motivo para ello.

Luchetti, su capitan, lo habia jodido bien, razon de mas para volver a fumar.

Entrecerro los ojos tras el humo clavandolos despues en una mujer con una abundante melena de rizos cobrizos hasta la mitad de la espalda. La brisa le agito el pelo que floto sobre los hombros. No necesitaba verle la cara para saber que estaba parada en mitad de Ann Morrison Park estirando los brazos hacia arriba como una diosa adorando el cielo gris.

Su nombre era Gabrielle Breedlove y poseia una tienda de curiosidades en el distrito historico de Hyde Park junto con su socio, Kevin Carter. Ambos eran sospechosos de utilizar la tienda como tapadera de otros negocios mas lucrativos como la venta de antiguedades robadas.

Ninguno de los dos estaba fichado y nunca habrian atraido la atencion de la policia si hubieran seguido operando a pequena escala, pero les habia podido la avaricia. La semana anterior habian robado una famosa pintura impresionista al hombre mas rico del estado, Norris Hillard, mas conocido como «El Rey de las Patatas». En Idaho su poder e influencia solo eran inferiores al poder de Dios. Solo alguien con un buen par de cojones [1] le robaria un Monet al Rey de las Patatas. Hasta ahora, Gabrielle Breedlove y Kevin Carter eran las mejores pistas del caso. Un informante de la carcel habia dado sus nombres a la policia y cuando los Hillard revisaron sus registros habian descubierto que seis meses antes Carter habia estado en casa de los Hillard examinando una coleccion de lamparas Tiffany.

Joe aspiro el humo y lo exhalo lentamente. La pequena tienda de antiguedades en Hyde Park era la tapadera perfecta y se hubiera apostado el huevo izquierdo a que el senor Carter y la senorita Breedlove solo esperaban a que se enfriaran las cosas para entregar el Monet a algun traficante de arte a cambio de un monton de pasta. La mejor manera de recuperarla era encontrar la pintura antes de que pasara al traficante y desapareciera.

El Rey de las Patatas le habia montado una buena bronca al alcalde Walker que a su vez se la habia montado al capitan Luchetti y a los detectives de la brigada antirrobo. El estres hacia que algunos polis se volcaran en la botella, pero Joe no. No era de los que les gustaba empinar el codo. Mientras vigilaba a la sospechosa tomo otra larga calada del Marlboro y repaso mentalmente todos los datos que habia conseguido sobre la senorita Breedlove.

Sabia que habia nacido y crecido en un pequeno pueblo del norte de Idaho. Su padre habia muerto cuando era nina, y habia vivido con su madre, su tia y su abuelo.

Tenia veintiocho anos, media casi uno setenta y cinco y pesaba alrededor de sesenta kilos. Sus piernas eran largas. Sus pantalones no. La vio inclinarse hasta tocar el suelo con las manos y disfruto de la vista igual que del pitillo. Desde que le habian asignado la tarea de seguirla habia desarrollado un profundo aprecio por la dulce forma de su trasero.

Gabrielle Breedlove. Su nombre sonaba a estrella pornografica, como Mona Lot o Candy Peaks. Joe nunca le habia hablado, pero habia estado lo suficientemente cerca de ella como para saber que tenia todas las curvas adecuadas en los lugares precisos.

Y su familia tampoco era desconocida en el estado. La Compania de Minas Breedlove habia operado en el norte durante noventa anos antes de ser liquidada a mediados de los setenta. Al mismo tiempo, habia hecho inversiones muy fuertes, pero nefastas, lo que sumado a una mala gestion hizo menguar considerablemente la fortuna familiar.

La observo hacer algun tipo de estiramiento de yoga sobre un solo pie antes de empezar a correr con un trote corto. Joe lanzo el Marlboro a la hierba cubierta de rocio y se aparto del Chevy. La siguio a traves del parque y atraveso la cinta de asfalto negro conocido como el cinturon verde.

El cinturon verde corria paralelo al rio Boise y se abria paso por la capital conectando los ocho parques principales a lo largo de su recorrido. El fuerte olor del agua del rio y de los alamos de Virginia llenaba el aire matutino mientras las hebras de algodon que flotaban en el aire se pegaban a la pechera de la sudadera de Joe.

Joe controlo su respiracion, lenta y pausada, mientras corria al mismo ritmo que la mujer que iba quince metros por delante de el. Toda la semana anterior, desde el robo, la habia seguido aprendiendo sus habitos, la clase de informacion que no podia obtener del gobierno o de archivos, ya fueran publicos o privados.

Hasta donde el sabia, ella siempre hacia el mismo recorrido de mas de tres kilometros y llevaba puesta la misma rinonera negra. Corria mirando constantemente a su alrededor. Al principio habia sospechado que iba en busca de algo o alguien, pero nunca se habia reunido con nadie. Tambien le preocupaba que sospechara que la seguia, pero habia tenido cuidado de ponerse ropa diferente todos los dias, de aparcar en sitios distintos y cambiar el lugar de vigilancia. Algunos dias se cubria el pelo oscuro con una gorra de beisbol y vestia de chandal. Esa manana se habia atado un panuelo rojo a la cabeza y se habia puesto la sudadera gris de la universidad de Boise.

Dos hombres con brillantes chandales azules corrian por el cinturon verde hacia el. Cuando rebasaron a la Srta. Breedlove, giraron la cabeza y observaron el balanceo de sus pantalones cortos y blancos. Cuando volvieron a mirar al frente, llevaban identicas sonrisas de aprecio. Joe no les culpo por intentar echarle una ultima mirada. Tenia largas piernas y un culo fabuloso. Era una pena que estuviera destinado a ser tapado por un uniforme de prision.

Joe la siguio fuera del Ann Morrison Park a traves de un puente peatonal, procurando permanecer a una distancia prudencial mientras continuaban a lo largo del rio Boise.

Su perfil no se ajustaba al tipico ladron. A diferencia de su socio ella no estaba cubierta de deudas hasta las cejas. No le iba el juego y no era adicta a las drogas, lo cual dejaba solo dos motivos posibles para que una mujer como ella participara en un delito de tal envergadura.

Uno eran las emociones fuertes, y Joe, ciertamente, podia entender cuanto atraia vivir en el filo de la navaja. La adrenalina era una droga potente. Bien sabia Dios cuanto le habia gustado a el. Le habia encantado la manera en que se le metia bajo la piel poniendole los pelos de punta y haciendole temblar de excitacion.

El segundo era mas comun, el amor. El amor solia meter a las mujeres en demasiados problemas. Habia conocido a muchas de ellas que se desvivian por algun desgraciado hijo de puta que no dudaba en venderlas al mejor postor para salvarse. Joe ya no se asombraba de lo que algunas mujeres eran capaces de hacer por amor. Ya no le sorprendia encontrarlas en la carcel cumpliendo condena por sus hombres con el rimel corrido soltando la misma mierda de siempre: «no tengo nada malo que contarte de fulanito, lo amo».

Los arboles por encima de la cabeza de Joe se volvieron mas densos mientras la seguia hasta el segundo parque. Julia Davis Park era mas exuberante, mas verde y tenia la ventaja anadida de los museos historicos de arte, el Zoo de Boise y, por supuesto, el Tootin Tater Tour Train.

Sintio que se le salia algo del bolsillo un instante antes de oir un plaf en el pavimento. Metio la mano en el bolsillo vacio y giro la cabeza para ver el paquete de Marlboro en mitad del camino. Vacilo unos segundos antes de volver sobre sus pasos. Algunos cigarrillos habian salido rodando sobre el asfalto y se apresuro a cogerlos antes de que cayeran a un charco cercano. Su mirada se desplazo a la sospechosa que corria con su habitual trote lento, luego volvio a los cigarrillos.

Los coloco dentro del paquete procurando no romperlos. Tenia intencion de disfrutar de todos y cada uno de ellos. No le preocupaba perder su objetivo. En realidad, ella corria casi tan rapido como un viejo perro con artritis, algo que agradecio en ese momento.

Cuando volvio la mirada al camino, se quedo quieto un instante y luego lentamente metio la cajetilla otra vez en el bolsillo. Todo lo que veian sus agudos ojos era la sombra negra de los imponentes arboles y la hierba. Una racha de viento agito las pesadas ramas en lo alto y le aplasto la sudadera contra el pecho.

Dirigio la mirada hacia la izquierda divisando, al otro lado del parque, la silueta de Gabrielle dirigiendose hacia el zoologico y la zona de juegos infantiles. Comenzo a seguirla de nuevo. Por lo que podia ver, el parque estaba vacio. Cualquiera con un poco de materia gris en la cabeza se habria apresurado a largarse antes de que estallase la inminente tormenta. Pero solo porque el parque pareciera estar vacio no queria decir que la sospechosa no fuera a reunirse con alguien.

Cuando un sospechoso se apartaba del patron habitual normalmente queria decir que algo estaba a punto de suceder. El sabor de la adrenalina desbordo su garganta y le dibujo una sonrisa en los labios. Joder, no se habia sentido tan vivo desde la ultima vez que habia perseguido a un camello por un callejon en la zona norte.

La perdio de vista una vez mas mientras pasaba por delante de los aseos y desaparecia en la parte de atras. Anos de experiencia le hicieron mantener las distancias mientras esperaba verla de nuevo. Cuando despues de un

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