invito a su casa de Cambridge, y esculpio ese busto mio en su sotano. Tardo varias semanas en esculpirlo, pero queria hacerlo bien.

Estudie el rostro. Era raro ver a un Morrie en tres dimensiones, tan sano, tan joven, que nos contemplaba mientras hablabamos. Aun en bronce tenia un aspecto jugueton, y pense que su amigo habia esculpido tambien un poco de espiritu.

– Bueno, y ahora llega la parte triste de la historia -dijo Morrie-. Norman y su mujer se trasladaron a Chicago. Un poco despues, Charlotte, mi mujer, tuvo que someterse a una operacion bastante grave. Norman y su mujer no se pusieron en contacto con nosotros. Yo se que se habian enterado. Charlotte y yo estabamos muy dolidos porque no nos llamaron nunca para interesarse por su estado. De modo que dejamos de tratarnos con ellos.

»Al cabo de los anos me encontre con Norman varias veces y el siempre queria reconciliarse, pero yo no lo acepte. Su explicacion no me satisfacia. Yo tenia orgullo. Me lo quitaba de encima.»

Se le quebro la voz.

– Mitch… hace pocos anos… el murio de cancer. Me siento muy triste. No llegue a verlo. No lo perdone. Ahora me duele tanto…

Estaba llorando otra vez, un llanto suave y callado, y como tenia la espalda inclinada hacia atras, las lagrimas le caian por los lados de la cara sin llegar a sus labios.

– Lo siento -dije yo.

– No lo sientas -susurro-. Las lagrimas no importan.

Segui aplicando pomada a los dedos de sus pies sin vida. El paso varios minutos llorando, a solas con sus recuerdos.

– No solo tenemos que perdonar a los demas, Mitch -susurro por fin-. Tambien tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.

– ?A nosotros mismos?

– Si. Todas las cosas que no hicimos. Todas las cosas que deberiamos haber hecho. No te puedes quedar atascado en el arrepentimiento por lo que deberia haber pasado. Eso no te sirve de nada cuando llegas al punto donde estoy yo.

»Yo deseaba siempre haber hecho mas en mi trabajo; deseaba haber escrito mas libros. Solia azotarme a mi mismo por ello. Ahora veo que eso no servia de nada. Debes hacer las paces. Debes hacer las paces contigo mismo y con todos los que te rodean.»

Me incline sobre el y le seque las lagrimas con un panuelo de papel. Morrie parpadeo varias veces. Se le oia la respiracion, como un leve ronquido.

– Perdonate a ti mismo. Perdona a los demas. No esperes, Mitch. No todos pueden contar con tanto tiempo como yo. No todos tienen tanta suerte.

Tire la servilleta a la papelera y volvi a sus pies. ?Suerte? Aprete su carne endurecida con el pulgar y el ni siquiera lo sintio.

– Es la tension de los opuestos, Mitch. ?Lo recuerdas? ?Lo de las cosas que tiran en sentidos diferentes?

– Lo recuerdo.

– Lamento que se me agote el tiempo, pero valoro la oportunidad que me da para arreglar las cosas.

Pasamos un rato alli sentados, en silencio, mientras la lluvia salpicaba las ventanas. El hibisco que estaba detras de su cabeza seguia aguantando, pequeno pero firme.

– Mitch -susurro Morrie.

– ?Que?

Yo hacia girar los dedos de sus pies entre mis dedos, absorto en la tarea.

– Mirame.

Levante la vista y vi en sus ojos una mirada muy intensa.

»No se por que volviste a mi. Pero quiero decirte una cosa…»

Hizo una pausa, y se le quebro la voz.

»Si pudiera haber tenido otro hijo, me hubiera gustado que fueses tu.»

Baje la vista, amasando la carne moribunda de sus pies entre mis dedos. Durante un momento senti miedo, como si al aceptar sus palabras estuviera traicionando de algun modo a mi propio padre. Pero cuando levante la vista vi que Morrie sonreia entre sus lagrimas y supe que en un momento asi no habia traiciones.

Lo unico que me daba miedo era decir adios.

– He elegido un sitio para que me entierren.

– ?Donde es?

– No esta lejos de aqui. En una colina, bajo un arbol, con vistas a un estanque. Muy apacible. Un buen lugar para pensar.

– ?Piensas pensar alli?

– Pienso estar muerto alli.

El se rie entre dientes. Yo me rio entre dientes.

– ?Me visitaras?

– ?Visitarte?

– Simplemente, ven a charlar. Que sea martes. Siempre vienes los martes.

– Somos personas de los martes.

– Eso es. Personas de los martes. ?Vendras a charlar, entonces?

Se ha debilitado mucho en poco tiempo.

– Mirame -dice.

– Ya te miro.

– ?Vendras a mi tumba a contarme tus problemas?

– ?Mis problemas?

– Si.

– ?Y tu me daras soluciones?

– Te dare lo que pueda. ?Acaso no te lo doy siempre?

Me imagino su tumba, en la colina, con vistas a un estanque, alguna parcela pequena de dos metros setenta donde lo depositaran, lo cubriran de tierra, le pondran una piedra encima. ?Dentro de pocas semanas, quizas? ?Acaso dentro de pocos dias? Me veo alli sentado, solo, con los brazos sobre las rodillas, mirando al vacio.

– No sera lo mismo, sin poderte oir hablar-le digo.

– Ah, hablar…

Cierra los ojos y sonrie.

– Te dire lo que haremos. Cuando yo este muerto, tu hablaras. Y yo te escuchare.

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