Jill Shalvis

La calle donde ella vive

La calle donde ella vive (2005)

Titulo Original: The street where she lives (2003)

Serie: 4? Pacto de solteras

Capitulo 1

En alguna ocasion le habian llamado egoista y Ben Asher imaginaba que era una apreciacion que se ajustaba bastante a la realidad. Habia vivido a su manera y habia procurado alejarse de cualquier tipo de compromiso sentimental. Gracias a su trabajo como fotografo para las revistas National Geographic y Outside, entre otras publicaciones, podia hacer las maletas y marcharse de un dia para otro. En aquel momento, por ejemplo, tras haber pasado apenas unos meses en la Amazonia, estaba a punto de dirigirse hacia su proximo destino.

Africa lo esperaba.

Camino a traves de la humeda y exuberante vegetacion de la selva brasilena hasta llegar a un pequeno claro en el que habian levantado un par de edificios con caracter provisional. Cruzo el claro y atraveso la puerta de la oficina de la reserva que, debido a la proverbial falta de fondos, tenia el tamano de un sello de correos. Habian estado sin electricidad y sin telefono durante casi un mes y, justo aquel dia, habian vuelto a la vida los telefonos. Ben miro receloso a Maria, su secretaria personal, que lo fulmino a su vez con la mirada. Al parecer, estaban recibiendo demasiadas llamadas.

Maria se habia visto obligada a recorrer los veinticinco metros que la separaban de la oficina en la que habia instalado la radio para llamarlo. Consciente del calor que hacia en el exterior, Ben imagino que comprendia su mal humor.

– Gracias.

Maria no contesto, pero rara vez lo hacia. Estaba con el desde el anterior destino de Ben, cerca de Rio, donde habia estado cubriendo el caso del llamado «Sacerdote de America». Aquel sacerdote, Manuel Asada, se habia aprovechado de las almas generosas de sus parroquianos, a los que habia solicitado fondos con los que prometia construir poblados y proporcionar comida a los mas pobres.

Pero, en cambio, se habia embolsado el mismo aquel dinero y habia matado a todo el que se habia interpuesto en su camino. Ademas, habia adquirido la repugnante costumbre de abusar de las mujeres de la localidad. Maria habia sido una de ellas. Su testimonio, sumado a las fotografias de Ben, habia evidenciado algunos de sus crimenes. En aquel momento, Asada languidecia en una carcel brasilena, pero pronto seria extraditado a los Estados Unidos.

En secreto, Ben esperaba que Asada permaneciera en Brasil, donde habia mas posibilidades de que continuara encerrado en una celda. Asada habia jurado vengarse de todos los que habian causado su ruina, e incluia en su venganza a los seres queridos de sus enemigos. Afortunadamente, en el caso de Ben, sus allegados podian contarse con los dedos de una mano.

Levanto el auricular.

– ?Papa?

Al oir la voz temblorosa y asustada de su hija, dejo de latirle el corazon.

El sonido de la linea telefonica le recordaba los miles de kilometros que lo separaban de aquella pequena de doce anos.

– ?Emily?

No se oia nada, solo el crepitar de la linea. Ben maldijo aquellas lineas telefonicas miserables, su patetico equipo y la casucha que habia sido su hogar durante los ultimos dos meses.

– ?Emily! -el panico tenia un sabor amargo, descubrio.

El sudor corria por su espalda mientras se dejaba caer en una silla destartalada. La humedad del ambiente hacia que la camisa se le pegara al cuerpo como una segunda piel.

– Vamos, vamos -susurro y golpeo el auricular contra el escritorio antes de llevarselo de nuevo al oido.

– ?Papa?

– ?Estoy aqui! ?Estas bien?

– Si.

Gracias a Dios.

– ?Donde estas?

No era una buena pregunta para un padre, advirtio disgustado. Cualquier padre, cualquier buen padre, sabria donde estaba su hija.

– Estoy en casa -contesto ella.

Se referia a la casa, por supuesto, que compartia con su madre en South Village, California.

– Tienes que venir -se le quebro la voz, destrozando completamente a Ben-, por favor, no digas que no puedes.

Ben hablaba en muy raras ocasiones con su querida y unica hija. Una hija preciosa. Que ademas era inteligente y nunca cesaba de sorprenderlo y asustarlo. En cualquier caso, le seria facil culpar a su apretado calendario del poco tiempo que pasaban juntos, pero la verdad era que era su propia voluntad de continuar vagando y no echar nunca raices la causa del problema. La historia de su vida. Tenia treinta y un anos y todavia tenia que encontrar el remedio para sus ansias insaciables de viajar. Y no necesitaba un psiquiatra para saber que eran consecuencia de su educacion.

«Trabaja, Benny, o te devolveremos al orfanato», esa era la clase de sabiduria que habia recibido de Rosemary, su madre adoptiva. «Cuidado con lo que dices, Benny, o volveras al orfanato», «no muevas el bote, Benny, o volveras al orfanato».

Habia recibido nitidamente aquel mensaje. No debia decir una sola palabra porque nadie queria oirla.

En fin, se habria cortado la lengua antes de transmitirle a su hija un mensaje similar.

– ?Em? Dime algo -el sonido era malo, pero creyo oirla sollozar y el alma se le cayo a los pies.

– Es mama.

Al igual que le habia ocurrido durante trece largos anos, le basto pensar en Rachel para que surgieran en el sentimientos encontrados: la culpa y el dolor.

Sobre todo dolor.

Y quienquiera que hubiera dicho que el tiempo lo curaba todo, se habia cubierto de miseria.

– Esta vez las cosas estan realmente mal -dijo con otro sollozo.

De acuerdo, ya lo habia entendido. Ben se relajo, porque, precisamente por el poco tiempo que pasaban juntos, Emily y el habian llegado a ser expertos en aquel juego. La ultima vez que las cosas habian estado realmente mal, Emily habia intentado comprar algo por Internet con la cuenta de Rachel.

Ben se reclino en la silla, apoyando sus anchos hombros en el estrecho respaldo.

– ?Y que ha ocurrido esta vez? ?No esta de acuerdo en que recibas clases particulares de matematicas?

Su hija era experta en sobrecargarse de tareas escolares para evitar toda vida social. Algo de lo que Ben culpaba a Rachel, puesto que a el jamas se le habria ocurrido pedir mas tareas escolares. Lo ironico de la situacion lo tenia estupefacto. El habia necesitado el ciento por ciento de sus energias para sobrevivir a su infancia, pero Emily, libre para disfrutarla como el jamas habria sonado con hacerlo, elegia multiplicarse el trabajo.

– No tienes tiempo suficiente para…

– ?No, no lo entiendes! -cruzo las ondas un sonido peligrosamente parecido al llanto-. Ha tenido un accidente… Hemos intentando llamarte, pero no hemos podido localizarte. Despues, tia Melanie ha dicho que

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