Susan Mallery

La amante cautiva

La amante cautiva (2010)

Titulo Original: The Sheik and the Bought Bride (2009)

Serie: 13° Principes del desierto

Capitulo 1

Cuando Victoria McCallan se desperto y vio a cinco guardias de palacio armados alrededor de su cama, tuvo la sensacion de que aquel no iba a ser su mejor dia.

Sintio mas curiosidad que preocupacion por la intrusion, sobre todo, porque ella no habia hecho nada malo.

Con cuidado de que no se le bajase la sabana, se sento y encendio la lampara que tenia en la mesita de noche. El resplandor hizo que parpadease.

Se aclaro la garganta y miro al guardia que tenia mas galones en la chaqueta.

– ?Estan seguros de que estan en la habitacion correcta? -le pregunto.

– ?Victoria McCallan?

Vaya. En ese momento dejo de sentir curiosidad, se sintio preocupada.

Aunque no permitio que los guardias lo notasen. Siempre se le habia dado bien actuar, hacer como si todo fuese perfecto aunque no fuese asi.

Levanto la barbilla e intento que no le temblase la voz.

– Soy yo. ?Como puedo ayudarlos?

– El principe Kateb quiere verla inmediatamente.

– ?El principe Kateb?

Lo conocia, por supuesto. Era la secretaria personal del principe Nadim, asi que conocia a todos los miembros de la familia real. Kateb no solia ir mucho por la ciudad, ya que preferia vivir en el desierto, aunque eso molestase a su padre.

– ?Que quiere de mi?

– No soy yo quien debe decirselo. ?Quiere acompanarnos?

El guardia le habia hecho una pregunta, pero ella sabia que no podia contestar con un no.

– Por supuesto. Si me dan un momento y algo de intimidad para que me vista…

– No sera necesario -le dijo el guardia. Le tiro la bata que habia a los pies de la cama e hizo un gesto a los otros guardias para que se diesen la vuelta.

Aquello la sorprendio.

– No voy a presentarme ante el principe en bata. El jefe de los guardias la traspaso con la mirada, haciendole saber que estaba equivocada.

Victoria se pregunto que estaria pasando. Se puso la bata de seda y se incorporo. Se la ato a la cintura y se calzo las zapatillas color lavanda de marabu.

– Esto es una locura -murmuro-. No he hecho nada.

Era una buena secretaria. Organizaba las reuniones del principe Nadim y se aseguraba de que su despacho funcionase bien. No hacia fiestas en su habitacion ni robaba la plata real. Tenia el pasaporte en regla, se llevaba bien con los otros empleados de palacio y pagaba sus impuestos. ?Por que le habria mandado llamar el principe Kateb, al que casi no conocia? No habia ninguna…

De repente, lo entendio. El guardia le hizo un gesto para que continuase andando, y lo hizo, pero sin prestar atencion al camino. Acababa de imaginarse cual era el problema, y era gordo.

Un mes antes, en un momento de debilidad, le habia enviado un correo electronico a su padre. Habia sabido que era un error, y cuando el le habia contestado, se habia dado cuenta de que ya era demasiado tarde para cambiar de idea. A su padre le habia encantado saber que estaba trabajando en el palacio real de El Deharia, y no habia tardado en hacerle una visita.

Su padre siempre habia sido una fuente de complicaciones, penso Victoria mientras tomaban un ascensor y el guardia le daba al boton del sotano. Conocia lo suficiente aquel pais para saber que nunca pasaba nada buena en los calabozos.

Las puertas se abrieron ante un largo pasillo. Las paredes eran de piedra y habia antorchas en ellas, aunque la luz provenia del techo. Era un lugar frio, en el que el aire tenia una pesadez que hablaba de siglos pasados y de miedo.

Victoria se estremecio y deseo haber llevado una manta para taparse. Sus zapatillas de tacon golpearon ruidosamente el suelo de piedra. Ella mantuvo la vista fija en el guardia que tenia delante. Su espalda le parecio mucho mas segura que cualquier otra cosa. Le aterraba que pudiese haber viejos aparatos de tortura detras de las puertas cerradas. Se preparo para oir gritos y espero que si los oia, no fuesen los suyos.

La ansiedad hizo que le costase trabajo respirar. Su padre habia hecho algo malo. Estaba segura. La cuestion era como de malo y como podian afectarle a ella las consecuencias… otra vez.

El guardia la condujo hacia una puerta abierta y le hizo un gesto para que pasase. Victoria puso los hombros rectos, tomo aire y entro en la habitacion.

Para su sorpresa, no era un lugar tenebroso. Era mas grande de lo que habia esperado y habia tapices en las paredes. En el centro habia una mesa de juegos y media docena de sillas a su alrededor…

Volvio a mirar la mesa, cubierta de cartas, y despues recorrio la habitacion con la mirada hasta encontrar a su padre de pie en un rincon, intentando no parecer preocupado.

Le basto mirar a Dean McCallan un momento para saber la verdad. Su encantador y guapo padre habia roto su promesa de no volver a jugar nunca mas a las cartas.

Estaba palido y asustado.

– ?Que has hecho? -le pregunto ella, sin importarle que hubiese otras personas en la habitacion. Queria saber como de feas iban a ponerse las cosas.

– Nada, Vi. Tienes que creerme -respondio el levantando ambas manos, como para probar su inocencia-. Ha sido solo una partida de poquer amistosa.

– Se suponia que no ibas a volver a jugar a las cartas. Me dijiste que te estabas recuperando, que llevabas tres anos sin jugar.

Dean le dedico su famosa sonrisa, la que siempre habia hecho que a su madre le temblasen las rodillas. Con Victoria, el efecto era justo el contrario. Supo que tenia que prepararse porque iban a tener problemas.

– El principe me ofrecio echar una partida. Habria sido de mala educacion decir que no.

«Claro, la culpa nunca es tuya», penso Victoria con amargura.

Victoria intento no pensar en el pasado. Ya hacia casi diez anos que habia fallecido su madre, con el corazon roto por haber querido a Dean McCallan. Ella no habia visto a su padre desde el funeral y en esos momentos se arrepentia de no haberse puesto en contacto con el antes.

– ?Cuanto? -pregunto, sabiendo que iba a tener que quedarse sin ahorros y sin su plan de pensiones si queria arreglar aquello.

Dean miro a los guardias y luego sonrio.

– No se traia exactamente de dinero. Vi.

Victoria sintio que se le hacia un nudo en el estomago, tuvo miedo.

– Dime que no has hecho trampas -susurro.

Se oyeron pisadas. Victoria se giro y vio aparecer al principe Kateb en la habitacion.

A pesar de sus tacones, seguia siendo mucho mas alto que ella. Sus ojos eran oscuros, igual que su pelo, y tenia una cicatriz en una de las mejillas que le llegaba justo a la comisura de la boca, haciendo que su gesto

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