toilettes, cambiando confidencias y risas detras de la puerta. Todo, como si un grupo de ninos se hubiera vestido para jugar a las charadas. La adolescencia es una epoca insulsa, pensaba Marsha a menudo, en especial cuando se tenia que compartir con otros de la misma edad. Habia momentos, y este era uno de ellos, en que anhelaba una compania mas madura.

No la habria de encontrar, sin embargo, en Lyle Dumaire.

Podia verlo entre el grupo apinado contra la puerta, con el rostro congestionado, la camisa con la pechera almidonada arrugada, la corbata negra torcida. Marsha se pregunto como pudo tomarlo alguna vez en serio.

Otras, como ella misma, comenzaban a abandonar la suite, dirigiendose a la puerta exterior, en lo que parecia ser un exodo general. Uno de los muchachos mayores a quien conocia como Stanley Dixon, salio de la otra habitacion. Mientras indicaba con la cabeza la puerta que cerro cuidadosamente tras de si, Marsha pudo oir algunas palabras: «…las muchachas dicen que se marchan… ya han tenido bastante… tienen miedo… estan hartas…».

– …les adverti que no debiamos hacer esto… -dijo otro.

– ?Por que no tomamos algunas de las de aqui? -Era la voz de Lyle Dumaire, con mucho menos control que antes.

– Si, ?pero quien? -Los ojos del pequeno grupo recorrieron la habitacion apreciativamente. Marsha, deliberadamente, los ignoro.

Algunos amigos de Sue Phillipe, la muchacha que se habia desvanecido, trataban de ayudarla a ponerse de pie, sin lograrlo. Uno de ellos, menos ebrio que los demas, la llamo preocupado:

– ?Marsha! Me parece que Sue esta bastante mal. ?Podrias auxiliarla?

Marsha, con desgana, se detuvo, bajando la mirada hacia la muchacha que habia abierto los ojos y estaba recostada, con su rosto infantil muy palido, la boca floja y la pintura de los labios corrida. Con un suspiro interior, Marsha dijo a los otros:

– Ayudadme a llevarla al cuarto de bano -mientras tres de ellos la levantaron, la muchacha ebria comenzo a llorar.

Uno de ellos parecia dispuesto a seguirlas al bano, pero Marsha cerro la puerta con firmeza y echo el cerrojo. Se volvio hacia Sue Phillipe, que se miraba fijamente en el espejo con expresion de horror. Por lo menos, penso Marsha con satisfaccion, el impacto le ha devuelto la sobriedad.

– En tu caso no me preocuparia demasiado -afirmo-. Dicen que a todos nos tiene que suceder alguna vez.

– ?Oh, Dios! Mi madre me matara -las palabras eran un lamento, y termino dirigiendose al inodoro para vomitar.

Sentandose en el borde de la banera, Marsha dijo con sentido practico:

– Te sentiras mejor despues de eso. Cuando termines te lavare la cara, y podras maquillarte de nuevo.

Con la cabeza baja, la otra muchacha asintio con desmayo.

Pasaron diez o quince minutos antes de que salieran del cuarto de bano y la suite estaba casi vacia, aun cuando Lyle Dumaire y sus compinches todavia seguian agrupados al lado de la puerta. Si Lyle intentaba llevarla a su casa, penso Marsha, rehusaria. Otro de los presentes, el que habia pedido ayuda, se adelanto explicando con urgencia:

– Hemos arreglado que una amiga de Sue la lleve a su casa, y asi podra pasar la noche algo mas tranquila. - Tomo del brazo a la joven, que lo siguio protestando. Por sobre el hombro, el muchacho dijo:- Tenemos un coche esperando abajo. Gracias, Marsha.

Esta, aliviada, los vio marcharse.

Estaba cogiendo su abrigo, que habia dejado para ayudar a Sue Phillipe, cuando oyo cerrarse la puerta exterior. Stanley Dixon estaba en pie frente a ella, con las manos a la espalda. Marsha oyo el «click» del cerrojo, que era corrido con suavidad.

– Eh, Marsha -exclamo Lyle Dumaire-. ?Por que tienes tanta prisa?

Marsha conocia a Lyle desde ninos, pero ahora habia una diferencia. Este era un extrano, con la expresion de un bravucon borracho.

– Me voy a casa -respondio.

– Vamos -se tambaleo hacia ella-, no seas aguafiestas… toma una copa.

– No, gracias.

Como si no hubiera oido, insistio:

– No vas a ser una aguafiestas, ?no es cierto? Es solo en privado. -Tenia una fuerte voz nasal y una mirada lasciva.- Algunos ya nos hemos divertido. Y eso hace que deseemos mas de lo mismo. -Los otros dos cuyos nombres no conocia, sonreian.

– No me interesa lo que vosotros deseeis -aun cuando su voz era firme, en el fondo habia una nota de temor. Se dirigio a la puerta, pero Dixon meneo la cabeza.

– Por favor -rogo ella-. ?Por favor, dejame ir!

– Oye, Marsha -dijo Lyle-. Sabemos que tu lo deseas -rio groseramente-. Todas las chicas lo desean. En el fondo, nunca quieren decir que no; lo que quieren decir es: ven a buscarlo -se dirigio a los otros-. ?Eh, muchachos?

El tercero de ellos canturreo suavemente:

– Asi es, asi es… Tienes que entrar y probarlo.

Comenzaron a acercarse.

Marsha giro.

– Os lo advierto… Si me tocais, gritare.

– Seria una lastima que hicieras eso -murmuro Stanley Dixon-, podrias perderte toda la diversion. -De improviso, sin parecer moverse, estaba detras de ella, apretando una mano grande y transpirada contra su boca, y con la otra, sujetando sus brazos. Tenia la cabeza proxima a la de ella, y el olor a whisky de centeno era insoportable.

Ella lucho y trato de morderle la mano, pero sin exito.

– Mira, Marsha -hablaba Lyle con la cara torcida por una sonrisa-, vas a hacerlo, de manera que es mejor que lo goces. Eso es lo que siempre dicen, ?no es asi? Si Stan te suelta, ?prometes no hacer ningun ruido?

Movio la cabeza enfurecida.

Uno de los otros la cogio por los brazos.

– Ven, Marsha, Lyle dice que eres una buena chica. ?Por que no lo pruebas?

Ahora luchaba con desesperacion, pero sin resultado. La garra que la apretaba, no cedia. Lyle la tenia por el otro brazo y juntos la forzaban hacia el dormitorio adyacente.

– Al demonio con ella -dijo Dixon-. Que alguien la coja por los pies.

El muchacho que quedaba se hizo cargo de eso. Ella trato de dar puntapies, pero lo unico que consiguio fue perder los zapatos de tacones altos. Con una sensacion de irrealidad, Marsha se sintio cargada al atravesar la puerta del dormitorio.

– Esta es la ultima vez -advirtio Lyle. La apariencia de buen humor se habia desvanecido-. ?Vas a cooperar o no?

Su respuesta fue luchar con mas violencia.

– Quitale la ropa -dijo alguien.

Y otra voz, que Marsha penso que provenia del que la tenia por los pies, pregunto, vacilante:

– ?Creeis que debemos hacerlo?

– Deja de preocuparte -era Lyle Dumaire-. Nada pasara. Su padre esta en Roma, con alguna mujerzuela.

En la habitacion habia camas gemelas. Resistiendo con furia salvaje, Marsha fue arrojada sobre la mas proxima. Un momento despues estaba tendida, con la cabeza cruelmente presionada hacia atras, al extremo de que no podia ver nada mas que el cielo raso, pintado en otro tiempo de blanco, pero ahora mas parecido al gris, y ornamentado en el centro donde brillaba una luz. El polvo se habia acumulado en el artefacto y al lado habia una mancha amarilla de humedad.

De pronto la luz del cielo raso se apago, pero quedaba un resplandor en la habitacion, de otra lampara encendida. Dixon cambio de postura. Ahora estaba sentado en la cama, proximo a su cabeza, pero los brazos que sujetaban su cuerpo, asi como la mano sobre su boca, eran mas inflexibles que nunca. Sintio otras manos y la histeria se apodero de ella. Contorsionandose, intento dar un puntapie, pero sus piernas estaban sujetas. Trato de girar y hubo un ruido de algo que cedia: su traje de Balenciaga estaba rasgado.

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