estoy diciendo?

– Eso creo.

– Su regreso aqui no esta garantizado. Esta en periodo de pruebas durante un ano. Asi que considerese otra vez un novato. El novato mas viejo de todos. Apruebo su regreso, pero puedo echar le sin esgrimir ninguna razon en el curso de un ano. No me de una razon.

Bosch no respondio. Supuso que no se esperaba respuesta.

– El viernes graduamos a una nueva promocion de cadetes de la academia. Me gustaria que estuviera alli.

– ?Senor?

– Quiero que este presente. Quiero que vea la abnegacion en los rostros de nuestros jovenes. Quiero que vuelva a familiarizarse con las tradiciones de este departamento. Creo que puede ayudarle, ayudarle a recuperar la abnegacion.

– Si quiere que este presente, alli estare.

– Bien. Le vere el viernes. Estara en la tribuna de personalidades como invitado mio.

El jefe escribio un recordatorio de la invitacion en el cuaderno que tenia a su lado en el cartapacio. Despues dejo el boligrafo y levanto la mano para senalar a Bosch con un dedo. Su mirada adopto una especial intensidad.

– Escucheme, Bosch. Nunca rompa la ley para obligar a cumplir la ley. En todo momento haga su trabajo de acuerdo con la Constitucion y compasivamente. No aceptare otros modos. Esta ciudad no aceptara ningun otro modo. ?Estamos de acuerdo en eso?

– Estamos de acuerdo.

– Entonces hemos terminado.

Bosch se levanto. El jefe lo sorprendio cuando se levanto a su vez y extendio la mano. Bosch penso que queria saludarle y le tendio la suya. El jefe del departamento le puso algo en la palma, y Bosch miro y vio su chapa dorada de detective. Habia recuperado su viejo numero. No se lo habian dado a otro. Casi sonrio.

– Llevela como merece -dijo el jefe de policia-. Y con orgullo.

– Lo hare.

Esta vez si se estrecharon las manos, pero al hacerla el jefe no sonrio. -El coro de las voces olvidadas - dijo.

– ?Disculpe, jefe?

– Es lo que me vino a la cabeza cuando pense en los casos que hay en Casos Abiertos. Es una casa de los horrores. Nuestra mayor verguenza. Todas esas voces. Cada una de ellas es como una piedra arrojada a un lago. Las ondas se extienden a traves del tiempo y de las personas. Familias, amigos, vecinos… ?Como podemos considerarnos una ciudad cuando hay tantas ondas, cuando este departamento ha olvidado tantas voces?

Bosch solto la mano del jefe y no dijo nada. No tenia respuesta para esa pregunta.

– Cambie el nombre de la unidad cuando entre en el departamento. No son casos apagados, detective. Nunca dejan de arder. No para alguna gente.

– Eso lo entiendo.

– Entonces baje alli y resuelva casos. Ese es su arte. Por eso lo necesitamos, y por eso esta aqui. Por eso me arriesgo con usted. Muestreles que no olvidamos. Muestreles que en Los Angeles los casos no se enfrian ni se apagan.

– Lo hare.

Bosch lo dejo alli, todavia de pie y quizas acechado por las voces. Como el mismo. Harry penso que tal vez por primera vez habia conectado a cierto nivel con el hombre que regia los destinos del departamento. En el ejercito se dice que entras en la batalla y luchas y estas dispuesto a morir por los hombres que te envian. Bosch nunca sintio eso cuando avanzaba en la oscuridad de los tuneles de Vietnam. Habia sentido que estaba solo y que estaba luchando por si mismo, por permanecer vivo. Lo mismo habia sentido en el departamento, y en ocasiones habia adoptado el punto de vista de que estaba luchando a pesar de los hombres de arriba. Quizas en esta ocasion las cosas serian diferentes.

En el pasillo pulso el boton del ascensor con mas fuerza de la necesaria. Se sentia demasiado nervioso y energico, y conocia el motivo. El coro de las voces olvidadas. El jefe parecia conocer la cancion que entonaban. Y Bosch, ciertamente, tambien. Habia pasado la mayor parte de su vida escuchando esa cancion.

2

Bosch bajo en el ascensor un solo piso, hasta el quinto. Ese tambien era territorio desconocido para el. La quinta siempre habia sido una planta civil. Basicamente albergaba muchas de las oficinas administrativas de nivel medio y bajo del departamento, la mayoria de ellas llenas de empleados no juramentados, encargados de los presupuestos, analistas, chupatintas. Civiles. Antes nunca habia tenido ningun motivo para ir a la quinta.

N o habia carteles en el vestibulo del ascensor que senalaran a despachos especificos. Era la clase de planta en la que la gente sabia adonde iba antes de salir del ascensor. Pero Bosch no. Los pasillos de la planta formaban la letra H, y el se equivoco de direccion dos veces antes de encontrar por fin la puerta marcada con el numero 503. No ponia nada mas en la puerta. Hizo una pausa antes de abrirla y penso en lo que estaba haciendo y en lo que estaba comenzando. Sabia que era la opcion correcta. Era casi como si pudiera escuchar las voces que atravesaban la puerta. Las ocho mil voces.

Kiz Rider estaba sentada en lo alto de una mesa, justo al otro lado de la puerta, sorbiendo una taza de cafe humeante. El escritorio parecia el puesto de trabajo de un recepcionista, pero Bosch sabia por sus frecuentes llamadas en las semanas previas que no habia recepcionista en esa brigada. No habia dinero para semejante lujo. Rider levanto la muneca y sacudio la cabeza al mirar el reloj.

– Pensaba que habiamos quedado a las ocho en punto -dijo-. ?Es asi como van a ser las cosas, companero? ?Vas a presentarte cada manana a la hora que te apetezca?

Bosch miro su reloj. Eran las ocho y cinco. Observo a Rider y sonrio. Ella tambien sonrio.

– Pues aqui es -dijo.

Rider era una mujer de baja estatura y con unos pocos kilos de mas. Llevaba el pelo corto y habian empezado a aparecer las primeras canas. Era de tez muy oscura, lo cual hacia que su sonrisa resultara mas brillante. Bajo del escritorio y cogio una taza de cafe que estaba detras del lugar donde ella habia estado sentada.

– A ver si lo recordaba bien. Bosch examino la taza y asintio.

– Negro, como me gustan mis companeros.

– Muy gracioso. Tendre que denunciarte por eso.

Rider se adentro en el despacho. Parecia vacio. Era grande, incluso para una sala de brigada de nueve investigadores, cuatro equipos y un agente al mando. La pintura de las paredes era de un tono azul suave, como el que Bosch veia con frecuencia en las pantallas de ordenador: El suelo estaba enmoquetado en gris. No habia ventanas; en los puntos donde deberian haber estado, habia tablones de anuncios o fotografias de escenas de crimenes de muchos anos atras, bellamente enmarcadas. Bosch sabia que, en aquellas imagenes en blanco y negro, los fotografos habian antepuesto sus dotes artisticas a sus deberes clinicos. Las sombras daban ambiente a la imagen, pero ocultaban demasiados detalles de la escena del crimen.

Al parecer, Rider adivino que estaba mirando las fotos.

– Me dijeron que ese escritor James Ellroy las eligio y las hizo enmarcar para la oficina -dijo.

Kizmin Rider lo condujo en torno a una mampara que dividia la sala en dos y le hizo pasar a un espacio donde habian juntado dos mesas de acero grises para que los detectives se sentaran uno enfrente de otro. Rider dejo su cafe en una de ellas. Ya habia carpetas apiladas y objetos personales como una taza llena de boligrafos y un marco situado en un angulo que impedia ver la foto que contenia. Habia asimismo un ordenador portatil abierto y zumbando en la mesa. Ella se habia trasladado a la brigada la semana anterior, mientras Bosch todavia estaba solucionando tramites como la revision medica y el papeleo final que lo llevo de nuevo al trabajo.

La otra mesa estaba limpia y vacia. Esperandole. Bosch se coloco detras de ella y dejo su cafe. Contuvo la sonrisa lo mejor que pudo.

– Bienvenido otra vez, Roy -dijo Rider.

El comentario suscito la sonrisa. A Bosch le hizo sentir bien que lo llamaran Roy otra vez. Era una tradicion que

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