llega a enamorarse de el, entonces si habra boda. No hiciste un autentico contrato de boda con Manio Druso, ?verdad, Gayo? -Miro ansiosa a su marido.

– No, no lo hice.

– Entonces no habra problema -dijo Kyna con alivio. -Regalaremos al joven Quinto esa pequena villa junto al rio con sus tierras, la que compraste hace varios anos de la propiedad de Septimo Agricola. Es fertil y tiene un buen manzanal. Le proporcionaremos esclavos, y si trabaja duro puede volverla muy prospera.

Gayo Druso sonrio por primera vez aquel dia.

– Es la solucion perfecta -coincidio. -No se como me las arreglaria sin ti, querida.

– Soy de la misma opinion -replico Kyna. El resto de la familia se echo a reir. Luego Cailin dijo:

– Pero no hagas un colchon nuevo, madre. Recuerda que queremos que Quinto Druso se marche de esta casa cuanto antes.

Hubo mas risas. Esta vez Gayo Druso tambien rio, aliviado porque una situacion engorrosa habia sido resuelta por su bella y lista esposa. No habia cometido ningun error anos atras, cuando se habia casado con Kyna, la hija de Berikos.

Dos dias despues, exactamente como estaba previsto, Quinto Druso llego a la villa de su primo montado en un elegante caballo pardo rojizo que su padre le habia regalado al partir de Roma. Los penetrantes ojos negros de Quinto Druso contemplaron el rico suelo de la tierra de labranza de su primo, los arboles bien podados de los huertos, el buen estado de los edificios, la buena salud de los esclavos que trabajaban al aire libre bajo el sol primaveral. Lo que vio le hizo sentir alivio, pues los planes que su padre habia hecho para el no le habian colmado de alegria.

– No tienes mas remedio que ir a Britania -le habia dicho su padre con enojo cuando el habia protestado por su decision. Su madre, Livia, lloraba quedamente. -Aqui en Roma no hay nada para ti, Quinto. Todo lo que tengo ya lo he distribuido entre tus hermanos. Sabes que es asi. Lamento que seas mi hijo mas joven y que no pueda ofrecerte tierras ni dinero.

»Gayo Druso Corinio es un hombre rico y posee muchas tierras en Britania. Aunque tiene dos hijos, dara una buena dote a su unica hija. Ella tendra tierras, una villa, oro. Todo puede ser tuyo, hijo, pero debes pagar un precio por ello, y el precio es que te exilies de Roma. Debes permanecer en Britania y trabajar las tierras que recibiras. Si lo haces, seras feliz y viviras comodamente el resto de tus dias. Britania es muy fertil, segun me han dicho. Sera una vida agradable, Quinto, te lo prometo.

El habia obedecido a su padre, aunque no le complacia su decision. Britania se hallaba en el fin del mundo y su clima era horrible. Todos lo sabian. Pero no podia quedarse en Roma, al menos de momento. Armilla Ciceron se estaba volviendo muy exigente. La noche anterior le habia dicho que estaba encinta y que tendrian que casarse. El padre de ella era muy poderoso: Quinto Druso sabia que podia hacerle la vida muy dificil a cualquier hombre de quien creyera que habia hecho infeliz a su hija. Era mejor abandonar Roma.

Armilla abortaria, como habia hecho en numerosas ocasiones. El no era el primer hombre al que habia echado sus redes y tampoco seria el ultimo. En realidad era una verguenza, penso Quinto, pues el senador Ciceron era un hombre acaudalado, que sus dos yernos vivieran infelices dominados por el. Esa no era la clase de vida a que Quinto Druso aspiraba. El seria dueno de su propio destino.

Tampoco, penso mientras se acercaba a la villa de su primo, tenia intencion de llevar una vida dedicada a la agricultura en Britania. Aun asi, por ahora no podia hacer otra cosa. Con el tiempo se le ocurriria algo y se marcharia, regresaria a Roma, con los bolsillos llenos de monedas de oro que le permitirian vivir con comodidad hasta el fin de sus dias.

Vio a un grupo de gente salir de la villa para darle la bienvenida y forzo una sonrisa en su bello rostro. El hombre, alto, con el pelo castano oscuro y ojos claros, no se parecia a ningun otro Druso que el conociera, pero evidentemente se trataba de su primo Gayo. La mujer, alta, con un pecho turgente y abundante y el pelo rojo oscuro, debia de ser la esposa de su primo. La mujer mayor con el pelo blanco era la madre de esta, sin duda. Su padre le habia dicho que la suegra celta de Gayo vivia con ellos. Los dos muchachos casi adultos eran el vivo retrato de su padre. Tenian dieciseis anos. Y alli estaba la chica.

Quinto Druso se hallaba lo bastante cerca para distinguirla con claridad. Era alta como el resto de su familia, mas alta, penso irritado, que el. No le gustaban las mujeres altas. Tenia cabello castano rojizo, una masa larga y ensortijada de rebeldes rizos que sugerian una naturaleza sin domesticar. Tenia la piel palida y facciones perfectas: nariz recta, ojos grandes, boca como un capullo de rosa. En realidad era una de las mujeres mas hermosas que jamas habia visto, pero le desagrado al instante.

– Bienvenido a Britania, Quinto Druso -saludo Gayo cuando el joven detuvo su caballo ante ellos y desmonto.

– Gracias, primo -respondio Quinto Druso.

Luego, educadamente, saludo a los demas a medida que le eran presentados. Para su asombro, percibio que el le desagradaba a ella tanto como ella a el. Pero no era necesario que la mujer le gustara al hombre para que este se casara con ella y tuvieran hijos. Cailin Druso era una mujer joven y rica que representaba su futuro. No tenia intencion de dejarla escapar.

Durante los siguientes dias espero que su primo, Gayo, planteara el tema del contrato matrimonial y fijara una fecha para la boda. Cailin le evitaba como si fuera portador de la peste. Por fin, al cabo de diez dias, Gayo hablo con el una manana.

– Prometi a tu padre que, debido a los vinculos de sangre que unen a nuestras dos familias -comenzo, -te daria oportunidad de emprender una nueva vida aqui en Britania. Por tanto, te he cedido una bonita villa y granja con un huerto fertil junto al rio. Todo se ha hecho conforme a la ley y registrado como es debido con el magistrado de Corinio. Tendras los esclavos que necesites para trabajar tus tierras. Te ira bien, Quinto.

– ?Pero si yo no se nada de labranza! -replico Quinto Druso.

Gayo sonrio.

– Lo se, muchacho. ?Como quieres que un muchacho como tu, educado en Roma, sepa nada de la tierra? Pero te ensenaremos y te ayudaremos a aprender.

Quinto Druso se dijo que no debia perder los estribos. Tal vez podria vender esa granja y su villa y escapar a Roma. Pero las siguientes palabras de Gayo desvanecieron todas sus esperanzas en esa direccion.

– Compre la granja del rio a la propiedad del viejo Septimo Agricola hace varios anos. Desde entonces esta en barbecho. Tuve suerte de conseguirla barata de los herederos que viven en Glevum. Los valores de la propiedad cada vez estan bajando mas para los que quieren vender, pero son un valor excelente para los que desean comprar.

Entonces no habia escapatoria, penso Quinto Druso con tristeza, pero una vez fijado su matrimonio con Cailin al menos recibiria algun dinero.

– ?Cuando propones -pregunto- celebrar la boda entre tu hija y yo?

– ?Boda? ?Entre tu y Cailin? -Gayo Druso puso cara de asombro.

– Mi padre dijo que tu hija y yo nos casariamos, primo. Creia que habia venido a Britania para casarme, para unir de nuevo las dos ramas de la familia.

El bello semblante de Quinto Druso exhibia su ira apenas reprimida.

– Lo siento, Quinto. Tu padre debio de entenderme mal, muchacho -dijo Gayo. -Yo solo te ofreci una oportunidad aqui, en Britania, pues en Roma no tenias ninguna. Era mi deber a causa de nuestros vinculos de sangre. Ahora bien, si tu y Cailin algun dia os enamorais, sin duda no pondria objecion a que te casaras con mi hija, pero no hubo ningun contrato de matrimonio entre nosotros. Lamento la confusion. -Sonrio con afecto y dio unas palmaditas en el brazo del joven. -Cailin aun esta creciendo. Yo de ti, muchacho, buscaria una mujer fuerte y sana entre las hijas de nuestros vecinos. Dentro de unos dias celebraremos la fiesta de la entrada en la edad viril de nuestros hijos gemelos, durante las Liberalias. Asistiran muchos vecinos y sus familias. Sera una buena ocasion para que observes a las doncellas locales. Eres un buen partido, Quinto. Recuerda que ahora eres un hombre con propiedades.

«No hay boda.» Esas palabras le ardian en la cabeza. Quinto Druso no habia estado al corriente de la correspondencia entre su padre y su primo Gayo, pero estaba seguro de que su padre creia que iba a haber boda entre el y Cailin Druso. ?Lo habia entendido mal su padre? No era un hombre joven, desde luego, pues tenia unos veinte anos mas que Gayo Druso.

Вы читаете En Manos del Destino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×