llegado alli a los veinte anos para pasar seis meses en el remoto interior de Australia, la zona mas despoblada del pais. Ella tenia diecisiete anos.

Ahora tenia veintisiete. Habia llegado el momento de seguir adelante, de alejarse de aquel lugar y de un amor destinado al fracaso desde el comienzo.

Llevaba postergandolo demasiado tiempo, intentando mantener presentable el lugar por si conseguia encontrar compradores, pero llevaba en venta desde la muerte de su padre, hacia ya seis meses. Economicamente, no podia mas y cada vez le resultaba mas triste ver como todo iba deteriorandose. Por fin habia tomado la decision de trasladar su puesto de profesora de la Escuela del Aire al centro que la organizacion de educacion por radio e Internet tenia en Alice Springs. Aquello era el final.

Toco la tumba de su hijo por ultima vez, destrozada por el dolor y el arrepentimiento. Luego levanto la mirada al oir un ruido que rompia el silencio de aquella calida manana de abril.

Un helicoptero se acercaba por el este. Era grande, mucho mas que los que solian tener los grandes terratenientes de la zona. Era completamente negro y le resulto casi amenazador al verlo sobrevolar los prados cercanos, directo hacia la casa.

Holly cerro los ojos un segundo. Muy poca gente habia ido a visitar la propiedad desde que la habia puesto en venta, y nadie se habia mostrado realmente interesado. Munwannay necesitaba una enorme inversion de capital y de ganas para poder convertirla de nuevo en el lugar magnifico que habia sido en otro tiempo. Si los pasajeros de aquel helicoptero eran potenciales compradores, reaccionarian igual que los demas; se pasearian por la vieja casa, observarian la estructura anticuada y maltrecha de las edificaciones anexas y se irian. Bien era cierto que cualquiera que fuera en ese helicoptero tenia mas dinero que todos los que habian pasado por alli hasta el momento, pero eso tambien queria decir que podria permitirse un lugar mas prestigioso y en mejor estado.

Holly no queria ver a nadie en aquel momento. Era su ultimo dia alli.

Por desgracia ya estaban aterrizando. Los vio bajar del helicoptero envueltos en una nube de polvo. Eran cuatro hombres vestidos con pantalones vaqueros y camiseta negra. Todos ellos eran altos y fuertes.

Que raro. Hasta ese momento todos los que habian ido a ver la propiedad eran ganaderos de la zona que querian ampliar sus terrenos, no hombres de ciudad.

No importaba. Debia ser amable pues, si conseguia vender la casa, podria saldar las deudas que habia dejado su padre por culpa de su empeno en no ver que sus circunstancias habian cambiado. Holly se esforzo por sonreir y comenzo a caminar hacia el helicoptero para que los recien llegados no se acercaran alli; no querian que vieran la diminuta tumba que ella tanto amaba.

Eran demasiado jovenes como para ser posibles compradores, penso al verlos mas de cerca. Parecian extranjeros, pues tenian la piel aceitunada, como la de Andreas. Tenian un aspecto muy serio y caminaban con decision hacia ella.

Holly sintio un escalofrio de inquietud. Estaba completamente sola alli. Demasiado sola.

Se reprendio a si misma inmediatamente. Estaba siendo fantasiosa. Aquellos hombres no habian ido en helicoptero hasta alli con la intencion de hacerle dano, y en la casa ya no quedaba nada que robar.

De pronto noto las manos empapadas en sudor, se las seco en el pantalon, se puso un mechon de pelo rubio y rizado detras de la oreja, o al menos intento que se quedara alli, volvio a forzar una sonrisa y saludo a los recien llegados.

– ?Puedo ayudarlos en algo?

Ninguno respondio a su sonrisa, la inquietud de Holly no hizo sino aumentar.

– ?Es usted Holly Cavanagh? -pregunto uno de ellos.

– Si.

Quiza fueran griegos, penso. Tenian el mismo acento que Andreas. Quiza incluso fueran de la isla de Aristo, el pais de Andreas.

Eso si que era fantasioso. O quiza no. Habia leido que los despiadados negocios del rey Aegeus habian convertido Aristo en una potencia economica; ahora habia casinos, dinero facil y muchos rumores de corrupcion en las altas esferas. Quiza hubiera ciudadanos de Aristo con el dinero necesario para transformar un lugar como aquel.

Tal vez Andreas se hubiera enterado de que Munwannay estaba en venta, penso de pronto Holly. A el siempre le habia encantado la propiedad. Quiza…

Tenia que dejar de pensar, los hombres habian llegado ya junto a ella.

Estiro la mano para saludar. El que iba primero se la agarro, pero no para saludarla como ella esperaba, sino que la tomo de la muneca y tiro de ella.

– Tiene que venir con nosotros.

– ?Que? -pregunto, atonita.

Pero el seguia tirando de ella hacia el helicoptero. Al ver que se resistia, otro de los hombres la agarro del otro brazo y asi la llevaron practicamente en volandas hasta el helicoptero.

Holly grito con todas sus fuerzas.

No habia nadie cerca que pudiera oirla. Munwannay llevaba ya mucho tiempo deshabitado, a excepcion de ella misma, cuyos esfuerzos por salvar el lugar habian sido en vano.

Subamos al helicoptero, rapido -dijo el que parecia llevar la voz cantante en un idioma que ella reconocio.Un idioma que Holly habia aprendido por diversion, para poder hablar con Andreas sin que sus padres los entendieran.

– ?No! ?No! -protesto, pero no podia hacer nada; era una contra cuatro hombres que seguramente estaban entrenados para usar la fuerza bruta.

– Callese -le espeto uno de ellos mientras otro le tiraba del brazo con tal fuerza que casi se lo disloco.

– No le hagas dano -le reprendio su companero-. El principe dijo que no le hicieramos ningun dano.

– ?Que…? ?Por que? -estaban metiendola en el helicoptero como si pesara menos que un saco de paja.

– No grite -dijo uno con voz amable, como si estuviera hablando con un nino-. Ni se esfuerce en luchar. El principe Andreas quiere verla y sus deseos son ordenes.

La llamada llego poco despues de la cena. Un criado aviso a Andreas discretamente y este se alejo de su familia sin decir nada.

Lo cierto era que la familia real de Karedes estaba tan inmersa en la oleada de escandalos que los estaba golpeando, que dificilmente habrian podido percatarse de la ausencia de Andreas. Si hubiera estado alli su padre, habria sido impensable levantarse de la mesa antes de que sirvieran el oporto, pero el rey habia muerto.

Larga vida al Rey, penso Andreas con tristeza. Lo unico que necesitaban era una coronacion. Y un diamante. Y nada de escandalos.

En semejante contexto, el secreto de Holly bastaria para alejarlos a todos del trono para siempre.

Al menos la primera parte del plan de Sebastian habia funcionado; eso fue lo que comprendio nada mas contestar al telefono.

– Estamos de camino -le dijo Georgios. Andreas respiro hondo, pues no habia pensado que fuera a ser tan facil.

En realidad, ni siquiera sabia que habia pensado. Habia esperado que, despues de tanto tiempo, Holly estuviera casada; fue una sorpresa enterarse de que seguia soltera.

Pero esa habia sido la menor de las sorpresas. Ahora estaba de camino. Hacia el.

– ?Accedio a venir de inmediato? ?No protesto?

Se hizo un largo silencio al otro lado de la linea que hizo que Andreas frunciera las cejas, negras como el azabache.

– ?Por que no contestas?

– Las instrucciones eran que hicieramos lo que fuera necesario para traerla.

– ?Pero le pedisteis que os acompanara? Las instrucciones que se os dieron eran que requeriamos su presencia urgentemente, y que os asegurarais de que se sintiera comoda.

– El principe Sebastian nos dijo que, si no accedia a acompanarnos, no hicieramos caso a sus protestas. Estaba sola, esperando al agente inmobiliario, asi que pensamos que lo mejor era hacer las cosas con rapidez; si nos hubieramos puesto a discutir, habriamos perdido tiempo y puesto en peligro la mision.

– Entonces…

– La metimos en el helicoptero, que nos llevo hasta el avion en el que nos encontramos, camino de Aristo. No ha habido ningun problema. Nadie nos vio llegar y nadie la vio marcharse.

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