descascarar arroz. A causa de esta ultima excepcion a la regla, A Q estaba todavia sentado en la cocina, fumando, antes de continuar la molienda.

Ama Wu, la unica sirvienta de la casa de Chao, despues de lavar los platos, se sento tambien en el largo banco y se puso a charlar con A Q.

– La senora no come desde hace dos dias, porque el senor quiere comprar una concubina… «Mujer… Ama Wu… esta viudita…», penso A Q. -Y la joven nuera va a tener un hijo en agosto…

«Mujer…», penso A Q.

Dejo la pipa y se levanto.

– La joven nuera… -continuo Ama Wu locuaz.

– ?Acuestate conmigo, acuestate conmigo! -A Q se precipito hacia ella y se arrodillo.

Hubo un momento de absoluto silencio.

– ?Ay, ya! -Ama Wu, turbada por un instante, de pronto se echo a temblar, salio corriendo y empezo a gritar. Los gritos se convirtieron en llanto.

A Q, arrodillado ante la pared, estaba tambien perplejo, de modo que se aferro al banco vacio con ambas manos y se puso de pie despacio, vagamente consciente de que algo andaba mal. En realidad por entonces se encontraba ya en deplorable estado nervioso. Con toda premura metio su pipa en el cinturon y concluyo que debia volver a descascarar arroz. ?Bang!, su cabeza resono con un golpe tremendo y, al volverse rapidamente, vio ante si al bachiller que blandia un gran garrote de bambu.

– ?Como te atreves… Tu!…

El gran garrote de bambu descendio otra vez sobre el. A Q levanto ambos brazos para proteger su cabeza y el garrotazo le dio en los nudillos, causandole bastante dolor. Mientras escapaba por la puerta de la cocina, le parecio que tambien su espalda recibia un golpe.

– ?Huevo de tortuga! -dijo el bachiller, insultandolo en idioma mandarin, a sus espaldas.

A Q huyo hacia el patio donde se hallaba el mortero; alli se quedo solo, sintiendo aun el dolor en los nudillos y recordando todavia lo de «huevo de tortuga», porque esta expresion jamas era empleada por los aldeanos de Weichuang, sino solamente por los ricos que habian visto algo del mundo oficial. De modo que estaba especialmente asustado y tremendamente impresionado. Sin embargo, la obsesion de «Mujer…» se habia disipado. Despues de los insultos y los palos, algo parecia haberse extinguido, y aun se sentia muy ligero de corazon cuando fue a reiniciar su tarea. Despues de descascarar arroz un rato, comenzo a sentir calor y se detuvo para quitarse la chaqueta.

Estaba haciendo esto cuando oyo un tumulto afuera y, como a A Q le gustaba presenciar un tumulto, salio a averiguar la causa del ruido. Este lo llevo directamente al patio interior de la casa del senor Chao. Aunque ya estaba oscuro pudo distinguir a varias personas; toda la familia Chao estaba alli, incluso la senora que hacia dos dias que no comia. Estaban, ademas, la vecina Septima Cunada Zou y los verdaderos parientes Chao Bai-yan y Chao Si-chen.

La joven nuera conducia a Ama Wu fuera el recinto de los sirvientes y le decia:

– Ven fuera… No te quedes ahi encerrada, pensando en eso…

– Todos saben que eres una buena mujer -dijo la Septima Cunada Zou-, no debes pensar en suicidarte.

Ama Wu solo atinaba a reiterar sus lamentos, sin que fuera posible entender por completo lo que decia.

– ?Je! esto esta interesante -penso A Q-. ?Que estara tramando la viudita?

Con el deseo de informarse, se dirigio a Chao Si-chen, pero de pronto vio al hijo del senor Chao que venia hacia el con el maldito palo de bambu en la mano. A la vista del palo recordo subitamente que habia sido golpeado con el y vio que, segun todas las apariencias, su persona estaba relacionada con la excitacion reinante. Dio media vuelta y echo a correr, con la esperanza de escapar hacia el patio, pero sin prever que el gran garrote de bambu podia cortarle la retirada; por lo tanto, volvio a girar y corrio en direccion opuesta, escapando sin mayores consecuencias por la puerta trasera. Y en muy corto tiempo estuvo de regreso en el Templo de los Dioses Tutelares.

Tras permanecer un rato sentado, su piel comenzo a ponerse como la de las gallinas y sintio frio, porque aunque era primavera, las noches estaban todavia bastante frescas y no eran apropiadas para espaldas desnudas. Entonces recordo que habia dejado su chaqueta en casa de la familia Chao, pero temia que, si regresaba a buscarla, le hicieran probar otra dosis del gran palo de bambu del bachiller.

Entonces entro el alcalde.

– ?A Q, hijo de perra! -dijo. Asi es que llegas a injuriar hasta a la sirvienta de la familia Chao. Tu eres simplemente un rebelde. Me has echado a perder el descanso de esta noche. ?Hijo de perra!…

Luego le cayo un torrente de lecciones y naturalmente A Q nada tuvo que decir. Finalmente, pues ya era tarde, A Q tuvo que doblar el soborno y dar al alcalde cuatrocientas sapecas; pero como en aquel momento no tenia dinero contante, dio su sombrero de fieltro como garantia y suscribio los siguientes cinco puntos:

1. A la manana siguiente debia llevar un par de velas de color rojo, de una libra, y un atado de varillas de incienso a la familia Chao, para pedir perdon por su falta.

2. A Q debia pagar a los monjes taoistas que la familia Chao habia llamado para exorcizar a los espiritus infernales ahorcados.

3. A Q no debia jamas volver a poner los pies en el umbral de la casa de Chao.

4. Si cualquier desgracia le ocurria a Ama Wu en el futuro, A Q seria considerado responsable.

5. A Q no debia ir a reclamar ni su salario ni su chaqueta.

Desde luego, A Q se mostro de acuerdo en todo, solo que desgraciadamente no tenia dinero en ese momento. Por fortuna, ya habia llegado la primavera, de manera que bien podia pasarselas sin la manta guateada; de modo que la empeno por dos mil sapecas para ajustarse a las estipulaciones del convenio. Despues de arrodillarse y tocar el suelo con la frente, desnudo el busto, aun le quedaban algunas sapecas y, en lugar de ir a recuperar su sombrero de manos del alcalde, las gasto todas en vino.

Pero la familia Chao no quemo incienso ni encendio las velas, porque todo ello podia usarse cuando la senora rindiera adoracion a Buda; de modo que los apartaron con ese proposito. La chaqueta fue casi enteramente convertida en panales para el bebe que tuvo la joven nuera en agosto, en tanto los jirones restantes los empleaba Ama Wu como suela para sus zapatos.

V. El problema de la subsistencia

Una vez A Q hubo terminado aquella ceremonia, regreso como siempre al Templo de los Dioses Tutelares. El sol se habia ocultado y A Q fue cayendo en pensar que algo raro ocurria en el mundo. Reflexiono meticulosamente y llego a la conclusion de que probablemente ello fuese asi porque tenia la espalda desnuda. Recordo que tenia aun la vieja chaqueta forrada, se la puso y se acosto, y cuando abrio los ojos el sol brillaba de nuevo en lo alto de la muralla occidental. Se incorporo murmurando: -Hijo de perra…

Se levanto y fue a vagar por las calles como de costumbre y de nuevo le vino el pensamiento de que algo raro ocurria en el mundo, aunque algo diferente del frio que le heria el pellejo, ya que iba con la espalda desnuda. Al parecer, desde aquel dia todas las mujeres de Weichuang se avergonzaban ante el, al punto que, cuando veian a A Q, todas se refugiaban dentro de las casas. Y hasta la propia Septima Cunada Zou, que tenia casi cincuenta anos, se retiraba precipitadamente con las demas, llamando a su hija de once anos. Esto le parecio sumamente extrano a A Q y penso: «Estas criaturas se han puesto timidas como senoritas. ?Putas!»

Varios dias despues, sin embargo, volvio a sentir, aun con mayor fuerza, que el mundo funcionaba de un modo raro. En primer lugar, le negaron el credito en la taberna; en segundo lugar, el viejo encargado del Templo de los Dioses Tutelares hizo algunas observaciones impertinentes como para significar que A Q debia irse; en tercer lugar, aunque no podia recordar el numero exacto de dias, transcurrieron muchos sin que nadie viniera a contratarlo para trabajo alguno. Sin el credito de la taberna podia pasarse; si el viejo seguia urgiendole a que se marchara, podia hacer caso omiso de su verbosidad; pero como nadie vino a darle trabajo, tuvo que pasar hambre. Y esto si que era una situacion de «hijo de perra».

Cuando A Q no pudo aguantar mas, se fue a casa de sus antiguos patrones para averiguar que pasaba -solo le estaba prohibido cruzar el umbral de la casa del senor Chao-, pero se encontro con algo muy extrano: solo aparecio un hombre de pesimo humor que agitaba el puno como tratando de alejar a un mendigo, diciendo:

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