—Ven a verlo tu mismo —insistio Johnny.

Yo me agazapaba mas junto a la pared. No sabia que odiaba mas… el hecho de haber sido sorprendida o el modo en que ellos me consideraban… ?'Una de esas ninas de las cabanas'! ?Como se atrevia!

Otra cara me miraba; era atezada, coronada por desalinado cabello negro; los ojos castanos reian.

—No es la virgen —comento Dick Kimber.

—?Lo parece acaso, Kim? —pregunto Johnny.

Entonces Justin los aparto para mirar el. Era muy alto y delgado; sus ojos eran serenos, calma su voz.

—?Quien es esa? —inquirio.

—No soy 'esa' —replique—. Soy la senorita Kerensa Carlee.

—Eres una nina de las cabanas —repuso el—. No tienes derecho alguno a estar aqui, pero ahora sal.

Vacile, pues no sabia que se proponia hacer el. Lo imagine llevandome a la casa y acusandome de intrusa. Ademas, no queria estar inmovil frente a ellos en mi vestido corto, que ya me estaba quedando demasiado chico; mis pies, aunque de color oscuro, eran bien formados, pero estaban mugrientos, pues yo no tenia zapatos. Los lavaba todas las noches en el arroyo porque estaba muy ansiosa por mantenerme tan limpia como la gente acomodada, pero como no tenia zapatos para protegerlos, al final del dia estaban siempre sucios.

—?Que pasa? —inquirio Dick Kimber, a quien llamaban Kim. Siempre pensare en el como Kim en el futuro —. ?Por que no sales?;

—Vete y saldre —repuse.

Dick estaba por introducirse en el hueco cuando Justin le advirtio:

—Ten cuidado, Kim. Podrias derribar toda la pared.

Kim se quedo donde estaba.

—?Como dijiste que te llamabas? —inquirio.

—Kerensa Carlee.

—Muy ilustre. Pero mejor sera que salgas.

—Vete.

—Suenen campanas, Kerensa esta en el pozo —entono Johnny.

—?Quien la puso alli? ?Acaso peco? —agrego Kim. Se estaban riendo de mi, y cuando sali del agujero dispuesta a huir, ellos hicieron una rueda en torno a mi. En medio segundo pense en el circulo de piedras y fue una sensacion tan escalofriante como la que habia experimentado en la pared.

Ellos deben de haber estado observando la diferencia entre nosotros. Mi cabello era tan negro, que habia en el una patina azul; mis ojos eran grandes y parecian enormes en mi pequeno rostro; mi piel era suave y olivacea. Todos ellos eran muy pulcros y civilizados; hasta Kim, con su cabello en desorden y sus ojos risuenos.

Los de Mellyora, azules, mostraban turbacion, y en ese momento supe que la habia subestimado. Era blanda, pero no era tonta; sabia como me sentia, mucho mejor que los demas.

—No hay nada que temer, Kerensa —dijo.

—?Que no? —la contradijo Johnny—. La senorita Kerensa Carlee es culpable de trasgresion. Ha sido sorprendida en el acto. Debemos pensar un castigo para ella.

Por supuesto, el bromeaba. No me haria dano; habia advertido mi largo cabello negro y vi sus ojos fijos en la piel desnuda de mi hombro, que asomaba por el vestido roto.

—Solamente los gatos mueren de curiosidad —dijo Kim.

—Vamos, ten cuidado —ordeno Justin, y se volvio hacia mi—. Has sido muy necia. ?No sabes que trepar a una pared que se acaba de derrumbar podria ser peligroso? Ademas, ?que haces aqui? —No espero respuesta—. Ahora vete… cuanto mas rapido, mejor.

Los odie a todos… a Justin por su frialdad, y por hablarme como si yo fuera igual a la gente que vivia en cabanas en las propiedades de su padre; a Johnny y a Kim por sus burlas, y a Mellyora porque sabia como me sentia y se compadecia de mi.

Corri, pero cuando llegue a la puerta del jardin tapiado y estuve segura lejos de ellos, me detuve y me volvi a mirarlos.

Aun estaban inmoviles en semicirculo, mirandome. Mellyora era la que yo podia ver mejor; se la veia tan preocupada… y su preocupacion era por mi.

Saque la lengua; oi que Johnny y Kim reian. Luego les di la espalda y me aleje velozmente.

* * *

Cuando llegue a casa, la abuelita Be estaba sentada fuera de la cabana; solia sentarse al sol, con su banqueta apoyada en el muro, su pipa en la boca, sus ojos semi-cerrados, sonriendo para si.

Me deje caer a su lado y le conte lo que habia pasado. Mientras yo hablaba, ella poso su mano en mi cabeza; le gustaba acariciarme el cabello, que era como el de ella, ya que pese a ser anciana, tenia el pelo espeso y negro. Lo cuidaba mucho, usandolo a veces en dos gruesas trenzas, otros apilandolo alto, en espiral. Muchos decian que no era natural en una mujer de su edad tener una cabellera como esa; y a la abuelita Be le agradaba que dijeran eso. Su cabello la enorgullecia, si, pero era mas que eso; era un simbolo. Como el de Sanson, solia decirle yo, y ella entonces, reia. Yo sabia que ella elaboraba una preparacion especial, con la que todas las noches se cepillaba, y durante cinco minutos se masajeaba la cabeza. Nadie sabia lo que ella hacia, salvo Joe y yo, y a Joe no le importaba; siempre estaba demasiado ocupado con algun pajaro o animal; pero yo solia sentarme a mirarla peinarse, y entonces ella me decia: 'Te dire como cuidar tu cabello, Kerensa; entonces tendras una cabellera como la mia hasta el dia de tu muerte'. Pero no me lo habia dicho aun. 'Todo a su debido tiempo', agregaba. 'Y si yo muriese de pronto, encontraras la receta en el aparador del rincon.'

Abuelita Be nos queria a Joe y a mi, y ser querido por ella era algo maravilloso; pero mas maravilloso aun era saber que para ella yo era siempre la primera. Joe era como un animalito domestico; lo queriamos de manera protectora, pero entre abuelita y yo habia una estrecha union que ambas conociamos y que nos alegraba.

Era una mujer sabia; no me refiero simplemente a que tuviera sentido comun, sino a que era conocida kilometros a la redonda por sus poderes especiales, y gente de todo tipo iba a verla. Ella los curaba de sus achaques y ellos confiaban en ella mas que en el medico. La cabana estaba llena de olores que cambiaban de un dia al otro, segun los remedios que se estaban preparando. Yo estaba aprendiendo que hierbas juntar en los bosques y en los campos, y que curarian. Se creia tambien que tenia poderes especiales, que le permitian ver en el futuro; le pedi que me ensenara tambien, pero ella decia que era algo que una se ensenaba a si misma manteniendo abiertos los ojos y los oidos, y aprendiendo sobre la gente… porque la naturaleza humana era la misma en el mundo entero; habia tanto malo en lo bueno y tanto bueno en lo malo, que todo era cuestion de pesar cuanto bueno o malo se habia asignado a cada uno. Si se conocia a la gente, era posible conjeturar como actuarian, y eso era ver en el futuro. Y cuando una se hacia ingeniosa en eso, la gente creia en una, y con frecuencia obraba tal como una le habia dicho, solo para ayudarla a una.

Viviamos de la sabiduria de abuelita y no nos iba tan mal. Cuando alguien mataba un cerdo solia haber un cuarto para nosotros. A menudo algun cliente agradecido dejaba a nuestra puerta un costal de patatas o de arvejas; con frecuencia habia pan horneado caliente. Ademas, yo era buena administradora. Sabia cocinar bien. Sabia hornear nuestro pan y pasteles de carne, y hacer unas tortas excelentes con poca cosa.

Desde que Joe y yo viviamos con la abuelita, yo era mas feliz que antes.

Pero lo mejor de todo era ese vinculo entre nosotras, que sentia en ese momento, cuando me sente junto a ella a la puerta de la cabana.

—Se mofaron de mi —dije—. Los Saint Larston y Kim. Mellyora no, sin embargo. Me compadecio.

—Si pudieras realizar un deseo ahora, ?cual seria? —me pregunto abuelita.

Tire de la hierba sin hablar, pues mis anhelos eran algo que no podia expresar con palabras, ni siquiera a ella. Abuelita contesto por mi.

—Serias una dama, Kerensa. Viajarias en tu carruaje. Vestirias de seda y de raso, tendrias una tunica de color verde brillante y habria hebillas de plata en tus zapatos.

—Leeria y escribiria —agregue, volviendome hacia ella ansiosamente—. ?Se hara verdad, abuelita?

No me contesto, y yo me entristeci pensando por que, si ella podia decir el futuro a otros, no podia decirmelo a mi. La mire suplicante, pero ella no parecia verme. El sol centelleaba en su suave cabello negro azulado, que estaba trenzado en torno a su cabeza. Ese cabello debia haber pertenecido a Lady Saint Larston. Daba a abuelita un aspecto altivo. Sus oscuros ojos estaban alertas, aunque no los habia conservado tan jovenes

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