– Has de venir -casi ordeno Hank. Y Phil asintio en silencio. Y, mientras la comunidad celebraba con canciones malamente aprendidas o peor recordadas la fiesta del maiz granado, los cuatro companeros subieron hasta la caverna del Viejo.

El Viejo, aquel dia, tampoco habia salido de su cueva, ni siquiera al saber la buena nueva. Habia dejado que se la contasen y se alegro con todos, pero no salio. Quedo pensativo, con la mente fija en el pasado y sintiendo en los pulsos su vieja vida escapandose lentamente. Ahora, al menos, tenia la alegria de saber que, en adelante, las cosas irian mejor para todos y que, cuando el no estuviera entre ellos, ya no seria tan necesaria su presencia como hasta entonces. Los suyos, poco a poco, habian aprendido a sobrevivir y el habia sabido inculcarles el horror a la violencia y hacia las formas de vida que habian originado el Gran Caos. Mas adelante, con los jovenes como Hank, aquello ya no habia sido necesario. La lucha por la vida fue lo bastante dura para ellos, desde el dia mismo de su nacimiento y asi pudieron ver con sus propios ojos que la violencia entre ellos era inutil, porque cada uno necesitaba de todos los demas para sobrevivir. Lo ocurrido era para ellos apenas una leyenda en boca de los mas viejos, pero la leccion les habia sido trasmitida por el Viejo, dia a dia. Y, sobre todo, aquella existencia era la unica que conocian y su intuicion les decia sin lugar a dudas que la fraternidad tenia que ser su unica guia.

El Viejo acogio a los jovenes con una sonrisa. Apreciaba especialmente a Hank y, desde que el muchacho tuvo discernimiento, habia visto en el madera de jefe y sabia que se podria contar con el para regir a la comunidad del valle cuando su vida se apagase. Ahora, al verles, adivino la idea que les traia a su presencia.

– Quereis salir del valle, ?no es cierto?

Hank le miro con asombro:

– ?Como lo has sabido?

– Porque tambien yo siento el mismo deseo, solo que mis fuerzas ya no me lo permitirian…

– Pero el maiz granado significa que es posible, ?verdad?

El Viejo medito un instante:

– Tal vez… De todos modos, no es seguro.

– ?Podemos intentarlo? -le pregunto Hank, pisandole las palabras.

– Ten calma, Hank…

El Viejo se incorporo lentamente de su jergon, rebusco entre las viejas mantas deshilachadas que eran toda su hacienda y extrajo de entre ellas una caja metalica a la que iba adherido un hilo y un tubo brillante. Los jovenes lo habian visto en sus manos mas de una vez, cuando les contaba como aquel aparato les ayudo a encontrar el Valle de las Rocas.

– Recordais lo que es, ?no es asi, Hank?…

Hank afirmo, mientras decia:

– Un contador Geyger… Pero no se como funciona…

– Yo tampoco se por que funciona -contesto el Viejo-, pero solo el os podra indicar si hay peligro en vuestro camino. Colgo del hombro de Hank la correa que sujetaba la caja y anadio:

– Debeis llevar el tubo siempre delante de vosotros, de tal modo que no piseis mas que los sitios que hayan sido detectados. El tubo trasmite a la caja la presencia de radiactividad y, cuando pasa sobre una zona peligrosa, se enciende esta luz. En los primeros anos de vida en el valle, nos sirvio para encontrar alimentos. Cada vez que cazabamos un lagarto o un conejo, el contador nos decia si podiamos comerlo… Mirad aqui -y senalo los diales-. Esta flecha indica la cantidad de peligro. Porque puede haber radiactividad y no ser peligrosa… Solo lo es si la flecha traspone esta senal roja… Si es asi, no sigais adelante.

Hank y sus companeros pasaron el resto de la noche en vela con el Viejo, estudiando los caminos posibles que podrian seguir y lo que debian buscar si hallaban ruinas en alguna parte. A tres dias de marcha hacia el Norte hubo una ciudad que ahora estaria totalmente asolada. Probablemente, quedarian restos de caminos que les harian mas accesible la marcha. Les indico que hubo otra ciudad mucho mas lejos, hacia el Este, y algunos nucleos de poblacion a mitad del camino. Pero el Viejo sabia que solo encontrarian ruinas y, entre las ruinas…

– … Buscad arados, y azadones, y todo cuanto pueda seros luego util para sembrar semillas y hacer que germinen los campos en los proximos anos… ?Algo tiene que haberse salvado del desastre! Y necesitamos tantas cosas que no pudimos traer entonces…

Sobre un papel amarillento por los anos trazo unas lineas convencionales e inseguras que les llevarian hacia su destino. Fijaron los puntos donde debian encontrarse las ruinas y las rayas aproximadas de los caminos que conducirian hasta ellas.

– ?Y… si encontramos a otros hombres?

– Si sucediera, que no es probable, decidles donde estamos… y ofrecedles nuestra amistad. Siempre seremos mas fuertes si somos muchos…

Los preparativos de la marcha les ocuparon un dia mas. Hank dejo que Hilla dispusiese el saco de provisiones que llevaria durante la marcha y luego, al atardecer, cansado de una noche entera sin dormir, se tumbo junto al cauce del riachuelo mientras Hilla meditaba, la mirada perdida en una lejania que traspasaba las rocas desnudas del valle. Lejos se escuchaban las voces de los ninos y tres cazadores descendian la pendiente sur con las escasas piezas que habian logrado cobrar aquel dia.

– Hank…

– Si -rumio Hank, casi entre suenos.

– ?Regresareis pronto?

– Supongo…

– Tengo miedo…

– Bah…

– Eres lo unico que tengo…

– Regresaremos, dejame dormir…

Transcurrio un silencio pesado. Una escolopendra surgio de entre las piedrecillas y sus cuarenta tentaculos la arrastraron hasta la tierra removida de mas alla. Las escolopendras se habian salvado tambien del desastre, pero no servian para comer y nadie reparaba en ellas.

Al amanecer del tercer dia, acompanados hasta la desembocadura del valle por la mujer de Phil y por Hilla, los cuatro hombres emprendieron la marcha, siguiendo el curso del riachuelo. Hank y Wil volvieron la cabeza por ultima vez y la vision que ambos se llevaron consigo fue la misma: Hilla.

***

Rad dio un grito de alegria que resono kilometros y kilometros en torno de ellos:

– ??Libres!!…

Y comenzo a saltar entre los matojos resecos, adelantandose inconscientemente a Hank, que llevaba al hombro el contador Geyger. En su alegria no veia mas que el inmenso horizonte que se abria ante el, invitandole a correr hasta alcanzar la linea mas lejana. A Rad no le habia crecido aun el pelo de la cara y su vitalidad rebasaba cualquier prudencia. Hank sabia que habia que tratarle a gritos:

– ?Rad!… ?Vuelve aqui!…

Habia dado orden de que los otros tres siguieran siempre detras de el, para que ninguno de ellos se adelantase a las senales del contador.

Rad volvio, pidiendo perdon y, durante horas, caminaron en silencio. De tiempo en tiempo, Rad y Phil se detenian para contemplar un nuevo camino en ruinas, un cambio imperceptible del paisaje, un arbol muerto o el esqueleto de una res, calcinado por el sol de largos anos. Ellos nunca habian visto animales mayores que los conejos y los lagartos que cazaban con piedras en los limites del valle y aquellos esqueletos de animales que solo conocian por referencias, les parecieron monstruosos.

Phil, por el contrario, caminaba con la cabeza baja. Seguia a sus companeros porque sentia que debia hacerlo, porque se habia visto envuelto en el viaje y no habia encontrado palabras para negarse. Pero Phil habria preferido quedarse en el valle, junto a su mujer y su chico.

– Si quieres, puedes regresar -le habia dicho Hank, cuando estaban a la salida del valle y Phil contemplaba a lo lejos todo lo que dejaba, con ojos brillantes.

Pero Phil nego fuertemente con la cabeza. No habria podido responder, aunque tenia como un nudo en la

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