Ursula K. Le Guin

Tehanu

Solo en el silencio la palabra, solo en la oscuridad fa luz, solo en la muerte la vida; el vuelo del halcon brilla en el cielo vacio. La Creacion de Ea.

1. Algo terrible

Despues de la muerte del granjero Pedernal del Valle Central, su viuda se quedo en la casa de la granja. Su hijo se habia hecho marinero y su hija se habia casado con un mercader de Valmouth, de modo que se quedo sola en la Granja de los Robles. La gente decia que habia sido un personaje importante en la tierra de donde venia, y de hecho el mago Ogion solia detenerse en la Granja de los Robles para verla; pero eso no era muy importante, porque Ogion visitaba a todo tipo de personas insignificantes.

Tenia un nombre extranjero, pero Pedernal la llamaba Goha, el nombre que le daban en Gont a una pequena arana blanca tejedora. El nombre le venia bien, porque era de tez blanca y menuda, y una buena tejedora de lana de cabra y de oveja. De modo que ahora era la viuda de Pedernal, Goha, la duena de un rebano de cabras y de la tierra donde pastoreaban, cuatro campos de labranza, un huerto de perales, dos casas de inquilinos, la vieja casa de piedra bajo los robles y el cementerio de la familia sobre la colina, donde yacia Pedernal, tierra de su tierra.

—He vivido casi toda mi vida cerca de tumbas —le dijo a su hija.

—?Madre, madre, ven al pueblo a vivir con nosotros! —le dijo Manzana, pero la viuda no queria renunciar a su soledad.

—Quiza mas adelante, cuando lleguen los ninos y necesites ayuda —le dijo, mirando complacida a su hija, de ojos grises—. Pero ahora no. Ahora no me necesitas. Y este lugar me gusta.

Cuando Manzana regreso junto a su joven esposo, la viuda cerro la puerta y se quedo de pie en el piso empedrado de la cocina de la casa. Habia oscurecido, pero no encendio la lampara, recordando como la encendia su esposo: las manos, la chispa, el rostro oscuro y atento bajo la luz recien encendida. La casa estaba en silencio.

«En otro tiempo vivi en una casa silenciosa, sola —penso—. Volvere a vivir asi.» Encendio la lampara.

Al caer la tarde de uno de los primeros dias calidos, Alondra, la vieja amiga de la viuda, llego desde la aldea luego de atravesar presurosa el sendero polvoriento. —Goha —le dijo mientras la miraba arrancar malezas del sembrado de habichuelas—, Goha, ha ocurrido algo terrible. Algo espantoso. ?Puedes venir?

—Si —dijo la viuda—. ?Que sucede?

Alondra recobro el aliento. Era una mujer gruesa, simple, madura, cuyo nombre ya no estaba de acuerdo con su cuerpo. Pero en otra epoca habia sido una muchacha delgada y hermosa, y se habia hecho amiga de Goha, ignorando a los aldeanos que murmuraban sobre la karga de tez blanca que Pedernal habia llevado a casa; y habian sido amigas desde entonces.

—Una nina quemada —le dijo.

—?De quien es la nina?

—De vagabundos.

Goha cerro la puerta de la casa, y echaron a andar por el sendero, mientras Alondra no dejaba de hablar. Jadeaba y transpiraba. Las pequenas semillas de la tupida hierba que crecia junto al sendero se le pegaban a las mejillas y la frente, y ella se las iba quitando mientras hablaba. —Han estado viviendo todo el mes en los prados del rio. Un hombre que se hace pasar por calderero pero que es un ladron, y una mujer que anda con el. Y otro hombre, mas joven, que andaba casi todo el tiempo con ellos. No trabajan, ninguno de los dos trabaja. Roban y mendigan, y explotan a la mujer. Unos muchachos de rio abajo les llevaban cosas de las granjas para estar con la mujer. Tu sabes como es ahora, ese tipo de cosas. Y hay pandillas en los caminos y gente merodeando por las granjas. Si estuviera en tu lugar, le echaria cerrojo a la puerta. Asi que ese hombre, el mas joven, llega a la aldea cuando yo estaba delante de la casa, y me dice: «La nina no esta bien». Yo apenas habia visto a la nina, una cosita escurridiza, desaparecia tan rapido que no estaba segura de haberla visto. Entonces yo le dije: «?Asi que no esta bien? ?Tiene fiebre?». Y el hombre me dice: «Se hizo dano al encender el fuego», y entonces, cuando me estaba preparando para acompanarlo, se marcho. Desaparecio. Y cuando llegue alla, al lado del rio, los otros dos habian desaparecido tambien. Sin dejar rastros. No habia nadie. Todas sus trampas y sus porquerias habian desaparecido tambien. Solo habia una hoguera, humeante todavia, y al lado del fuego… con medio cuerpo en las llamas… en la tierra…

Alondra dejo de hablar por un par de pasos. No miraba a Goha, miraba hacia adelante.

—Ni siquiera la habian cubierto con una manta —dijo.

Siguio avanzando a trancos largos.

—La arrojaron al fuego cuando aun estaba encendido —dijo. Trago saliva y se quito las semillas que se le pegaban a la cara ardiente—. Tal vez se cayo, pero si hubiera estado despierta habria tratado de escapar. Supongo que la golpearon y creyeron que la habian matado, y querian ocultar lo que habian hecho, asi que…

Se detuvo nuevamente, siguio hablando.

—Quiza no haya sido el. Quizas el la haya sacado del fuego. Despues de todo, vino a pedir que la ayudaran. Debe de haber sido el padre. No se. No importa. ?Quien puede saberlo? ?Quien la va a cuidar? ?Quien se va a ocupar de la nina? ?Por que hacemos lo que hacemos?

Goha pregunto en voz baja: —?Sobrevivira?

—Es posible —dijo Alondra—. Es muy posible que sobreviva.

Al cabo de un rato, ya cerca de la aldea, Alondra dijo: —No se por que vine a buscarte. Alla esta Hiedra. No hay nada que hacer.

—Podria ir a Valmouth, a buscar a Haya.

—No podria hacer nada. No tiene…, no tiene remedio. La abrigue. Hiedra le dio una pocion y echo un sortilegio para que se durmiera. La lleve a casa. Debe de tener seis o siete anos, pero no pesa mas que un nino de dos. En realidad, no se ha despertado. Pero es como si jadeara… Se que no hay nada que puedas hacer. Pero te necesitaba.

—Quiero ir —dijo Goha. Pero antes de entrar en la casa de Alondra, cerro los ojos y contuvo el aliento por un instante, atemorizada.

Habian hecho salir a los ninos de Alondra y la casa estaba en silencio. La nina yacia inconsciente en la cama de Alondra. Hiedra, la bruja de la aldea, le habia frotado un unguento de hamamelis y ruda en las quemaduras menos graves, pero no le habia tocado el lado derecho de la cara y de la cabeza ni la mano derecha, que se habian carbonizado hasta los huesos. Habia dibujado la runa Pirr sobre la cama, y no habia hecho nada mas.

—?Puedes hacer algo? —le pregunto Alondra en un susurro.

Goha se quedo de pie mirando a la nina quemada. No movio las manos. Sacudio la cabeza.

—Aprendiste a curar, alla en la montana, ?no es asi?

En las palabras de Alondra habia dolor y colera y verguenza, una suplica de ayuda.

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