hijos habia venido con ellos, la tia Anita decia:

– Esos chicos tienen gasolina en las venas, no agua de mar.

Brunetti estaba dispuesto a escuchar con agrado todo lo que Vianello tuviera que decir de su tia. Esto le distraeria del afan de levantarse cada cinco minutos y acercarse a la ventana para ver si… ?Si que? ?Si empezaba a nevar?

– Y ahora le da por verlo en television -continuo Vianello.

– ?El horoscopo? -pregunto Brunetti, sin poder disimular la sorpresa. El veia poca television, solo cuando alguien de la familia le obligaba, y no estaba enterado de lo que podias encontrar alli.

– Si, y sobre todo los programas de los que echan las cartas y de la gente que dice que puede adivinarte el futuro y resolver tus problemas.

– ?Echadores de cartas? -solo supo repetir el comisario-. ?Por la tele?

– Si. Llamas por telefono y esa persona te echa las cartas y te dice lo que debes vigilar, o promete ayudarte si estas enfermo. Bueno, eso me han dicho mis primos.

– ?Te dice que debes andarte con ojo para no rodar por la escalera o para que no te pille desprevenida la llegada de un desconocido alto y moreno? -pregunto Brunetti.

Vianello se encogio de hombros.

– No se. Nunca veo esos programas. Todo eso me parece ridiculo.

– Ridiculo no, Lorenzo -aseguro Brunetti-. Extrano, quiza, pero no ridiculo. Y, si bien se mira, quiza ni siquiera sea tan extrano.

– ?Por que?

– Porque es una anciana, y todos nos inclinamos a pensar que las ancianas creen en esas cosas. Si Paola me oyera, o Nadia, dirian que tengo prejuicios contra las mujeres y contra los viejos.

– ?No se quemaba a las brujas por esas cosas? -pregunto Vianello.

Aunque Brunetti habia leido largos pasajes de Malleus Maleficarum, aun no se explicaba por que se quemaba, sobre todo, a las ancianas. Quiza porque muchos hombres son estupidos y sadicos y las ancianas son debiles e indefensas. Se encogio de hombros en lugar de responder.

Vianello se volvio hacia la ventana y la luz. Brunetti comprendio que no debia insistir en el tema. El ispettore diria lo que tuviera que decir cuando llegara el momento. Brunetti dejo que contemplara la luz y aprovecho la pausa para examinar a su amigo. Vianello nunca habia soportado bien el calor, pero este verano parecia mas afectado que nunca. El pelo, empapado en sudor, parecia clarearle mas de lo que Brunetti recordaba. Y tenia la cara abotargada, sobre todo, alrededor de los ojos. Vianello puso fin a su contemplacion y pregunto:

– ?Piensas realmente que las ancianas creen mas en esas cosas?

Brunetti reflexiono antes de responder:

– No lo se. ?Quieres decir mas que el resto de nosotros?

Vianello asintio y de nuevo se volvio hacia la ventana, como para animar a las cortinas a avivar el movimiento.

– Por lo que me has contado de ella todos estos anos, no parece de esa clase de personas -dijo Brunetti finalmente.

– No lo es -dijo Vianello-. Y eso hace que el caso sea tan extrano. Ella siempre ha sido el cerebro de la familia. Mi tio Franco es un buenazo y ha sido siempre muy trabajador, pero a el nunca se le habria ocurrido poner un negocio por su cuenta. Ni, si me apuras, habria tenido capacidad para sacarlo adelante. Pero ella si, y llevo la contabilidad hasta que su marido se retiro y regresaron a Venecia.

– No parece la clase de persona que empieza el dia averiguando que novedades hay en la casa de Acuario - observo Brunetti.

– Es eso lo que no entiendo -dijo Vianello levantando las manos en ademan de desconcierto-. Si es o no es de esa clase. Quiza eso sea una especie de rito particular que siguen algunas personas. No se, como no salir de casa sin mirar la temperatura o enterarte de que famosos cumplen anos el mismo dia que tu. Personas de las que nunca lo dirias. Parecen completamente normales y un dia te enteras de que no se van de vacaciones si el horoscopo no les dice que pueden viajar sin peligro. -Vianello se encogio de hombros y repitio-: No se.

Cuando comprendio que el inspector no tenia nada que anadir, Brunetti dijo:

– Aun no se por que me lo preguntas, Lorenzo.

– Ni yo estoy seguro de saberlo -reconocio Vianello con una gran sonrisa-. Procuro ir a verla por lo menos una vez a la semana y en mis ultimas visitas he visto que tenia revistas de esas por toda la casa. Y bien a la vista. Tu Horoscopo, La Sabiduria de los Pueblos Antiguos. Esas cosas.

– ?Le hablaste de ellas?

Vianello movio la cabeza negativamente.

– No me atrevi. -Miro a Brunetti y anadio-: Me parecio que podia molestarse si preguntaba.

– ?Por que lo dices?

– No se por que. -Vianello saco el panuelo y se lo paso por la frente-. Ella me vio mirarlas, bueno, se dio cuenta de que las habia visto. Y no dijo nada. No dijo, por ejemplo, que uno de sus chicos las habia dejado alli, o que las habia olvidado una amiga que habia ido a verla. No; nada. Me refiero a que lo normal seria haber dicho algo. Porque es como si hubiera tenido en su casa revistas de caza y pesca o…, que se yo, de motos. Pero ella, como si no existieran. Y esto es lo que me preocupa. -Miro fijamente a Brunetti y pregunto-: ?Tu no dirias algo?

– ?Decir algo a ella?

– Si. Imagina que es tu tia.

– Quiza. O quiza no -dijo Brunetti, y luego pregunto-: ?Y tu tio? ?No podrias preguntarle a el?

– Supongo que si, pero el zio Franco reacciona como la mayoria de los de su generacion, que todo lo toman a broma, te dan palmadas en la espalda y te invitan a un trago. Es el mejor de los hombres pero no presta mucha atencion a nada.

– ?Ni a su mujer?

Vianello tardo en responder.

– Probablemente. -Hizo otra pausa y anadio-: Por lo menos, no lo demuestra. Yo diria que los hombres de su generacion no se ocupaban mucho de la familia.

Brunetti movio la cabeza en un gesto de asentimiento y tristeza. No; ellos no prestaban mucha atencion a la mujer ni a los hijos, solo a los amigos y colegas. A menudo habia pensado en esta diferencia de… No sabia muy bien de que. ?De mentalidad? Quiza no fuera mas que cuestion de cultura: el conocia a muchos hombres que aun pensaban que mostrar sensibilidad era signo de debilidad.

No recordaba cuando fue la primera vez que se le ocurrio preguntarse si su padre amaba a su madre, o los amaba a el y a su hermano. Brunetti siempre habia dado por descontado que si: es lo que piensan los ninos. Pero las manifestaciones de carino eran escasas: dias de completo silencio, ocasionales estallidos de colera y solo de tarde en tarde algun que otro momento afectuoso, en el que el padre les decia lo mucho que los queria.

Sin duda, el padre de Brunetti no era ese hombre al que uno le cuenta sus secretos o le hace confidencias. Era un hombre de su tiempo, un hombre de su clase, y de su cultura. ?Era solo cuestion de caracter? Trato de recordar que hacian los padres de sus amigos, pero nada le venia a la memoria.

– ?Crees que nosotros queremos mas a nuestros hijos? -pregunto a Vianello.

– ?Mas que quien? ?Y quien es «nosotros»? -replico el inspector.

– Los hombres. Nuestra generacion. ?Mas que nuestros padres?

Vianello volvio a inclinarse hacia adelante, para despegar la camisa del respaldo de la silla.

– No lo se. De verdad que no. -Giro el tronco, dio varios tirones a la camisa y se paso el panuelo por el cogote-. Quiza lo unico que hayamos hecho es adquirir nuevos convencionalismos. O quiza se espere que nos comportemos de otra manera. -Echo el cuerpo hacia atras-. No se.

– ?Por que me lo cuentas? -pregunto Brunetti-. Me refiero a lo de tu tia.

– Sera porque queria saber como sonaba, y si, oyendome decirlo en voz alta, descubria si debia preocuparme.

– Lorenzo, yo no me preocuparia mientras no quiera leerte la palma de la mano -dijo Brunetti tratando de despejar el ambiente.

Vianello lo miro, compungido.

Вы читаете Cuestion de fe
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×