Ella asintio.

– Lo se.

Siempre he sido muy bueno compartimentando mi vida. Todos lo hacemos, pero yo soy especialmente bueno. Puedo crear universos separados en mi propio mundo. Puedo afrontar un aspecto de mi vida sin que interfiera en otro de ninguna manera. Algunas personas ven una pelicula de gangsteres y se preguntan como puede el mafioso ser tan violento en la calle y tan carinoso en casa. Yo lo entiendo. Tengo esa habilidad.

No es que este orgulloso. No es necesariamente una gran virtud. Te protege, eso si, pero tambien he visto los actos que eso puede justificar.

Asi que durante la ultima media hora habia apartado de mi mente la pregunta obvia: si Gil Perez habia estado vivo todo ese tiempo, ?donde habia estado? ?Que habia sucedido aquella noche en el bosque? Y por supuesto, la pregunta mas importante: si Gil Perez habia sobrevivido a aquella horrible noche…

?Habia sobrevivido tambien mi hermana?

– ?Cope?

Era Muse.

– ?Que pasa?

Queria contarselo. Pero no era un buen momento. Primero tenia que aclararme. Poner las cosas en su sitio. Asegurarme de que ese cadaver era realmente el de Gil Perez. Me levante y me acerque a ella.

– Cal y Jim -dije-. Debemos descubrir de que va esto, y rapido.

La hermana de mi esposa, Greta, y su marido, Bob, vivian en una mansion como tantas de una rotonda nueva sin salida que era exactamente igual a cualquier otra rotonda sin salida de Estados Unidos. Las parcelas son demasiado pequenas para los enormes edificios de ladrillo que les han colocado encima. Las casas tienen una variedad de formas y contornos, y aun asi no se diferencian unas de otras. Todo esta demasiado limpio, intenta parecer antiguo y solo parece falso.

Conoci a Greta antes que a mi esposa. Mi madre se marcho antes de que yo cumpliera los veinte, pero recuerdo algo que me conto unos meses antes de que Camille se adentrara en ese bosque. Nosotros eramos los mas pobres de aquella ciudad mas bien variopinta. Eramos inmigrantes, llegados de la antigua Union Sovietica cuando yo tenia cuatro anos. Empezamos bien, porque llegamos a Estados Unidos como heroes, pero las cosas se pusieron feas muy rapidamente.

Viviamos en el piso mas alto de una finca de tres plantas de Newark, aunque ibamos a la escuela en Columbia High, en West Orange. Mi padre, Vladimir Copinski (lo adapto al ingles y lo convirtio en Copeland), que era medico en Leningrado, no pudo obtener la licencia para ejercer en el pais. Acabo trabajando de pintor de casas. Mi madre, una belleza fragil llamada Natasha, antes la hija bien educada de un aristocratico profesor de universidad, acepto varios trabajos de asistenta para las familias ricas de Short Hills y Livingston, pero nunca le duraron mucho tiempo.

Ese dia en particular, mi hermana Camille volvio de la escuela y dijo, en su tono burlon habitual, que la chica rica de la ciudad estaba loca por mi. A mi madre le emociono la noticia.

– Deberias invitarla a salir -me dijo.

Yo hice una mueca.

– ?La has visto?

– La he visto.

– Pues entonces ya sabes que no la invitare -dije, con todo el orgullo de mis diecisiete anos-. Es una bruta.

– En Rusia tenemos un dicho -contraataco mi madre, levantando un dedo para apoyar su postura-: Una chica rica es bonita cuando esta junto a su dinero.

Eso fue lo primero que me vino a la cabeza cuando conoci a Greta. Sus padres -mis ex suegros, supongo, y todavia abuelos de Cara- estan forrados. Mi esposa provenia de una familia rica. Todo esta puesto en una cuenta para Cara. Yo soy el albacea. Jane y yo discutimos mucho a que edad debia poder cobrar su herencia. Por un lado no es deseable que una persona muy joven herede tanto dinero, pero por otro es su dinero.

Mi Jane se volvio muy practica cuando los medicos le comunicaron su sentencia de muerte. Yo no podia escucharla. Aprendes mucho cuando alguien a quien amas empieza su cuenta atras. Aprendi que mi esposa tenia una fuerza y un valor asombrosos que no habria podido imaginar antes de su enfermedad. Y descubri que yo tambien.

Cara y Madison, mi sobrina, estaban jugando en el jardin. Los dias empezaban a alargarse. Madison estaba sentada en el asfalto y dibujaba con pedazos de tiza que parecian puros. Mi hija jugaba con uno de esos minicoches que estan tan de moda ultimamente entre los menores de seis anos. Los ninos que los tienen nunca juegan con ellos. Solo juegan las visitas en las Citas para Jugar. Citas para Jugar. Que termino tan espantoso.

Baje del coche y grite:

– ?Hola, ninas!

Espere a que dejaran lo que estaban haciendo y se lanzaran sobre mi para comerme a besos. Si, y que mas. Madison miro de soslayo, pero no habria parecido menos interesada si le hubieran operado para desconectarle el cerebro. Mi propia hija fingio que no me oia. Cara conducia el Jeep de Barbie en circulos. La bateria se estaba gastando rapidamente, y el vehiculo electrico avanzaba a menos velocidad que mi tio Morris para ir a cobrar su talon.

Greta abrio la puerta mosquitera.

– ?Eh!

– Hola -dije-. ?Como ha ido el resto de la funcion?

– No te preocupes -respondio Greta, haciendo visera con la mano a modo de saludo-. Lo tengo todo en video.

– Que bien.

– ?Que querian esos dos polis?

Me encogi de hombros.

– Trabajo.

No se lo trago, pero no insistio.

– Tengo la mochila de Cara dentro.

Dejo que se cerrara la puerta. Habia obreros por todas partes. Bob y Greta estaban instalando una piscina y arreglando el jardin. Llevaban anos pensandolo, pero querian esperar a que Madison y Cara fueran mayores para saber nadar.

– Venga -dije a mi hija-, tenemos que irnos.

Cara volvio a ignorarme, fingiendo que el zumbido del Jeep rosa de Barbie obstaculizaba sus facultades auditivas. Frunci el ceno y me dirigi hacia ella. Cara era ridiculamente terca. Ojala hubiera podido decir «como su madre», pero mi Jane era la mujer mas paciente y comprensiva que se pueda imaginar. Era asombroso. Uno ve cualidades buenas y malas en los hijos. En el caso de Cara, todas las cualidades negativas parecian proceder de su padre.

Madison dejo la tiza.

– Venga, Cara.

Cara tambien la ignoro a ella. Madison se encogio de hombros y suspiro como una nina de mundo.

– Hola, tio Cope.

– Hola, carino. ?Has disfrutado de la cita para jugar?

– No -dijo Madison con los brazos en jarras-. Cara nunca juega conmigo. Solo juega con mis juguetes.

Intente parecer comprensivo.

Greta salio con la mochila.

– Ya hemos hecho los deberes.

– Gracias.

Hizo un gesto tranquilizador.

– Cara, cielo. Tu padre esta aqui.

Cara la ignoro tambien a ella. Supe que se avecinaba una pataleta. Eso tambien le viene por parte de padre, supongo. En el mundo de las peliculas de Disney, la relacion de un padre viudo con su hijo es siempre magica. Solo hace falta ver peliculas infantiles (La sirenita, La bella y la bestia, La princesita, Aladin) para entender lo que digo. En las peliculas, no tener madre parece algo mas bien positivo, lo cual si se piensa bien es bastante perverso. En la vida real, no tener madre es casi lo peor que puede pasarle a una nina.

– Cara, nos vamos -dije con tono firme.

Su expresion era obstinada y me prepare para la confrontacion, pero afortunadamente los dioses intercedieron. La bateria del coche de Barbie se acabo del todo. El Jeep rosa se paro. Cara intento impulsar con el cuerpo el vehiculo un metro mas, pero este no se movio. Cara suspiro, bajo del Jeep, y se fue hacia el coche.

– Despidete de la tia Greta y de tu prima.

Lo hizo con una voz tan malhumorada que habria sido la envidia de cualquier adolescente.

Cuando llegamos a casa, Cara encendio la tele sin pedir permiso y se puso a mirar un episodio de Bob Esponja. Me da la sensacion de que lo ponen a todas horas. Me pregunto si habra un canal dedicado unicamente a Bob Esponja. Encima parece que solo existan tres episodios diferentes de la serie. Pero eso no parece desanimar a los ninos.

Iba a decir algo, pero lo deje pasar. En ese momento solo queria que estuviera distraida. Yo todavia estaba intentando aclarar el caso de violacion de Chamique Johnson, y ahora tenia la repentina aparicion y asesinato de Gil Perez. Confieso que mi gran caso, el mas importante de mi carrera, llevaba las de perder.

Empece a preparar la cena. Casi todas las noches cenabamos fuera o encargabamos la comida. Tengo una ninera-ama de llaves, pero aquel era su dia libre.

– ?Te apetecen perritos calientes?

– Me da igual.

Sono el telefono y lo cogi.

– ?Senor Copeland? Soy el detective Tucker York.

– Si, detective, ?que se le ofrece?

– Hemos localizado a los padres de Gil Perez.

Senti que apretaba mas fuerte el telefono.

– ?Han identificado el cuerpo?

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