Michael Connelly

La oscuridad de los suenos

Traduccion de Javier Guerrero

Titulo original: The Scarecrow

© 2011, Michael Connelly

Acerca del autor

Michael Connelly decidio ser escritor tras descubrir la obra de Raymond Chandler. Con ese objetivo, estudio periodismo y narracion literaria en la Universidad de Florida. Durante anos ejercio como periodista de sucesos para dedicarse despues la escritura.

El detective Harry Bosch, a quien presento en su primera obra, El eco negro, protagoniza la mayoria de sus novelas posteriores, de las que cabe destacar: El poeta, Deuda de sangre o Mas oscuro que la noche. Ademas de La oscuridad de los suenos, Rocaeditorial ha publicado Echo Park, El observatorio, El veredicto y Nueve dragones. Asimismo esta recuperando la obra anterior del autor en su coleccion de bolsillo.

La obra de Connelly ha sido traducida a 35 idiomas y ha recibido numerosos premios, entre ellos el Pepe Carvalho, el Edgar o el Maltese Falcon.

Mas informacion en www.michaelconnelly.com

A James Crumley por El ultimo buen beso

Capitulo 1

La granja

Carver paseaba por la sala de control, vigilando el frente de las cuarenta. Las torres se extendian ante el en filas bien definidas. Zumbaban de un modo tan silencioso y eficiente que incluso con todo lo que sabia, no pudo por menos que maravillarse ante lo que la tecnologia habia forjado. Tanto en tan poco espacio. No era un simple reguero de datos, sino un torrente desbocado de informacion que fluia a su lado dia tras dia y crecia delante de el en altos tallos de acero. Lo unico que tenia que hacer era estirar la mano, mirar y elegir. Era como cribar oro.

Pero mas facil.

Comprobo los indicadores de temperatura situados en el techo. Todo funcionaba a la perfeccion en la sala de los servidores. Bajo la mirada a las pantallas de las estaciones de trabajo que tenia delante. Sus tres ingenieros trabajaban al alimon en el proyecto actual: un intento de intrusion desbaratado por el talento y el ingenio de Carver. Era el momento de ajustar cuentas.

El aspirante a intruso no habia logrado franquear los muros de la granja, pero habia dejado sus huellas por doquier. Carver sonrio al observar a sus hombres recuperando las migas de pan, localizando la direccion IP a traves de los nodos de trafico de datos en una persecucion a alta velocidad que los llevaria al origen. Pronto sabria quien era su oponente, para que empresa trabajaba, que habia estado buscando y cual era el beneficio que esperaba obtener. Y se vengaria de un modo que dejaria al desventurado rival apabullado y destruido. Carver no mostraba misericordia. Jamas.

Desde el techo sono el zumbido de alerta de la puerta de seguridad.

– Pantallas -dijo Carver.

Los tres jovenes que ocupaban las estaciones de trabajo teclearon una serie de ordenes al unisono para esconder su actividad a los visitantes. Se abrio la puerta de la sala de control y Mc Ginnis entro con un hombre trajeado al que Carver nunca habia visto.

– Esta es nuestra sala de control y a traves de esas ventanas puede ver lo que llamamos el «frente de las cuarenta»-dijo Mc Ginnis-. Todos nuestros servicios de alojamiento web, lo que llamamos hosting, se concentran aqui; es donde se guardarian los datos de su empresa. Contamos con cuarenta torres que albergan casi mil servidores dedicados a ello. Y, por supuesto, hay sitio para mas: nunca nos quedaremos sin espacio.

El hombre trajeado asintio con ademan reflexivo.

– No me preocupa el espacio. Nuestra preocupacion es la seguridad.

– Si, por eso hemos entrado en esta sala. Queria presentarle a Wesley Carver; se ocupa de varias cosas por aqui. Es nuestro jefe de tecnologia, asi como nuestro mejor experto en control de amenazas y el disenador del centro de datos. El le dira todo lo que necesite saber sobre seguridad de hosting.

Otro numerito para impresionar al cliente. Carver estrecho la mano del hombre trajeado, al que le presentaron como David Wyeth, del bufete de abogados Mercer & Gissal de Saint Louis. Sonaba a camisas blancas almidonadas y americanas de mezclilla. Carver se fijo en que Wyeth tenia una mancha de salsa barbacoa en la corbata. Cuando llegaban a la ciudad, Mc Ginnis los llevaba a comer a Rosie’s Barbecue.

Carver represento su numero de memoria, explicando a Wyeth todos los detalles y diciendo todo lo que aquel abogado de clase alta queria oir. Wyeth estaba en una mision de barbacoa y due diligence; volveria a Saint Louis e informaria de lo mucho que le habian impresionado. Les diria que ese era el camino que debian seguir si el bufete queria mantenerse al dia con las nuevas tecnologias y los tiempos cambiantes.

Y Mc Ginnis conseguiria otro contrato.

Mientras hablaba, Carver no dejaba de pensar en el intruso al que habian estado persiguiendo; no podia imaginarse la que se le venia encima. Carver y sus jovenes discipulos vaciarian sus cuentas bancarias personales, adoptarian su identidad y ocultarian fotos de hombres manteniendo relaciones sexuales con ninos de ocho anos en su ordenador del trabajo. Luego el lo estropearia con un virus y, cuando el intruso no pudiera arreglar el ordenador, llamaria a un experto. Se encontrarian las fotos y avisarian a la policia.

El intruso no volveria a ser una preocupacion. Otra amenaza mantenida a raya por el Espantapajaros.

– ?Wesley? -dijo Mc Ginnis.

Carver salio de su ensueno. El hombre trajeado habia hecho una pregunta. Carver ya habia olvidado su nombre.

– ?Disculpe?

– El senor Wyeth ha preguntado si alguna vez han accedido al centro de datos.

Mc Ginnis estaba sonriendo, porque ya conocia la respuesta.

– No, senor, nunca han entrado en el sistema. Para ser sincero, ha habido algunos intentos. Pero han fracasado, con consecuencias desastrosas para aquellos que lo intentaron.

El hombre del traje sonrio sombriamente.

– Representamos a la flor y nata de Saint Louis -explico-. La integridad de nuestros archivos y de nuestra lista de clientes es capital para todo lo que hacemos. Por eso estoy aqui en persona.

«Por eso y por el club de strippers al que te llevara Mc Ginnis», penso Carver, aunque no lo dijo. Se limito a sonreir, pero no habia calidez alguna en su sonrisa. Estaba contento de que Mc

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