Se sintio mal, fragil ante aquel golpe inesperado. De pronto su universo mas seguro se desvanecia, se derrumbaba hecho anicos. Su padre, el registro de lo que consideraba inviolable, la vulnerabilidad de su propio ser.

Dejo la bolsa de viaje en el recibidor y bajo hasta el vestibulo para buscar al conserje. Lo encontro regando el jardincito lateral con su habitual parsimonia, contemplativo aunque ojo avizor por si se presentaba alguno de los vecinos. Joa aparecio tan subrepticiamente tras el que logro sorprenderlo.

– Dimas.

– ?Oh, si, diga! -cerro la manguera accionando el sistema de graduacion del chorro por la punta.

– ?Ha visto a alguien raro merodeando por aqui ultimamente?

La pregunta lo atraveso.

– No -alzo las cejas extranado-. ?Por que lo dice?

No quiso entrar en detalles.

– Una amiga mia de esta calle me ha dicho que ha visto gente un tanto peculiar.

– Yo no he visto nada, y ya sabe que soy muy observador.

Entre la llegada del conserje de noche y la marcha del de dia, habia una o dos horas muertas. Y lo mismo por la manana, al retirarse el vigilante nocturno y llegar Dimas. Algunos vecinos, los mas aprensivos, solian exigir una presencia disuasoria las veinticuatro horas del dia. No queria anadir polemica al tema.

– Vale, perdone, no es nada -se retiro hacia el vestibulo.

Subio por segunda vez a su piso y no supo que hacer.

Demorar el viaje por algo como aquello se le antojo estupido, una perdida de tiempo. No habian robado nada. Y lo otro era mucho mas urgente. Suspiro en busca de un animo que acababa de abandonarla y se ocupo de los ultimos detalles, cerrar las llaves del agua y del gas, asegurarse de que todo estuviera en orden. Quiza tardase unos dias en volver.

Quiza.

Pasaporte, tarjetas de credito, movil, mini camara digital,

i-Pod, cargadores…

Cuando cerro la puerta de su piso se sintio extrana.

Iba en pos de un destino incierto.

?Y si volvia con las manos vacias, fracasada… y

sola?

Por segunda vez bajo en el ascensor. Sabia que tendria que despedirse de Dimas en cuanto la viera aparecer con la bolsa de viaje a pesar de haberle advertido de la coyuntura. Casi se alegro de verlo hablando con su vecina, la senora Amalia, la mujer que ocupaba la otra puerta de su rellano.

Sus voces llegaron hasta ella mientras descendia la escalerita exterior fingiendo no haberse apercibido de su presencia.

– ?Tendre que cambiar la cerradura del piso, ya ve! ?No he podido dormir tranquila pensando que alguien encontrase mi bolso, y ya no digamos si me lo robaron! ?Es inaudito, Dimas, inaudito! ?Yo no se adonde iremos a parar!

?Habian saltado de una terraza a otra!

Para registrar su casa…

Asi que el bolso de la senora Amalia no se habia extraviado. Se lo habian robado con un objetivo.

Joa se metio de cabeza en el primer taxi que encontro sin volver la vista atras.

– Al aeropuerto, por favor -le dijo al hombre.

5

En pleno vuelo, despues de una zona de turbulencias que la mantuvo aplastada en el asiento casi una hora, harta de escuchar musica y sin el menor interes por las peliculas que emitian en su pequeno televisor manual adosado al reposabrazos, todas bastante insulsas, se levanto por primera vez para ir al lavabo. Los de primera tenian ocupantes, asi que salio de la zona exclusiva y camino por el pasillo rumbo a los de la mitad, en clase turista. Estaba habituada a los espacios pequenos y cerrados, incluso malolientes, porque en varias ocasiones acompano a su padre en excavaciones problematicas en las que tuvo que arrastrarse, gatear, subir por tuneles angostos o descender por galerias estrechas, pero en aquel momento se sintio claustrofobica. Un lavabo en un avion era algo de lo mas deprimente, y mas en su estado, rozando la catarsis absoluta. Ni siquiera recordaba el proceso previo a la subida al avion. Y alli estaba, rodeada por cuatro paredes, tres de las cuales daban al interior del aparato y una cuarta al exterior. Apenas unos centimetros de fuselaje la separaban del frio y el vacio situados al otro lado, a once mil metros de altura. Ademas, los anteriores usuarios del servicio se habian portado ya como unos cerdos, y eso que ni siquiera se hallaban a mitad de camino. Los restos de salpicaduras diversas llenaban tanto la taza del inodoro como el lavamanos o la superficie metalica que lo rodeaba. El ultimo pasajero ni siquiera habia pulsado la placa de la pared para vaciar el contenido del inodoro.

Orino sin atreverse a rozar la tapa protectora, de pie, suplicando para que el avion no atravesara otra inesperada turbulencia, y salio del servicio casi a escondidas, con la cabeza gacha, como si fuera invisible. Si alguien la veia y entraba a continuacion, creeria que la sucia era ella.

No tuvo suerte.

Se encontro casi de bruces con el.

Alto, agraciado, veinticinco o veintiseis anos, moreno, cabello un poco largo, de facciones intensas, mirada penetrante, cuerpo atletico. Esto ultimo era facil de intuir porque llevaba una camisa bastante ajustada y de manga corta.

Estaba habituada a que se fijaran en ella, que la observaran y la repasaran casi inquisidoramente de arriba abajo, algunos con descaro. Para muchos resultaba turbadora, o eso decian. Pasaba de ellos. Pero el choque fue intenso, por ambas partes.

Y le desconcerto que apartara la mirada, timido. Que bajara los ojos.

– Perdon -se excuso el aparecido.

– Tranquilo -se encogio ella de hombros, y le advirtio a la defensiva-: Ahi dentro esta bastante sucio.

– Gracias.

Lo vio desaparecer tras la puerta, cerrarla, colocar el pestillo con la senal en rojo.

Regreso a su asiento, una ventanilla en la parte izquierda. En primera clase solo habia dos butacas a ambos lados, mas otras dos centrales, y la distancia con las de delante era suficiente como para desplazarse sin molestar al companero. El suyo dormia, con su plaza convertida en cama, a pesar de que en el horario europeo no eran mas que las seis de la tarde. Gente para todo.

Saco de su bolso los dos libros que habia comprado en la libreria del aeropuerto. Nada especifico sobre Palenque, pero si uno sobre las culturas indigenas de Centroamerica en general y una guia turistica de Yucatan en particular. Palenque, en Chiapas, quedaba tan fuera de la peninsula de Yucatan como lo estaba la otra gran metropoli maya, Tikal, ya en Guatemala. Pero algo era algo. Conocia lo suficiente acerca de los mayas, aunque tampoco era mucho. Para eso estaba Internet.

Abrio el primero de los libros y se encontro con el mapa de la zona en la que vivieron y se desarrollaron los mayas, los dominios de lo que en otro tiempo fue una de las culturas mas avanzadas del mundo. Los primeros que llegaron a dominar la astronomia, con sus asombrosas predicciones, aunque despues cualquiera se encontraba con sorpresas tales como que no utilizaron jamas la rueda, si bien hicieron juguetes en los que si la habia. No tenian carretas, ni bestias de carga como asnos, caballos, bueyes o bufalos; jamas utilizaron herramientas metalicas, solo la piedra; y durante anos pelearon con lanzas de madera o navajas de obsidiana. Solo al final emplearon arcos y flechas.

Despues ojeo el resto. Apenas cuatro pinceladas para turistas poco avidos y nada mas. Los detalles mas superfluos.

La guia de la peninsula de Yucatan hablaba principalmente de Chichen Itza, Uxmal, Tulum y la mas reciente

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