Cowart apuro el paso para franquear la puerta giratoria de entrada a la redaccion del Journal, y saludo a la recepcionista, que quedaba medio escondida tras la consola del telefono. Cerca de la entrada habia una pared reservada para placas, menciones y premios: una exposicion de Pulitzers, Kennedys, Cabots, Pyles y otros nombres de menor categoria. Hizo un alto ante una hilera de buzones para recoger el correo de la manana, echo un rapido vistazo a las habituales notas y docenas de comunicados de prensa, proclamas politicas y propuestas que llegaban cada dia de la delegacion del Congreso, la alcaldia, la administracion del condado y diversas comisarias de policia; todos ellos le avisaban de algun suceso que creian merecedor de la atencion periodistica. Suspiro, preguntandose cuanto dinero se iba en esos inutiles esfuerzos. Sin embargo, un sobre capto su atencion y lo separo del resto.

Blanco y delgado, llevaba su nombre y direccion escritos en mayuscula y con trazo fuerte. En la esquina habia un remite: un apartado de correos de Starke, en el norte de Florida. «La prision estatal», penso.

La coloco encima de las otras cartas y se dirigio a su despacho, maniobrando entre las mesas, saludando con la cabeza a los pocos periodistas que habian llegado temprano y que ya hacian trabajar los telefonos. Saludo con la mano al redactor jefe, que leia la ultima edicion con los pies apoyados en su mesa del centro de la sala. Luego traspuso unas puertas que habia al fondo de la sala de redaccion, en las que se leia EDITORIAL. Se hallaba a medio camino de su cubiculo cuando oyo una voz cercana.

– Ah, nuestra estrella llega temprano. ?Que te trae ante la multitud? ?Nervioso por los conflictos de Beirut? ?Desvelado por el programa de reactivacion economica del presidente?

Cowart asomo la cabeza por un tabique.

– Buenos dias, Will. Solo queria usar la linea de larga distancia para llamar a mi hija. Las preocupaciones profundas e inutiles te las dejo a ti.

Will Martin solto una risita y se aparto de la cara un mechon de pelo cano, con un movimiento mas propio de un nino que de un adulto.

– Menuda cara tienes. Cuando acabes, echa un vistazo al articulo de la seccion local; parece que uno de nuestros togados llego a cierto acuerdo para poner en libertad a un viejo amigo acusado de conducir bebido. Podria ser el momento de emprender una de tus archiconocidas cruzadas de crimen y castigo.

– Le echare ese vistazo -prometio Cowart.

– Menudo frio esta manana -se quejo Martin-. ?De que sirve vivir aqui si tienes que llegar al trabajo tiritando? Podria ser Alaska.

– ?Por que no sacamos un editorial contra el mal tiempo? Despues de todo, siempre estamos intentando influir en el cielo. Tal vez nos oigan esta vez.

– Tienes razon. -Sonrio Martin.

– Y tu eres el hombre indicado para hacerlo -dijo Cowart.

– Cierto. No vivo en pecado, como tu; tengo mejor relacion con el Todopoderoso. Eso ayuda en este oficio.

– Porque estas mas cerca de unirte a El que yo.

Su vecino refunfuno.

– ?Que tienes contra los veteranos? -protesto agitando el dedo-. Y puede que tambien seas un sexista, un racista, un pacifista… y todos los demas «istas».

Cowart solto una risita, se fue a su mesa y puso la pila de correo en el centro; aquel sobre quedo encima. Fue a cogerlo mientras con la otra mano marcaba el numero de su ex mujer. «Con un poco de suerte, estaran desayunando», penso.

Sujeto el auricular entre el hombro y el oido, liberando asi la mano mientras se establecia la conexion. Cuando el telefono empezo a sonar abrio el sobre y saco un unico folio amarillo de papel pautado.

Estimado senor Cowart:

Actualmente, espero el dia de mi ejecucion en el corredor de la muerte por un crimen que YO NO COMETI.

– ?Diga?

Dejo la carta encima de la mesa.

– Hola, Sandy. Soy Matt. Solo queria hablar con Becky un minuto. Espero no interrumpir nada…

– Hola, Matt. -Cowart noto que titubeaba-. No, es solo que estabamos a punto de salir. Tom tiene que estar en el juzgado a primera hora, asi que la llevara al colegio, y… -Hizo una pausa-. No, no pasa nada. De todas maneras, hay unas cuantas cosas sobre las que necesito hablar contigo. Pero ellos tienen que irse, asi que se breve.

Cowart cerro los ojos y penso en lo doloroso que le resultaba no formar parte de la vida cotidiana de su hija. Se la imaginaba derramando la leche del desayuno y leyendole libros de noche, sosteniendo su mano cuando se pusiera enferma, admirando las fotografias que se hacia en el colegio. Contuvo la desilusion.

– Claro. Solo queria decirle hola.

– Ahora se pone.

El auricular resono contra la mesa y, en el silencio subsiguiente, Matthew Cowart releyo las palabras finales: YO NO COMETI.

Recordo a su esposa el dia en que se conocieron, en la redaccion del periodico de la Universidad de Michigan. Era bajita, pero su fuerza parecia contrarrestar su talla. Estudiaba diseno grafico y trabajaba a media jornada maquetando, preparando titulares y revisando pruebas de imprenta, apartandose de la cara el ondulado cabello oscuro, tan concentrada que rara vez oia sonar el telefono o reaccionaba a los chistes verdes que inundaban la desenfrenada atmosfera de la redaccion. Era una mujer de orden y precision, con un enfoque de la vida propio de un delineante. Hija del jefe de bomberos local, fallecido en acto de servicio, y de una maestra de primaria, su mayor deseo era acumular bienes y disfrutar de todas las comodidades. El la consideraba guapa, y lo asustaba lo mucho que la deseaba; se sorprendio de que accediera a salir con el, pero aun mas de que, despues de una docena de citas, ya se hubieran acostado.

Por aquel entonces Cowart era redactor jefe de deportes, y eso a ella le parecia una perdida de tiempo; de hecho, solia mofarse de esos hombres supermusculados con extravagantes atuendos que corren detras de balones de formas diversas. El habia procurado instruirla en las distintas modalidades deportivas, pero ella se mostro intransigente. Al cabo de un tiempo, con la relacion ya consolidada, Cowart empezo a cubrir autenticas noticias y a salir a la calle en busca de material para sus articulos. Disfrutaba con las interminables horas de trabajo, la persecucion de la noticia y la tentacion de escribir. Ella pensaba que llegaria a ser famoso, o al menos importante. Lo acompano cuando el consiguio la primera oferta de trabajo en un pequeno diario del centro del pais. Seis anos mas tarde seguian juntos. El dia que Sandy le anuncio su embarazo, Cowart recibio una oferta del Journal. El iba a cubrir los tribunales penales; ella iba a tener a Becky.

– ?Papi?

– Hola, carino.

– Hola, papi. Mama dice que solo puedo hablar un minuto. Tengo que ir al colegio.

– ?Tambien hace frio ahi, cielo? Deberias ponerte un abrigo.

– Vale. Tom me compro uno con un pirata que es todo naranja, como los Bucs. Voy a ponerme ese. Tambien conoci a algunos jugadores. Fueron a una merendola con la que ayudabamos a reunir dinero para los pobres.

– Estupendo -respondio Matthew. «Maldita sea», penso.

– Papi, ?los jugadores son importantes?

Cowart solto una risita.

– Mas o menos.

– Papi, ?te pasa algo?

– No, carino, ?por que?

– Es que nunca me llamas por la manana.

– Es solo que al levantarme te he echado de menos y queria oir tu voz.

– Yo tambien te echo de menos. ?Volveras a llevarme a Disney World?

– Esta primavera. Te lo prometo.

– Vale. Ahora tengo que irme. Tom me esta haciendo senas. ?Ah!, ?sabes que? Los de segundo tenemos un

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