Bobby Tom se paro en la puerta y le dirigio a su agente la mirada; la mirada penetrante de sus ojos azules que todos los defensas de la liga habian aprendido a temer.

– Llama a esa gente de Windmill ahora mismo y diles que no venga ese guardaespaldas.

Aunque la peticion fue dicha con suavidad, Jack no se engano. Bobby Tom siempre sabia exactamente lo que queria y generalmente lo obtenia.

– Me temo que ya hay alguien en camino. Y es un escolta, no un guardaespaldas.

– Les dije que yo iria a Telarosa, y lo hare. Si aparece un maldito guardaespaldas y cree que puede darme ordenes, sera mejor que sea un hombre tenaz porque, de otra manera, volvera con mis iniciales grabadas en el trasero.

Jack miro el sobre amarillo que tenia delante y decidio que ese no era el mejor momento para decirle a Bobby Tom que el “hombre tenaz” que enviaba Windmill Studios respondia al nombre de Gracie Show. Mientras deslizaba el sobre debajo de una carpetilla deseo que la senorita Show tuviese un buen culo, unas tetas de infarto y los instintos de una pirana. De cualquier otra manera, no iba a tener ninguna posibilidad contra Bobby Tom Denton.

*****

El pelo de Gracie Show era un desastre. Mientras la humeda brisa nocturna de principios de julio empujaba un mechon de su pelo castano cobrizo delante de sus ojos, decidio que deberia haberse pensado mejor lo de confiar en un peluquero llamado Mister Ed. Sin embargo, no creia que se debiese hacer hincapie en algo tan negativo, asi que en vez de pensar en la desastrosa permanente, cerro la puerta del coche de alquiler y camino por la acera en direccion a la casa de Bobby Tom Denton.

Media docena de coches estaban aparcados en el curvo camino de acceso, y al acercase a la estructura de madera y vidrio que asomaba sobre el lago Michigan, oyo musica sonando con gran estruendo. Eran las nueve y media. Desearia poder posponer el encuentro hasta el dia siguiente, cuando estuviera mas descansada y menos nerviosa, pero simplemente no podia darse el lujo de disponer de tiempo. Necesitaba probar a Willow Craig lo eficazmente que podia solucionar su primera responsabilidad real.

Era una casa inusual, baja y armonica, con el tejado en un angulo agudo. Las puertas principales estaban lacadas y tenian unos pomos de aluminio que parecian huesos. No podia decir que la casa fuera precisamente de su gusto, pero era interesante. Tratando de ignorar las mariposas de su estomago, resueltamente presiono el timbre y estiro con fuerza la chaqueta de su mejor traje azul marino, sin forma y con una falda que no era ni larga ni corta, sino simplemente pasada de moda. Deseo que la falda no se hubiera arrugado tanto en el vuelo de Los Angeles al Aeropuerto O’Hare de Chicago, pero la ropa nunca habia sido lo suyo. Algunas veces pensaba que su sentido de la moda se habia atrofiado al haber crecido con tanta gente mayor alrededor, porque siempre parecia ir al menos con dos decadas de retraso.

Cuando presiono el timbre otra vez, creyo oir la reverberacion de un gong desde el interior, pero la musica era tan fuerte, que no estuvo segura. Un pequeno hormigueo de anticipacion recorrio su cuerpo. La fiesta sonaba salvaje.

Aunque Gracie tenia treinta anos, nunca habia asistido a una fiesta salvaje. Se pregunto si habria peliculas pornograficas y platitos con cocaina pasandose entre los invitados. Estaba casi segura de que lo desaprobaria, pero no tenia en realidad ningun tipo de experiencia al respecto, asi que se reservo la opinion. Despues de todo, ?como iba a forjarse una nueva vida si no estaba abierta a nuevas experiencias? No era que fuera a experimentar con drogas, pero, en lo que respecta a peliculas pornograficas…, quiza pudiera echar una miradita.

Presiono el timbre dos veces seguidas y retiro otro caprichoso mechon de pelo hacia su trenza despeinada. Habia esperado que su nueva permanente eliminase la necesidad de utilizar ese peinado tan anticuado pero comodo, que habia utilizado sin descanso durante la decada anterior. Habia imaginado algo suave y ondulado que la hiciera sentir una mujer nueva y la permanente de Mister Ed era tan marcada que no se acercaba ni de lejos a lo que ella tenia en mente.

?Por que no habia recordado a tiempo sus anos de adolescente cuando todos sus esfuerzos de autosuperacion habian resultado desastrosos? Se habia pasado meses con el pelo verde por haber calculado mal la cantidad de peroxido de un tinte y otra vez se le habia puesto la piel hecha un desastre por una reaccion alergica a una crema para pecas. Aun oia las carcajadas de sus companeros de clase de secundaria cuando los algodones que rellenaban su sujetador se habian movido mientras comentaba para la clase un libro de lectura obligada. Ese incidente habia sido un golpe mortal y en ese mismo momento se habia prometido a si misma aceptar las francas palabras que su madre habia dicho desde que Gracie tenia seis anos:

Desciendes de una larga serie de mujeres feas, Gracie Snow. Acepta que nunca seras guapa y viviras bastante mas feliz.

Era de altura mediana, ni lo suficientemente baja como para ser graciosa, ni lo suficientemente alta para resultar esbelta. Aunque no estaba precisamente plana, se encontraba en el nivel mas cercano. Sus ojos no eran ni ardientemente castanos ni chispeantemente azules, sino de un gris de dificil descripcion. Su boca era demasiado ancha, su barbilla demasiado terca. Ni se molestaba en agradecer su piel clara, pues montones de pecas se esparcian sobre su nariz, ni tampoco que esta ultima fuera pequena y recta. Lo que hacia era concentrarse en los dones que Dios le habia dado: inteligencia, extrano sentido del humor e insaciable interes por todos los aspectos de la condicion humana. Se decia a si misma que la fuerza de caracter era mas importante que cualquier tipo de belleza y solo cuando estaba mas deprimida en casa deseaba poder cambiar un poco de integridad, una pizca de virtud o parte de sus dotes organizativas por una talla mas de sujetador.

La puerta finalmente se abrio, sus pensamientos y ella se encontraron cara a cara con uno de los hombres mas feos que habia visto nunca: gigantesco, con grueso cuello y hombros desnudos y protuberantes. Lo miro con interes al tiempo que los ojos del hombre descendian rapidamente por su traje azul marino y su impoluta blusa blanca de poliester hasta sus zapatos negros.

– ?Si?

Enderezo los hombros y alzo la barbilla una pizca.

– Estoy aqui para ver al Sr. Denton.

– Pues ya era hora. -Sin previo aviso, la agarro del brazo y tiro de ella hacia el interior-. ?Trajiste musica?

Ella se alarmo ante la pregunta, percibiendo solo una vaga impresion del vestibulo: suelo de caliza y un monton de aluminio en la escultura de la pared junto con un soporte de granito para un casco de samurai.

– ?Musica?

– Claro, le dije a Stella que se asegurara de que traias tu propia musica. No importa. Guardo la cinta que se dejo la ultima chica que vino.

– ?La cinta?

– Para Bobby Tom en el jacuzzi. Los chicos y yo queriamos darle una sorpresa. Espera aqui mientras lo preparo todo. Luego entraremos juntos.

Sin mas, desaparecio por una puerta corredera de shoji [3] que habia a la derecha. Lo siguio con la mirada, entre alarmada y curiosa. Obviamente la habia confundido con otra persona, ya que sabia que Bobby Tom no aceptaba llamadas de Windmill Studios; se pregunto si deberia aprovechar el malentendido.

La vieja Gracie Snow habria esperado pacientemente a que regresara para poder explicarle su mision, pero la nueva Gracie Show tenia ante si la aventura que tan ardientemente deseaba y siguio el sonido de la aspera musica a lo largo de un pasillo.

Las habitaciones que paso no se parecian a ninguna que ella hubiera visto antes. Siempre habia estado secretamente avida de sensaciones y solo con ver no la llenaba. Sentia comezon en las manos por acariciar la aspereza de la escultura de hierro oxidado y los bloques de granito donde se asentaba, que parecia un arbol prehistorico seccionado. Queria sentir en la punta de sus dedos la textura de las paredes, algunas de las cuales estaban lacadas en un gris palido mientras que otras estaban cubiertas por trozos de cuero gastado color ceniza. El mobiliario era otro tema, como un divan tapizado en loneta con un estampado tipo cebra que parecia llamarla por senas y el aroma de eucalipto que salia de unas urnas antiguas tentando sus orificios nasales.

Entremezclandose con el eucalipto, distinguio el olor a cloro. Al rodear un gran macizo de grandes rocas que ocultaban artisticamente la pared, abrio mas los ojos con sorpresa. El pasillo desembocaba en una lujosa gruta, cuyas paredes eran enormes laminas de vidrio desde el suelo al techo. Palmas, bambu y alguna otra planta exotica

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