Juan Jose Millas

La soledad era esto

© Juan Jose Millas, 1990

A la memoria de Candida Garcia

?Es que deseaba de verdad se cambiase aquella su muelle habitacion, confortable y dispuesta con muebles de familia, en un desierto en el cual hubiera podido, es verdad, trepar en todas las direcciones sin el menor impedimento, pero en el cual se hubiera, al mismo tiempo, olvidado rapida y completamente de su pasada condicion humana?

franz kafka, La Metamorfosis

Primera parte

Uno

Elena estaba depilandose las piernas en el cuarto de bano cuando sono el telefono y le comunicaron que su madre acababa de morir. Miro el reloj instintivamente y procuro retener la hora en la cabeza; las seis y media de la tarde. Aunque los dias habian comenzado a alargar, era casi de noche por efecto de unas nubes que desde el mediodia se habian ido colocando en forma de techo sobre la ciudad. La mejor hora de la tarde para irse de este mundo, penso cogida al telefono mientras escuchaba a su marido que, desde el otro lado de la linea, intentaba resultar eficaz y carinoso al mismo tiempo.

– Yo paso a recogerte -dijo- y vamos juntos al hospital. Tu hermano ya esta alli.

– ?Y mi hermana? -pregunto- ?Quien avisa a mi hermana?

– Acabo de hablar con su marido y vendran esta misma noche en un avion que sale a las diez de Barcelona. No te preocupes de las cuestiones practicas. Arreglate y espera a que yo vaya por ahi.

Elena colgo el telefono y se sento en el sofa a digerir la noticia; con la mano derecha iba arrancandose las costras de cera que endurecian la pierna correspondiente a ese lado del cuerpo, mientras sus ojos paseaban por las paredes del salon sin registrar nada de cuanto veian. Cuando regreso al cuarto de bano, la cera se habia endurecido, de manera que renuncio a depilarse la pierna izquierda. Se quito la bata y se metio debajo de la ducha en una postura que sugeria cierto desamparo, pero no llego a llorar. Parecia asi confirmarse una antigua idea segun la cual la muerte de su madre, cuando llegara a suceder, constituiria un tramite burocratico, un papeleo que vendria a sancionar algo pasado, porque para Elena su madre estaba muerta desde hacia mucho tiempo.

Eligio unas medias oscuras para que no se notase que llevaba una pierna sin depilar y se puso una ropa interior algo provocativa que desmentia ante si misma el duelo que intentaba expresar el oscuro traje de chaqueta rescatado de las profundidades del armario.

Prefirio no maquillarse ni retocarse los ojos, pero se arreglo el pelo recogiendose en la nuca la melena. No queria transmitir desolacion, sino un desalino que podria atribuirse a la prisa por salir de casa una vez conocida la noticia. Dudo si darse un toque de carmin en los labios, pero finalmente decidio que tal como habia quedado estaba bastante hermosa, aun cuando se tratara de una hermosura en decadencia por la que habian pasado ya cuarenta y tres anos, cuarenta y tres anos que no habian logrado destruir el brillo de sus ojos ni corregir el gesto desafiante de sus labios. Se torcio la falda para acentuar la sensacion de urgencia y regreso al salon, donde lio un porro que fumo junto al ventanal contemplando las oscilaciones de la luz. Vivia en un piso alto de la zona norte de Madrid, desde donde se divisaba un paisaje urbano que parecia cambiar de forma en funcion de las tonalidades de los meses. Ahora era febrero y habia oscurecido, de manera que los edificios, con las luces de las ventanas encendidas, invitaban al recogimiento. Penso en Mercedes, su hija, y reprimio el impulso de

telefonearla, pues imaginaba que ya se habria encargado de ello su marido.

Cuando apago el canuto, intento elaborar un pensamiento brillante o tragico, adecuado a la perdida que acababa de padecer, pero no se le ocurrio nada. La muerte de su madre parecia, mas que un suceso, un simple hecho encadenado a la secuencia de los dias y sin capacidad siquiera para constituir una ruptura o una victoria sobre lo cotidiano. El hachis le habia golpeado ya en la nuca y presintio que en las escenas en las que tendria que participar a lo largo de las horas siguientes ella estaria del lado de los muertos, en aquel lugar donde ahora se encontraba su madre, y desde donde supuso que las cosas de la vida se verian sin pasion, sin odio, sin amor: una mirada neutra, cargada de indiferencia, aunque estimulada quiza por una suerte de curiosidad dirigida a los aspectos mecanicos que producen los afectos.

En esto llego Enrique, su marido, y la abrazo con gesto solidario intentando aliviar un dolor que no se habia llegado a producir. Elena sonrio con afecto. Ya sabes lo que pensaba de esta muerte, dijo. Nunca me lo llegue a creer del todo, respondio el.

Elena temio que se le pasara el efecto producido por el hachis y lio otro canuto con la excusa de ofrecerselo a Enrique. Lo fumaremos en el coche, dijo, y salieron.

Su madre parecia sonreir al fin. Llevaba una mortaja blanca, que evocaba el habito de una novicia, entre cuyos pliegues sobresalia un rostro que la muerte habia dulcificado. Permanecia inmovil como un cadaver, pero su frente arrugada parecia mantener la tension de un pensamiento. Uno de los ojos permanecia ligeramente abierto produciendo en el rostro un efecto asimetrico que a Elena le recordo que no se habia depilado la pierna izquierda. ?Era simetrica la realidad o la simetria era un ideal provocado por la inteligencia del hombre? ?Acaso todo lo que se podia dividir por la mitad daba lugar a dos partes armonicas y similares? ?Donde esta la mitad de mi vida?, se dijo observando a su hija que atendia a los familiares y amigos con una cortesia dolorosa. ?Deja mi madre aqui un espacio simetrico al que ahora ocupa? ?Dejan los muertos un reflejo de si en este mundo de dolor? ?Que sensacion es simetrica al dolor?

Las dos ultimas frases le produjeron alguna satisfaccion, pero su estado de animo tendia en general hacia la indiferencia. Imaginate, estaba depilandome las piernas, confeso a alguien que se acerco a besarla.

El encuentro con su hermano resulto algo estimulante, pues el abrazo constato el afecto que se tenian y que en ocasiones asi llegaba a manifestarse sin la censura del pudor. Su hermana, sin embargo, estuvo fria y distante como si Elena le debiera todavia la infancia. Mercedes, su hija, todavia no se habia acercado a ella, pero le lanzaba miradas rencorosas que Elena procuraba no recoger. Su madre y su hija tenian el mismo nombre. Ahi habia una simetria que quiza simbolizaba otras de mayor alcance; ambas Mercedes solian reprobar con la mirada y castigar con la distancia, con la culpa. Yo soy el centro de esa relacion simetrica, yo soy su corazon, yo la alimento. ?Como estas, mama?, dijo su hija acercandose al fin tras darle un beso. Imaginate, estaba depilandome las piernas cuando sono el telefono. Lo deje todo a medias, los muslos, todo. Penso que la palabra muslos estaba bien usada en aquel contexto mortuorio. Mi marido y yo nos quedaremos esta noche, respondio su hija. Tu vete a descansar si quieres. Habra que hacer algo, los papeles y eso. Ya esta todo hecho, mama, no te preocupes.

Es igual que mi hermana, otra simetria, yo no tengo la capacidad de hacer dano que ambas me atribuyen. Mi hermana tambien se llama Mercedes, como mi madre, como mi hija. ?Como quien soy yo? ?A quien de estas

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