Carmen Posadas

Pequenas infamias

Premio planeta 1998

Para Mariano

PRIMERA PARTE

A TREINTA GRADOS BAJO CERO

Se de corazon de leon; ten arrogancia

y no te cuides de lo que se agite o conspire contra ti.

Macbeth no sera nunca vencido hasta

que el gran bosque de Birnam suba marchando

para combatirle a la alta colina de Dunsinane.

Shakespeare, Macbeth, acto 4, escena 1

1

NESTOR, EL COCINERO

Domingo, 29 de marzo (madrugada del sabado al domingo)

Tenia los bigotes mas rigidos que nunca; tanto, que una mosca podria haber caminado por ellos igual que un convicto sobre la plancha de un barco pirata. Solo que no hay mosca que sobreviva dentro de una camara frigorifica a treinta grados bajo cero: y tampoco Nestor Chaffino, jefe de cocina, repostero famoso por su maestria con el chocolate fondant, el dueno de aquel bigote rubio y congelado. Y asi habrian de encontrarlo horas mas tarde: con los ojos muy abiertos y atonitos, pero aun con cierta dignidad en el porte; las unas garfas aranando la puerta, es cierto, pero conservaba en cambio el pano de cocina colgado de las cintas del delantal, aunque uno no este para coqueterias cuando la puerta de una camara Westinghouse del ano 80, dos metros por uno y medio, acaba de cerrarse automaticamente a sus espaldas con un clac.

Y clac es el ultimo sonido exterior que uno percibe antes de admirarse de su pesima suerte, carajo, no puede ser, porque la incredulidad siempre antecede al miedo, y luego: Dios mio, pero si esto no me ha ocurrido nunca, a pesar de que ya se lo habian advertido los guardeses de la casa antes de marcharse y a pesar tambien de que hay un aviso en tres idiomas en un lugar muy visible de la cocina sobre la conveniencia de no olvidar algunas aburridas precauciones, como levantar el pestillo para evitar que la puerta de la camara se cierre por descuido. Nunca se puede estar seguro del todo con estos aparatos antiguos. «Pero por amor de Cristo, si no habre tardado mas de dos minutos, o tres a lo sumo, en apilar mis diez cajas de trufas de chocolate heladas.» Y sin embargo la puerta ha hecho clac, no cabe duda. Clac, la fastidiaste, Nestor. Clac, ?y ahora que? Mira el reloj: las agujas fosforescentes marcan las cuatro de la manana, clac, y ahi esta el, completamente a oscuras, dentro de la gran camara frigorifica de esta casa de veraneo, ahora casi vacia despues de una fiesta en la que quiza han desfilado una treintena de invitados… Pero pensemos, pensemos, por todos los diablos -se dice-, ?quienes son las personas que se han quedado a pasar la noche?

Vamos a ver: estan los duenos de la casa, naturalmente. Tambien Serafin Tous, ese viejo amigo de la pareja que llego a ultima hora. Da la casualidad de que Nestor lo habia conocido semanas atras, aunque muy brevemente, eso si. Luego estan los dos empleados de su empresa de comidas a domicilio La Morera y el Muerdago a los que habia pedido que se quedaran para ayudarle a recoger al dia siguiente: Carlos Garcia, su buen amigo, y tambien el chico nuevo (Nestor nunca acierta a la primera con su nombre). ?Karel? ?Karol? Si, Karel, ese muchacho culturista checo tan despierto para todo, que lo mismo bate claras a punto de nieve que descarga cien cajas de coca-cola sin un jadeo, mientras tararea Lagrimas negras, un son caribeno, pero con demasiado acento de Bratislava.

?Cual de ellos escuchara sus gritos, atendera a sus golpes contra la puerta, a las repetidas patadas, bang, bang, que retumban dentro de su cabeza como otras tantas patadas en el cerebro? Carajo, no puede ser, en treinta anos de profesion ni un accidente, pero que ironias. ?Quien lo iba a decir, de pronto tantas calamidades juntas, Nestor? Unos meses antes te descubren un cancer de pulmon y al poco tiempo, cuando mas o menos has asimilado la terrible noticia, resulta que te quedas encerrado a oscuras en un frigorifico. Dios santo, morir de cancer es una desgracia, pero al fin y al cabo le ocurre mas o menos a una quinta parte de la humanidad; perecer congelado en la Costa del Sol, en cambio, es simplemente una idiotez.

Calma, no va a pasar nada. Nestor sabe que la tecnologia americana, incluso la mas antigua, lo tiene todo previsto. En alguna parte, quiza cerca del marco de la puerta, debe de haber un dispositivo de emergencia que, seguro, segurisimo, hace sonar un timbre en la cocina y entonces alguien lo oira; ante todo hay que mantenerse tranquilo y pensar. ?Cuanto puede resistir un hombre vestido con una chaquetilla blanca y pantalones de algodon a cuadritos a treinta grados bajo cero? Mas de lo que uno imagina, coraje, viejo, y la mano tantea con bastante serenidad (dadas las circunstancias) pared arriba, pared abajo, ?hacia la derecha no!, cuidado, Nestor.

Sus dedos acaban de tropezar con algo gelido y fino. Santa Madonna, en las camaras frigorificas siempre hay bichos muertos, liebres, conejos de hirsutos bigotes…

De pronto, estupidamente, Nestor piensa en el dueno de casa, el senor Teldi, y entonces lo evoca, no como lo ha visto hace unas horas, sino en el recuerdo, veinte o veinticinco anos atras. Claro que el famoso bigote de Ernesto Teldi no era en aquella epoca (ni tampoco ahora) escaso y largo como el de una liebre, sino recortado, muy suave, parecido al de Errol Flynn. Y ese bigote ni siquiera se habia curvado un milimetro al verlo en el salon la primera vez, indiferencia total; pero es logico, un caballero como Teldi no tiene por que fijarse en el servicio domestico, menos aun recordar a un jefe de cocina al que solo habia visto en una ocasion hacia ya un siglo, alla por los anos 70, una tarde de tantas y tan terribles emociones.

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