John Katzenbach

Juicio Final

Titulo original: Just Cause

Traduccion: Maria Alonso y Beatriz Iglesias

Este libro es para mi madre, y en la memoria de estos tres hombres: V. A. Eagle, W. A. Nixon y M. Simons.

AGRADECIMIENTOS

Me siento especialmente agradecido por las contribuciones de mis amigos Joe Oglesby, del Miami Herald, y Athelia Knight, del Washington Post. Sus sabios consejos me ayudaron enormemente en la preparacion de este manuscrito que, por supuesto, habria sido imposible sin el apoyo y la tolerancia de mi esposa, Madeleine Blais, y mis hijos.

Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, tambien este mira dentro de ti.

Friedrich Wilhelm Nietzsche

Mas alla del bien y del mal

El infierno esta plagado de buenas, no de malas intenciones.

George Bernard Shaw

Maximas para revolucionarios

PRIMERA PARTE. PRESOS

Cuando ganas el premio te gastan una broma: ahora ya sabes como empieza tu propia esquela.

1

UN HOMBRE DE OPINIONES

La manana en que recibio aquella carta, Matthew Cowart se desperto en un atipico ambiente invernal.

La noche anterior se habia levantado un viento del norte que no dejaba de soplar y parecia desplazar la noche, tinendo el amanecer de un gris oscuro que desvirtuaba la imagen de la ciudad. Al salir de su apartamento, vio como la brisa sacudia una palmera y hacia que sus hojas sonaran como un monton de espadas.

Se encorvo y lamento no haberse puesto un jersey bajo la gabardina. Cada ano se daban unas cuantas mananas como esa, que prometia cielos grises y vientos borrascosos. La naturaleza gastaba una broma pesada y hacia rezongar a los turistas de Miami Beach que caminaban por la arena. En Little Havana, las ancianas cubanas llevaban gruesos abrigos de lana y maldecian el viento, sin pensar que en verano llevaban sombrilla y maldecian el calor. En las barracas de Liberty City, el frio silbaba y los yonquis, temblorosos, lo combatian con sus cachimbas. Pero en poco tiempo la ciudad recuperaria su sofocante y bochornosa normalidad.

«No sera mas que un dia -penso mientras caminaba con brio-, puede que dos. Entonces el aire calido del sur soplara con mas fuerza y nos olvidaremos del frio.»

Matthew Cowart iba por la vida ligero de equipaje.

Las circunstancias y la mala suerte lo habian privado de muchos ingredientes de la inminente madurez; un simple divorcio lo habia separado de su mujer e hija y la injusta muerte le habia arrebatado a sus padres; sus amigos habian seguido caminos diferentes marcados por carreras prometedoras, cuadrillas de hijos, letras del coche e hipotecas. Durante un tiempo habian intentado que se sumase a las fiestas y excursiones que organizaban, pero, como su soledad fue creciendo y a el no parecia molestarle, las invitaciones fueron a menos y acabaron interrumpiendose. Su vida social se distinguia por esporadicas fiestas de oficina y conversaciones de trabajo. No tenia amante y no acertaba a comprender muy bien por que. Vivia en un modesto apartamento de los anos cincuenta, en lo alto de una empinada colina con vistas a la bahia. Lo habia llenado de muebles viejos, estanterias con novelas de misterio y obras policiacas basadas en hechos reales, una bateria de cocina desportillada pero practica, y unos cuantos grabados enmarcados que colgaban discretamente de la pared.

A veces pensaba que cuando su esposa logro la custodia de su hija, la vida habia perdido todo el color. Satisfacia sus propias necesidades con el deporte (los diez kilometros al dia de rigor en un parque del centro, algun partido de baloncesto improvisado en la YMCA) y el trabajo en el periodico. Se sentia poseedor de una considerable libertad, aunque le preocupaba tener tan pocos compromisos.

El viento, que seguia soplando fuerte, agitaba las tres banderas de la entrada principal del Miami Journal. Se detuvo un momento para contemplar el impasible edificio amarillo. En la fachada figuraba el nombre del periodico estampado en enormes letras rojas de neon. Era un lugar famoso, conocido por su dinamismo y su poder. Por el otro lado, el periodico dominaba la bahia. Desde alli podia ver como las aguas embravecidas rompian contra el muelle donde se descargaban enormes rollos de papel de prensa. En cierta ocasion, mientras estaba en la cafeteria comiendo un sandwich, habia divisado una familia de manaties que retozaban en el agua, a no mas de diez metros del muelle de carga. Sus lomos marrones emergian en la superficie y luego desaparecian bajo las olas. Busco a alguien a quien comentarselo, pero no encontro a nadie; durante los dias siguientes, paso la hora de comer observando la cambiante superficie turquesa en busca de los animales. Eso era lo que le gustaba de Florida: parecia sacada de una selva, que siempre amenazaba con apoderarse de la civilizacion para devolverlo todo a un estado primigenio. El periodico no dejaba de publicar historias sobre caimanes de tres metros y medio que se quedaban atrapados en las vias de acceso a la interestatal e interrumpian el trafico. Aquellas historias le encantaban: una bestia primitiva contra una bestia moderna.

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