro que adolescente anhela una beca de futbol americano o de baloncesto para ir a la universidad, y que adolescente ira unos meses a visitar a alguna tia lejana para afrontar un embarazo indeseado. He llegado a saber que policias te dan un respiro y cuales son rapidos con la porra o las multas, segun el caso. Y tambien hay todo tipo de observaciones menores que tienen que ver con quien soy y en quien me he convertido, como por ejemplo, la peluquera que al final del dia me hace senas para que entre a cortarme el pelo -para estar mas presentable durante mis recorridos diarios- y despues me da cinco dolares de las propinas de la jornada, o el encargado del McDonald's local, que, cuando me ve pasar, me da una bolsa de hamburguesas y patatas fritas, y que sabe que me gustan los batidos de vainilla y no los de chocolate. Estar loco y caminar por la calle es la forma mas clara de ver la naturaleza humana; puedes observar como la ciudad fluye, como hago con el agua en la escalera para peces.

Y no es que sea un inutil. Una vez vi abierta una puerta de una fabrica a una hora impropia y busque a un policia, que se llevo todo el merito por el robo que impidio. Pero la policia me entrego un certificado cuando anote la matricula de un conductor que tras atropellar a un ciclista se dio a la fuga una tarde de primavera. En otra ocasion actualice eso de entre-ellos-se-conocen, cuando al cruzar un parque lleno de ninos que jugaban me fije en un hombre que me dio mala espina. Tiempo atras, mis voces lo habrian observado y me habrian alertado, pero esta vez me encargue yo solo de mencionarselo a la joven maestra de preescolar que estaba leyendo una revista sentada en un banco a diez metros del cajon de arena y de los columpios sin prestar atencion a los pequenos. Resulto que el hombre habia salido de la carcel hacia poco y era un delincuente sexual habitual.

Esa vez no me dieron ningun certificado, pero la maestra hizo que los ninos me regalaran un dibujo de ellos mismos jugando y con la palabra «gracias» escrita con esa letra extraordinariamente alocada que tienen los ninos antes de que los carguemos de razones y opiniones. Me lleve el dibujo a casa y lo colgue de la pared, sobre la cabecera de la cama, donde aun sigue. Mi vida es gris, y el dibujo me recuerda los colores que podria haber tenido si no hubiera seguido el camino que me condujo hasta aqui.

Este es, mas o menos, el resumen de mi existencia actual. Un hombre en la periferia de la cordura.

Y sospecho que me habria limitado a pasar el resto de mis dias de este modo, sin haberme molestado en contar lo que se sobre todos aquellos hechos que presencie, si no hubiera recibido una carta oficial.

Era un sobre sospechosamente grueso con mi nombre mecanografiado. Destacaba entre el habitual monton de folletos y de cupones de descuento de las tiendas de ultramarinos. No recibes demasiada correspondencia personal cuando vives tan aislado como yo, asi que cuando llega algo fuera de lo corriente, te apresuras a examinarlo. Aparte el correo basura y abri el sobre, lleno de curiosidad. Lo primero que observe fue que habian

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