nina mayor, y entre en el salon fingiendo no haber oido nada.

– En media hora esta el cordero -dije.

Despues de comer jugue un poco con la nina. Le encantaba que la llevara a mi despacho, lleno de objetos y fetiches antiguos por cuya historia se interesaba vivamente. Por lo general daba respuestas razonables a sus preguntas, pero a veces me complacia en hilvanar historias fantasticas sobre el origen de aquello o de lo otro. La nina tenia una memoria sorprendente y me corregia cuando le ofrecia una version distinta a la escuchada la semana anterior. En esto, se acerco al cajon de arriba de mi mesa y lo abrio para curiosear dentro.

– Lleva cuidado -dije-, que ahi hay un criadero de hombrecillos.

Aunque se mostro incredula, cuando saque el cajon del todo para satisfacer su curiosidad, descubrimos en el contrachapado del fondo un agujero que parecia conectar con una grieta de la pared.

– ?Lo ves? -anadi alumbrando la grieta con la linterna.

Cuando se fueron, mi mujer se mostro un poco preocupada por «los chicos».

– Saldran adelante -dije yo.

– Ojala -anadio ella. Y eso fue todo.

4

Aquel dia mi mujer se encontraba de viaje, asi que decidi quedarme un rato en la cama despues de que sonara el despertador, que apague a tientas, alargando el brazo. Al poco, me quede dormido de nuevo y sone con el embrion de un pollo en el interior de su huevo. De alguna manera inexplicable, yo me encontraba tambien dentro del huevo, por lo que me era dado asistir al espectaculo de la multiplicacion de las celulas, que asociandose en diferentes grupos iban formando cada uno de los organos del ave. Pense, dentro del sueno, que las frases de un discurso se formaban de un modo semejante, aunque por asociacion de palabras, en vez de celulas.

Durante las tres semanas que dura la gestacion, el pollo no recibe ningun nutriente de fuera. El es su propia despensa, crece a costa de si. En cuanto al oxigeno, lo toma en parte de la camara de aire formada entre la membrana y la cascara, en uno de los extremos, y en parte del exterior, a traves de los 7.500 poros que posee el huevo. Aquella informacion, leida antes de irme a la cama en una revista, habia actuado sin duda como el resto diurno generador de la materia onirica. En el fondo, era un modo mas de indagar acerca de las relaciones entre biologia y economia. Si continuaba dandole vueltas al asunto, tarde o temprano encontraria un vinculo original entre una cosa y otra. Mi cabeza funcionaba asi. Sonaba muchos de mis articulos antes de escribirlos.

En esto, sufri uno de esos pequenos episodios catatonicos que se traducen en que quieres hablar o moverte y no eres capaz de hacerlo, pues los musculos no te responden. Por lo general, producen angustia, pero yo los sufria con cierta frecuencia y encontraba en ellos un punto de placer si no se prolongaban demasiado. Propiamente hablando, en tales estados no estas dormido, aunque tampoco despierto. Se dan al amanecer, sobre todo si en vez de levantarte cuando suena el despertador, haces un poco de pereza entre las sabanas. Tal era mi caso.

Senti unos golpecitos, como de pasos, en el pecho, pues me encontraba boca arriba, aunque no podia abrir los ojos para ver de que se trataba. Finalmente, logre levantar un poco los parpados y distingui a tres o cuatro hombrecillos a la altura de mis tetillas, muy atareados en algo que no consegui averiguar. Quise hablarles para preguntarles que hacian en mi pecho, pero aunque era capaz de formular la frase con el pensamiento no lograba articularla con la boca, pues ni la lengua ni la mandibula me respondian. Entonces uno de los hombrecillos se dirigio a mi por telepatia.

– Procura no moverte -dijo.

– No me movere -respondi tambien mentalmente, como si estuviera dispuesto a hacer alguna concesion-, pero dime que haceis.

– Estamos fabricandote un doble de nuestro tamano -anadio-. Hemos tomado una pequena porcion de cada uno de tus organos para completarlo.

– ?De donde me habeis quitado la piel? -pregunte absurdamente.

– Del muslo -dijo-, nadie lo percibira. Por lo demas, con un trocito de rinon, otro de higado, otro de pancreas, etcetera, hemos construido unas visceras diminutas y perfectas.

– ?Y los ojos? -insisti.

– Era lo mas delicado -respondio-, pero ya hemos tomado una fraccion de cada una de sus partes; los tendras enrojecidos varios dias, usa gafas de sol.

– ?Y el cerebro?

– No te apures -me tranquilizo-, hemos tomado porciones tan pequenas de sus diferentes regiones que no notaras nada, quiza alguna dificultad para pronunciar la erre, asi como insignificantes molestias motoras durante los primeros dias.

Tranquilizado por las palabras del hombrecillo, ya no intente moverme. Incluso cerre la rendija que habia logrado abrir con tanto esfuerzo entre los parpados. Pasado un rato pregunte telepaticamente al hombrecillo si ese doble mio en cuya construccion se afanaban seria una especie de hijo. Por unas u otras razones no he sido padre, de modo que la idea de alumbrar una replica de mi no me resultaba del todo declinable. Pero me dijo que no, que no se pareceria en nada a un hijo, pese a estar hecho de mi carne y de mi sangre.

– Tampoco -anadio- sera exactamente un doble, aunque antes lo he llamado asi; sera identico a ti porque sera una extension de ti; aunque separados, formareis parte de la misma entidad. Los dos sereis uno, aunque resulte dificil de entender.

– Hay naciones constituidas de ese modo -dije tratando de ayudarle.

El hombrecillo, sin abandonar su trabajo, emitio una especie de “mmm”, como si estuviera y no estuviera de acuerdo con la comparacion.

Pasados unos segundos me pregunto desde cuando veia hombrecillos. Le dije que los habia visto por primera vez de pequeno, pero que desaparecieron en torno a los diez u once anos y no volvieron a manifestarse hasta pasada la juventud. Desde entonces, habia vuelto a verlos con cierta regularidad, sin saber de que dependian sus visitas.

– Tipico -dijo el-, ?le comentaste a alguien la experiencia?

Le dije que no, pues intuia que no debia hacerlo, y evoque mis primeros contactos con ellos durante la infancia, tan remota. Una vez, al abrir el armario del colegio donde guardabamos los abrigos, sorprendi a uno sacando una galleta del bolsillo de una bata. Me miro sin intencion de huir y yo cerre, asustado, la puerta. Al volverla a abrir un instante despues ya no estaba. Los habia visto tambien dentro de los zapatos de tacon de mi madre y en el cajon de su ropa interior, con la que jugaba cuando mis padres estaban fuera de casa. Un dia sorprendi dentro de ese cajon a tres hombrecillos que tampoco mostraron intencion de huir. A medida que hacia memoria, llegaba a la conclusion de que incluso durante aquellos anos habia estado familiarizado con los hombrecillos mas de lo que recordaba.

– Es muy comun -dijo el hombrecillo, siempre telepaticamente, desde mi pecho.

Luego subio hasta la barbilla, atraveso mi rostro y me levanto un poco el parpado derecho para hacer alguna comprobacion en el iris, dando asi por terminado el trabajo.

– Ahora conviene que descanses un par de horas antes de levantarte -dijo.

5

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