los habitantes de Estados Unidos se ponian en fila para besarle el culo, pero parecia que ella no era aficionada al futbol americano.

– ?Eres traficante de drogas o algo asi? Como lleves droga en el coche, llamare al sheriff.

– Solo llevo paracetamol. -Y algunos calmantes mas fuertes que no pensaba mencionar.

– Asi que eres un graciosillo. -La mujer le dirigio una mirada aviesa y entro en la casa. Dean lamento su desaparicion. Por lo visto, la diversion habia terminado.

No lo ilusionaba volver a ponerse en camino, a pesar de que habia decidido hacer ese viaje para aclarar sus ideas y comprender por que parecia haberse acabado su buena suerte. Habia sufrido bastantes golpes y magulladuras jugando al futbol, pero habian sido cosas insignificantes. Ocho anos en la NFL, la Liga Nacional de Futbol Americano, y ni siquiera se habia roto el tobillo, sufrido un esguince o danado el talon de Aquiles. Nada mas grave que un dedo roto.

Pero esa situacion habia llegado a su fin tres meses antes, en el partido de los playoffs de la AFC contra los Steelers. Se habia dislocado el hombro y desgarrado el tendon. La cirugia habia funcionado bastante bien. El hombro responderia durante algunas temporadas mas, pero nunca a pleno rendimiento, y ese era el problema. Se habia acostumbrado a considerarse alguien invencible. Eran los demas jugadores los que sufrian lesiones, no el, por lo menos hasta ese momento.

Su maravillosa vida tambien habia llegado a su fin en otros aspectos. Habia comenzado a pasar demasiado tiempo en los clubs. Luego, casi sin darse cuenta, tios a los que apenas conocia dormian en su casa, y mujeres desnudas se banaban en su banera. Al final, habia optado por hacer un largo viaje en solitario por carretera, pero cuando le faltaban ochenta kilometros para llegar a Las Vegas, habia llegado a la conclusion de que la Ciudad del Pecado no era el mejor lugar para poner orden en su cabeza, asi que enfilo hacia el este atravesando Colorado.

Por desgracia, la soledad no le sentaba nada bien. En lugar de ver las cosas con mejor perspectiva, habia terminado todavia mas deprimido. La aventura con Castora habia sido una gran distraccion que, para su desdicha, habia llegado a su fin.

Cuando se dirigia hacia el coche, llegaron hasta el los estridentes chillidos de una violenta discusion entre mujeres. Un segundo despues, se abrio la puerta mosquitera de golpe y salio volando una maleta. Aterrizo en mitad del cesped, abriendose y derramando todo el contenido: vaqueros, camisetas, un sujetador morado y algunas bragas naranja. Despues aparecio una bolsa azul marino. Y luego Castora.

– ?Aprovechada! -grito la propietaria de la casa de huespedes antes de dar un portazo.

Castora tuvo que sujetarse a un pilar para no caerse del porche. En cuanto recupero el equilibrio, parecio perdida, asi que se sento en el ultimo escalon y se sujeto la cabeza entre las patas.

Ella le habia dicho que su coche no funcionaba, lo que le daba una excusa para posponer su aburrido viaje en solitario.

– ?Quieres que te lleve? -grito.

Cuando ella levanto la cabeza, parecio sorprendida de que el todavia estuviera alli. El que una mujer hubiera olvidado su existencia era algo tan inusual que desperto su interes. Ella vacilo, luego se puso de pie con torpeza.

– Vale.

La ayudo a recoger sus ropas, en concreto las prendas mas delicadas que requerian mayor destreza manual. Como las bragas. Que, como verdadero experto en el tema, consideraba mas de un WallMart que de una marca de ropa interior cara como Agent Provocateur, pero, a pesar de ello, tenia un bonito surtido de sujetadores de llamativos colores y provocativos estampados. Nada de lazos. Y, lo mas desconcertante aun, nada de encajes. Algo extrano, ya que esa delicada cara angulosa de Castora -a pesar del sudor y el pelaje que la acompanaban- tenia cierto parecido a un personaje de los libros de Mama Ganso, la pequena pastorcilla Bo Peep vestida de lazos y encajes.

– A juzgar por la actitud de tu casera -le dijo mientras metia la maleta y la bolsa en el maletero del Vanquish-, supongo que no le has pagado los ochenta y dos dolares.

– Peor todavia. Me han robado doscientos dolares de la habitacion.

– Al parecer tienes mala suerte.

– Ya estoy acostumbrada. Pero no ha sido mala suerte. Ha sido mas un caso de estupidez. -Dirigio una mirada a la casa-. Sabia que Monty regresaria en cuanto encontre el CD de Dylan bajo la cama. Pero en vez de esconder el dinero en el coche, lo meti entre las paginas de un ejemplar de People. Monty odia People. Dice que solo lo leen los retrasados mentales, asi que supuse que el dinero estaria seguro.

Dean no solia leer People, pero le tenia cierto carino. Habia posado en una sesion de fotos para esa revista y el personal habia sido muy amable con el.

– Supongo que querras ir a la tienda de bricolaje El Gran Castor de Ben -dijo despues de ayudarla a subir-. A menos claro esta, que estes intentando imponer una moda.

– ?Puedes dejarme alli antes de ir a… -Castora parecia sentir una fuerte aversion por el, lo que era bastante desconcertante, puesto que era una mujer y el era…, bueno, era Dean Robillard. Ella bajo la mirada al navegador GPS- Tennessee?

– Voy de vacaciones cerca de Nashville. -La semana anterior le habia gustado como sonaba. Ahora no estaba seguro. Aunque vivia en Chicago era un californiano de pura cepa, ?para que diablos se habia comprado una granja en Tennessee?

– ?Eres cantante de country?

El considero la idea.

– No. Acertaste a la primera. Soy una estrella de cine.

– No he oido hablar de ti.

– ?Has visto la ultima pelicula de Reese Witherspoon?

– Si.

– Pues era el que salia antes que ella.

– Por supuesto. -Solto un largo suspiro y reclino la cabeza contra el respaldo del asiento-. Tienes un coche increible y ropa carisima. Mi vida va de mal en peor. Acabo de caer en manos de un traficante de drogas.

– ?No soy traficante! -replico el indignado.

– Lo que esta claro es que no eres una estrella de cine.

– No hace falta que me lo restriegues por la cara. La verdad es que soy un modelo casi famoso que aspira a convertirse en estrella de cine.

– Eres gay. -Fue una afirmacion no una pregunta, lo que habria cabreado a muchos deportistas, pero el tenia bastantes seguidores gays y no le gustaba insultar a la gente que, al fin y al cabo, le mantenia.

– Si, pero aun no he salido del armario.

Ser gay podia tener algunas ventajas, decidio. No las reales -eso era impensable-, pero si las de poder disfrutar de la compania de una mujer sin tener que preocuparse de que se sintiera atraida por e1. Se habia pasado los ultimos quince anos de su vida quitandose de encima a mujeres que querian ser la madre de sus hijos, y ser homosexual lo libraria de ese tipo de problemas. Podria relajarse y tener una amiga. La miro.

– Si se llegaran a conocer mis preferencias sexuales, mi carrera quedaria arruinada, asi que te agradeceria que fueras discreta.

Ella arqueo una ceja sudorosa.

– Me da que es un secreto a voces. Supe que eras gay cinco segundos despues de conocerte.

Se estaba quedando con el.

Ella se mordisqueo el labio inferior.

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