orden del emperador de restaurar la paz en el pais; los campesinos no concedian mayor valor a su vida que a su muerte.

A una tierna edad fui testigo de las luchas y sufrimientos de mi padre. Naci y me crie en Anhwei, la provincia mas pobre de China. No viviamos en la pobreza, pero era consciente de que mis vecinos habian comido lombrices para cenar y habian vendido a sus hijos para enjugar sus deudas. El lento viaje de mi padre al infierno y los esfuerzos de mi madre para combatirlo constituyeron mi ninez. Como un grillo de largas patas, mi madre intentaba frenar un carruaje que se disponia a aplastar a su familia.

El calor del verano achicharraba el camino. El ataud viajaba escorado porque los criados que lo llevaban en volandas eran de diferente estatura. Mi madre se imaginaba lo incomodo que debia de sentirse mi padre alli dentro. Caminabamos en silencio y oiamos el repiqueteo de nuestros zapatos rotos contra el suelo. Nubes de moscas rondaban el ataud. Cada vez que los criados se detenian a descansar, las moscas cubrian la tapa como un sudario. Mi madre pidio a mi hermana Rong, a mi hermano Kuei Hsiang y a mi que espantaramos las moscas, pero estabamos demasiado cansados para levantar los brazos. Habiamos viajado a pie por el norte a lo largo del Gran Canal porque no teniamos dinero para alquilar un barco. Yo tenia los pies llenos de llagas. El paisaje era inhospito a ambos lados del camino, el agua del canal estaba baja y lodosa; detras de ella se extendian kilometros de lomas aridas con unas pocas posadas. Aquellas en las que nos alojamos estaban infestadas de piojos.

– Sera mejor que nos pague -dijo el criado a mi madre cuando la oyo quejarse de que su cartera estaba casi vacia- o tendran que llevar ustedes mismos el ataud.

Mi madre empezo a sollozar de nuevo y dijo que su marido no merecia ese trato, pero no consiguio conquistar su compasion. Al alba siguiente los criados abandonaron el ataud.

Mi madre se sento en una roca junto a la carretera. Alrededor de la boca le habia salido un anillo de pupas. Rong y Kuei Hsiang hablaban de enterrar a nuestro padre alli mismo. Yo no tenia corazon para dejarlo en un lugar desde el que no se veia ni un arbol. Aunque al principio yo no era la favorita de mi padre -le contrario que su primer hijo no fuera un varon-, se esforzo en educarme y fue el quien insistio en que aprendiera a leer. No recibi una educacion formal, pero adquiri el vocabulario suficiente como para llegar a comprender los relatos de los clasicos de las dinastias Ming y Qing.

A los cinco anos pensaba que haber nacido en el Ano de la Cabra daba mala suerte. Le dije a mi padre que mis amigos del pueblo decian que mi signo natal era adverso; significaba que seria sacrificada.

Mi padre discrepaba.

– La cabra es una criatura de lo mas adorable. Es el simbolo del pudor, la armonia y la lealtad. -Me explico que en realidad mi signo era fuerte-. En los numeros tienes un diez doble. Naciste el decimo dia de la decima luna, que caia en el 29 de noviembre de 1835. ?No podrias ser mas afortunada!

Como tambien albergaba dudas sobre mi signo, mi madre me llevo a consultar a una astrologa del lugar. La astrologa creia que el diez doble era demasiado fuerte.

– Demasiado pleno -dijo la vieja bruja-, lo que significa colmada con excesiva facilidad. Tu hija crecera hasta ser una cabra obstinada, lo que significa un fin miserable.

La astrologa hablaba con acaloramiento mientras las comisuras de los labios se le llenaban de saliva blanca.

– Incluso un emperador evitaria el diez por temor a su plenitud.

Al final, a sugerencia de la astrologa, mis padres me pusieron un nombre que sugeria que me «doblegaria».

Por eso me llamo Orquidea.

Mi madre me conto mas tarde que las orquideas eran tambien el tema favorito de mi padre en las pinturas a la tinta. Le gustaba el hecho de que la planta se mantuviera verde en todas las estaciones y que tuviera una flor de elegante colorido, de forma gracil y de olor dulce.

El nombre de mi padre era Hui Cheng Yehonala. Cuando cierro los ojos, puedo ver a mi padre de pie con su tunica de algodon gris. Era esbelto y tenia rasgos confucianos. Cuesta imaginar por su aspecto amable que sus antepasados Yehonala eran portaestandartes manchues que vivian a lomos de un caballo. Mi padre me conto que procedian del pueblo nu cheng de la nacion de Manchuria, situada al norte de China, entre Mongolia y Corea. El nombre «Yehonala» significa que nuestras raices pueden remontarse a la tribu yeho del clan nala del siglo XVI. Mis antepasados lucharon codo a codo con el jefe portaestandarte Nurhachi, que conquisto China en 1644 y se convirtio en el primer emperador de la dinastia Qing. Los Qing se encuentran hoy en su septima generacion. Mi padre heredo el titulo de portaestandarte Manchu del Rango Azul, aunque el titulo no era mas que honorifico. [1]

Cuando yo tenia diez anos, nombraron a mi padre taotai, gobernador, de una pequena ciudad llamada Wuhu, en la provincia de Anhwei. Conservo buenos recuerdos de aquella epoca, aunque Wuhu podia considerarse un lugar terrible. En los meses estivales, la temperatura superaba los cuarenta grados de dia y de noche. Otros gobernadores contrataban coolies para abanicar a sus hijos, pero mis padres no podian permitirselo. Cada manana mi esterilla de bambu amanecia empapada de sudor.

– ?Has mojado la cama! -me importunaba mi hermano.

Sin embargo, de nina me encantaba Wuhu. El lago era parte del gran rio Yangtse, que recorre China esculpiendo gargantas, escarpados roquedales y valles tupidos de helechos y plantas herbaceas. Desciende hasta un llano radiante, amplio y ricamente irrigado, donde crecen las verduras, el arroz y los mosquitos. Fluye hasta alcanzar el mar del Este de China en Shangai. Wuhu significa «lago de exuberante crecimiento de plantas».

Nuestra casa, la mansion del gobernador, tenia un tejado de tejas de ceramica grises, y en las cuatro esquinas del alero, se alzaban figuras de los dioses. Cada manana caminaba hasta el lago para lavarme la cara y cepillarme el cabello. Me reflejaba en el agua como en un espejo. Bebiamos y nos banabamos en el rio. Jugaba con mis hermanos y vecinos en los lustrosos lomos de los bufalos. Saltabamos como peces y como ranas. Los largos canaverales eran nuestro escondrijo favorito. Comiamos los corazones de unas dulces plantas de agua llamadas chiao-pai.

Por la tarde, cuando el calor se hacia insoportable, organizaba a los ninos para que me ayudaran a enfriar la casa. Mi hermana y mi hermano llenaban cubos de agua, yo los subia hasta el tejado y vertia el agua sobre las tejas. Al rato volviamos al lago, por el que pasaban balsas de bambu P’ieh. Bajaban por el rio como un gigantesco collar suelto. Mis amigos y yo saltabamos a las balsas para dar un paseo y cantabamos canciones con los balseros. Mi favorita era «Wuhu es un lugar maravilloso». Al ponerse el sol, mi madre nos llamaba para que regresaramos a casa. La cena estaba en la mesa del patio bajo un cenador de glicina malva.

Mi madre estaba educada a la manera china, aunque tenia sangre manchu. Segun mi madre, cuando los manchues conquistaron China, descubrieron que el sistema de gobierno chino era mas benevolo y eficiente y lo adoptaron en su totalidad. Los emperadores manchues aprendieron a hablar mandarin. El emperador Tao Luang comia con palillos, era un admirador de la opera de Pekin y empleo a tutores chinos para educar a sus hijos. Los manchues tambien adoptaron el modo de vestir chino; lo unico que conservaron fue el peinado; el emperador lucia la frente afeitada y una trenza de cabello negro como una cuerda que le llegaba hasta la cintura, y la emperatriz llevaba una fina tabilla negra sobre la cabeza, de la que pendian adornos.

Mis abuelos por parte materna se educaron en la religion chan, o zen, una combinacion de budismo y taoismo. A mi madre la instruyeron en el concepto chan de la felicidad, que consistia en encontrar satisfaccion en las pequenas cosas. A mi me ensenaron a apreciar el aire puro de la manana, el color de las hojas volviendose rojas en otono y la suavidad del agua cuando hundia las manos en el lavabo.

Mi madre no se consideraba una persona ilustrada, pero le encantaba Li Po, un poeta de la dinastia Tang. Cada vez que leia sus poemas descubria nuevos significados. Bajaba el libro y miraba por la ventana. Su rostro oval era asombrosamente hermoso.

El chino mandarin era el idioma que yo hablaba de nina, pero una vez al mes teniamos un tutor que nos ensenaba manchu. No recuerdo nada de las clases salvo que eran un aburrimiento y no habria soportado las lecciones de no ser porque complacian a mis padres. En el fondo sabia que mis padres no pretendian realmente que dominasemos el manchu; solo les interesaban las apariencias, asi mi madre podria decir a sus invitados: «Oh, mis ninos estan aprendiendo manchu». En realidad el manchu carecia de utilidad; era como un rio muerto del que nadie bebe.

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