– Soy Anna. ?Esta bien miss Marsha?

– Esta bien, pero me pidio que le dijera que pasara la noche en el hotel.

La voz del ama de llaves pregunto:

– ?Quien dijo usted que era?

Peter explico con paciencia.

– Bien, si quiere comprobarlo, ?por que no llama aqui? Es el «St. Gregory», y pida hablar con el subgerente que esta en su escritorio, en la entrada.

La mujer, obviamente mas tranquila, dijo:

– Si, senor, hare lo que me dice. -En menos de un minuto estaban hablando de nuevo.- Esta bien -dijo la mujer.- Ahora estoy segura de quien es. Estabamos preocupados por miss Marsha, ya que su padre esta ausente.

Al poner el receptor en su lugar, se encontro pensando otra vez en Marsha Preyscott. Decidio tener una conversacion con ella al dia siguiente, para averiguar con exactitud lo que habia pasado antes de que tuviera lugar el intento de violacion. El desorden de la habitacion, por ejemplo, planteaba algunas preguntas que no habian tenido respuesta.

Habia advertido que Herbie Chandler lo habia estado mirando con disimulo desde su escritorio. Dirigiendose hacia el, Peter dijo:

– Crei que le habia dado instrucciones para que verificara los desordenes en el undecimo piso.

El rostro de comadreja de Chandler enmarcaba un par de ojos inocentes:

– Claro que lo hice, mister McDermott. Estuve por alli y todo estaba tranquilo.

En efecto, asi habia sido, penso Herbie. Al fin habia subido muy nervioso hasta el undecimo, y para su alivio verifico que cualquiera que hubiese sido el desorden, ya habia terminado. Mejor aun, al volver al salon de entrada, vio que las muchachas invitadas se marchaban sin que nadie les prestara atencion.

– No ha mirado ni escuchado con atencion.

Herbie Chandler movio con obstinacion la cabeza:

– Lo que le puedo decir es que hice lo que usted me indico, mister McDermott. Me dijo que subiera y asi lo hice, aun cuando no es tarea mia.

– Muy bien. -El instinto le dijo que el jefe de botones sabia mas de lo que estaba diciendo. Peter decidio no presionar sobre ese punto.- Hare algunas averiguaciones. Tal vez hable con usted de nuevo.

Cuando volvio a cruzar el salon de la planta baja y entro en el ascensor, tenia conciencia de que ambos, Herbie Chandler y el detective Ogilvie lo observaban. Esta vez subio un solo piso, hasta el entresuelo principal.

Christine lo esperaba en su oficina. Se habia quitado los zapatos y estaba acurrucada sobre sus pies, en el sillon tapizado de cuero que habia ocupado hora y media antes. Tenia los ojos cerrados y los pensamientos muy lejos en tiempo y espacio. Cuando Peter entro, levanto los ojos y se situo en el presente.

– No se case con un hombre que trabaje en un hotel -le advirtio-. Nunca se termina.

– Es una advertencia oportuna -respondio Christine-. No se lo dije, pero tome una naranjada, invitada por ese nuevo sub-chef que se parece a Rock Hudson -estiro las piernas y busco los zapatos-. ?Tenemos mas problemas?

Peter sonrio, sintiendo que la presencia y la voz de Christine eran tonificantes.

– De otras personas, en su mayoria. Se lo contare cuando salgamos.

– ?Adonde?

– A cualquier parte lejos del hotel. Ambos hemos tenido bastante para un solo dia.

Christine lo considero:

– Podriamos ir al Quarter. Hay muchos lugares abiertos. O si lo prefiere, vamos a mi casa; soy un genio para hacer omelettes.

Peter la ayudo a incorporarse y la condujo hasta la puerta; apago la luz de la oficina.

– Omelette -declaro-. Es lo que en realidad tenia deseos de comer, y no lo sabia.

9

Caminaron juntos, sorteando los charcos de agua que habia dejado la lluvia, hasta un aparcamiento situado a manzana y media del hotel. En lo alto, el cielo se estaba limpiando despues del interludio de la tormenta, con una luna en cuarto creciente que comenzaba a aparecer; y alrededor de ellos, la ciudad empezaba a sumirse en el silencio, interrumpido de vez en cuando por algun taxi, y el tap-tap de sus pisadas sonaba hueco a lo largo del canon de edificios en sombra.

El cuidador del aparcamiento, medio dormido, trajo el «Volkswagen» de Christine y subieron en el; Peter, comprimiendo su estatura para sentarse en el asiento de la derecha.

– ?Esto es vivir! ?No le importa que me estire? -Apoyo su brazo a lo largo del respaldo del asiento del conductor, muy proximo, pero sin tocar los hombros de Christine.

Mientras esperaban que cambiaran las luces del semaforo en Canal Strett, uno de los omnibus nuevos, con aire acondicionado, se deslizo hacia el paseo central, frente a ellos.

– Me iba a contar lo que ha sucedido -le recordo ella.

El fruncio el ceno, volviendo sus pensamientos al hotel, y con rapidas y precisas frases le relato lo que sabia referente a la tentativa de violacion de Marsha Preyscott. Christine oyo en silencio, dirigiendo el pequeno automovil hacia el noroeste mientras Peter hablaba, terminando con su conversacion con Herbie Chandler y su sospecha de que el jefe de botones sabia mucho mas de lo que habia dicho.

– Herbie siempre sabe mas. Por eso permanece aqui.

– El hecho de «permanecer aqui» no es una respuesta a todo -dijo Peter, tajante.

El comentario, como ambos sabian, indicaba la impaciencia de Peter por la falta de eficiencia que reinaba dentro del hotel y que por falta de autoridad no podia corregir. En un establecimiento dirigido normalmente, sobre directrices claras y definidas, no habria tales problemas. Pero en el «St. Gregory», no estaba reglamentada gran parte de la organizacion, y las resoluciones finales dependian de Warren Trent, quien las tomaba segun su propio arbitrio.

En circunstancias ordinarias, Peter, graduado con honores en la Escuela de Administracion de Hoteles de la Universidad de Cornell, habria tomado una decision meses atras, buscando trabajo mas satisfactorio en alguna otra parte. Pero las circunstancias no eran normales. Habia llegado al «St. Gregory» precedido por una nube que, sin duda, ocultaria, por mucho tiempo, toda posibilidad de alcanzar otro empleo.

Reflexionaba a veces con mal humor, sobre la forma en que habia arruinado su carrera, y cuya culpa -admitia con honradez- solo la tenia el.

En el «Waldorf», donde habia ido a trabajar despues de graduarse en Cornell, Peter McDermott habia sido el brillante joven que parecia tener el futuro en sus manos. Como subgerente novel, habia sido seleccionado para una promocion, cuando intervinieron la indiscrecion y la mala suerte. En un momento en que debia estar cumpliendo sus tareas y que fue requerido en el hotel, lo descubrieron in fraganti en un dormitorio con una huesped.

Aun asi, podria haber evitado el castigo. Los jovenes atrayentes que trabajan en hoteles acostumbran recibir propuestas de mujeres solas, y la mayoria de ellos sucumben en algun momento de su carrera. Los gerentes, sabiendo eso, podian castigar la primera transgresion con una severa advertencia de que no podia repetirse jamas una cosa similar. Sin embargo, dos factores conspiraron contra Peter. El marido de la mujer en cuestion; ayudado por detectives privados, intervino en el descubrimiento, dando por resultado un divorcio escandaloso que tuvo publicidad, cosa que todos los hoteles aborrecen.

Como si esto fuera poco, hubo una represalia personal. Tres anos antes del desastre del «Waldorf», Peter McDermott se habia casado impulsivamente, y el casamiento pronto termino en una separacion. Hasta cierto punto, su soledad y desilusion habian sido causa del incidente en el hotel. Sin tener en cuenta la causa, y utilizando la reciente evidencia, la esposa separada obtuvo el divorcio.

El resultado final, fue un ignominioso despido, poniendolo en la lista negra de la principal cadena de hoteles.

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