mas de una ocasion la habian acusado de ser una engreida y una mojigata a partes iguales, pero ella nunca se habia vanagloriado de lo que habia conseguido. Y tampoco era una charlatana. Ella habia puesto en pie una empresa, y tambien conducia su propia vida, aplicando esos principios, y le gratificaba saber que su trabajo marcaba un antes y un despues en la vida de la gente. Tenia cuatro libros en su haber, y un quinto saldria a la venta en pocas semanas; ademas de una docena de cintas de audio; toda una gira de conferencias concertadas para el ano siguiente y una abultada cuenta bancaria. No estaba mal para tratarse de una timida ninita crecida en un completo caos emocional.

Le echo un vistazo a su ordenado escritorio. Tambien tenia un prometido, una boda que pensaba planificar durante todo un ano y papeleo que despachar antes de poder irse a casa esa noche.

Se despidio de Carlota con un gesto cuando esta se fue con su carrito. Despues abrio un sobre de Hacienda que tendria que haber ido a parar a la mesa de Tom Reynolds, su contable y director financiero, pero este habia llamado el dia anterior diciendo que estaba enfermo, y a ella no le gustaba que creciesen las pilas de asuntos pendientes.

Nada de eso, sin embargo, significaba que fuese una persona de trato dificil, dominante o exigente.

Rasgo el sobre con un abrecartas con el logo de la empresa grabado. Los chicos de la prensa habian estado llamandola todo el dia para conocer su opinion respecto a aquel horrible articulo, pero ella se habia negado a hacer comentarios. Aun asi, la publicidad negativa le iba a crear problemas. Habia erigido su negocio sobre el respeto y el carino que sentia por sus seguidores, su principal motivo para esforzarse en llevar una vida ejemplar. Una imagen era algo fragil, y ese articulo iba a danar la suya. La pregunta era: ?hasta que punto?

Extrajo la carta y empezo a leer. A mitad de la misma, busco el telefono. Justo cuando pensaba que aquel dia no podia ser peor, le llegaba una nueva vuelta de tuerca: Hacienda. Y parecia una broma de mal gusto: una multa de un millon doscientos mil dolares por impago de impuestos. Ella era escrupulosamente honrada con sus impuestos, asi que debia de tratarse de un error informatico, lo cual no significaba que fuese a resultar sencillo solucionarlo. No le gustaba molestar a Tom cuando estaba enfermo, pero el tendria que atender aquel asunto de forma prioritaria a la manana siguiente.

– Marilyn, soy Isabel. Tengo que hablar con Tom.

– ?Tom? -La voz de la mujer de su director financiero sonaba pastosa, como si hubiese estado bebiendo. Los padres de Isabel solian sonar asi-. Tom no esta aqui.

– Me alegro de que se encuentre mejor. ?Cuando crees que volvera? Me temo que tenemos una emergencia.

Marilyn se sorbio la nariz.

– Tendria que haberte llamado antes, pero… -Rompio a sollozar-. Pero… no podia…

– ?Que sucede? Cuentame.

– Se trata de Tom. El… el… -Sus gemidos se encallaron en su garganta como si fuese un martillo neumatico picando asfalto-. ?Ha hu-hu-huido a Suramerica con mi-mi-mi hermana!

Con su hermana y, como Isabel descubriria menos de veinticuatro horas despues, con todo el dinero de Isabel.

Michael Sheridan acompano a Isabel mientras esta tuvo que tratar con la policia, asi como durante las largas y engorrosas reuniones con los funcionarios de Hacienda. No era, literalmente hablando, solo su abogado sino el hombre al que amaba, y ella nunca se habia sentido mas agradecida de que formase parte de su vida. Pero ni siquiera su presencia resulto suficiente para evitar el desastre, pues a finales de mayo, dos meses despues de recibir aquella desastrosa carta, sus peores temores se vieron confirmados.

– Voy a perderlo todo -dijo, y se froto los ojos llorosos, reclinandose en el sillon Queen Anne del salon de su casa del Upper East Side. La habitacion estaba recubierta con paneles de cerezo y alfombras orientales iluminadas por la suave luz de lamparas Frederick Cooper. Sabia que las posesiones terrenales eran pasajeras, pero no esperaba que fuesen tan pasajeras-. Tendre que vender esta casa… Mis muebles, mis joyas y todas mis antiguedades. -Tambien tendria que desmantelar su fundacion benefica, que tanto bien habia hecho a gente necesitada. Tendria que deshacerse de todo.

No le estaba diciendo a Michael nada que el no supiese ya, solo intentaba hacerlo real para poder asimilarlo. Al ver que el no respondia, le miro con ternura.

– Has estado callado toda la noche. Te agoto con mis quejas, ?verdad?

El se aparto de la ventana desde la que estaba contemplando el parque.

– No eres una quejica, Isabel. Simplemente estas intentando reorientar tu vida.

– Amable como siempre. -Isabel le dedico una triste sonrisa y enderezo uno de los cojines bordados del sofa.

Ella y Michael no vivian juntos -Isabel no creia en ello-, pero a veces deseaba que asi fuese. Vivir separados implicaba el verse muy poco. En los ultimos tiempos, apenas habian podido mantener su cena semanal de los sabados. Y en lo referente al sexo… Isabel no recordaba cuanto tiempo habia pasado desde la ultima vez que uno de los dos habia sentido deseos de hacerlo.

Desde el momento en que Isabel conocio a Michael Sheridan supo que era su alma gemela. Ambos habian crecido en el seno de familias disfuncionales y habian trabajado duro para pagarse sus estudios. El era inteligente y ambicioso, tan ordenado como ella e igualmente dedicado a su carrera profesional. El habia sido el primero en escuchar las conferencias sobre las Cuatro Piedras Angulares mientras ella las perfeccionaba, y dos anos atras, cuando ella escribio el libro, el contribuyo en uno de los capitulos ofreciendo el punto de vista masculino. Los admiradores de Isabel estaban al corriente de su relacion y no dejaban de preguntarle cuando se casarian.

A Isabel tambien le reconfortaban sus discretas y amables miradas. Su cara era fina y delicada, y siempre llevaba el pelo castano muy bien peinado, No llegaba al metro ochenta, asi que no se alzaba sobre ella como una torre, algo que la habria hecho sentir incomoda. Ademas, era una persona razonable y logica. Y, por encima de todo, contenida. Con Michael nunca habia momentos de mal humor o de estallidos repentinos. Era familiar y carinoso, un tanto remilgado, en el mejor de los sentidos; perfecto para ella. Tenian pensado casarse el ano anterior, pero ambos habian estado demasiado ocupados, y les iba tan bien viviendo separados que ella no habia sentido la necesidad de precipitar el asunto. El matrimonio podia convertirse en algo caotico, en lugar de algo agradable, incluso en aquellos casos en que habia buena base.

– Tengo el informe de ventas de mi nuevo libro. -Intento controlar su amargura.

– Salio en un mal momento.

– Me he convertido en un chiste en el programa de Letterman. Mientras escribia sobre la piedra angular de la responsabilidad financiera, mi contable me estafaba. -Se saco los zapatos y los empujo con el pie debajo de una silla para no tropezar con ellos. Si su editor hubiese detenido el lanzamiento del libro, podria haber evitado semejante humillacion publica. Su anterior libro habia permanecido dieciseis semanas en la lista de los mas vendidos del New York Times, pero este pasaria directamente a las estanterias de las librerias porque nadie querria leerlo-. Habre vendido unos… ?Cuantos, cien ejemplares?

– No esta tan mal.

Pero si lo estaba. Su editor habia dejado de devolverle las llamadas, y la venta de entradas para su gira de conferencias de verano iba tan mal que se habia visto forzada a cancelarla. No solo habia tenido que entregar sus posesiones materiales a Hacienda, tambien habia perdido una reputacion que le habia costado muchos anos conseguir.

Respiro hondo para evitar el panico que amenazaba con superarla, e intento centrarse en los aspectos positivos. Muy pronto dispondria de todo el tiempo del mundo para planificar su boda. Pero ?como podria casarse con Michael sabiendo que el tendria que mantenerla hasta que lograra valerse por si misma otra vez? Si es que lo conseguia…

Pero ella creia de verdad en los principios de las Cuatro Piedras Angulares, y no permitiria que los pensamientos negativos la paralizasen. Era un tema que tenian que discutir.

– Michael, se que es tarde y que estas cansado, pero tenemos que hablar de la boda.

El habia estado sometido a un enorme estres en el trabajo, y los problemas de Isabel no le habian ayudado demasiado. Ella intento tocarlo, pero el dio un paso atras.

– Ahora no, Isabel.

Isabel se recordo que ellos no eran de esas parejas que acostumbran tocarse, e intento que aquel rechazo no

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