Capitulo 2

Ahumada, el visionario

No es inhabitual que un hombre de ingenio pague un alto precio por demostrarlo por escrito. Al presidente Gonzalez Bravo le llego el momento de comprobarlo cuando una mano invisible deposito en manos de la reina madre, Maria Cristina, los articulos injuriosos que tiempo atras le habia dedicado bajo seudonimo, con la insinuacion de su verdadera autoria. El antiguo libelista quedaba amortizado, y el 2 de mayo de 1844 Narvaez asumio la presidencia del gobierno, tomando para si la cartera de la Guerra, en la que mantuvo como subsecretario al brigadier sevillano Angel Garcia de Loygorri, conde de Vistahermosa, leal al nuevo presidente y viejo amigo del duque de Ahumada.

Durante el mes de abril se habian producido algunos acontecimientos relevantes para la formacion del nuevo cuerpo. El todavia ministro de la Guerra, Mazarredo, mantuvo un tira y afloja con su colega de Gobernacion, el marques de Penaflorida, para deslindar las funciones de ambos departamentos y en particular las responsabilidades que corresponderian en el nombramiento de su personal a los jefes militares y politicos. Como resultado, se dicto el Real Decreto de 12 de abril, que aclaraba el anterior de 28 de marzo en el sentido de que si bien el Ministerio de la Guerra se encargaria de la organizacion inicial de la Guardia Civil, reclutando sus efectivos entre los excedentes de personal del ejercito, en lo sucesivo serian los jefes politicos los que se encargarian de los nombramientos de cargos y asignacion de destinos. Este esquema habria dado lugar, interpreta Aguado Sanchez, a que la Guardia Civil se convirtiera en una suerte de simple vaciadero de un Ejercito hipertrofico, sometido a los vaivenes politicos y expuesto a los caprichos del partido de turno. La falta de un inspector general, y los miseros sueldos que se contemplaban para la tropa, habrian conducido a una nueva institucion precaria, con defectuosa organizacion militar y condenada a resultar inestable, manipulable y fallida.

Sea como fuere, el 15 de abril de 1844, este nuevo Real Decreto le fue remitido al mariscal de campo Francisco Javier Giron, duque de Ahumada, que se hallaba a la sazon en Cataluna en funciones de inspector general militar. Lo acompanaba la siguiente comunicacion:

Al Mariscal de Campo Duque de Ahumada. Para llevar a cabo esta Soberana y Real disposicion se ha dignado comisionar a V.E. como Director de la organizacion de la Guardia Civil y senalar para proceder a ello los puntos de Vicalvaro y Leganes. A fin de que V.E. pueda sin perdida de tiempo dar principio al importante cometido que la digna accion de S.M. le confia y evitarle en lo posible consultas que naturalmente le ocurririan para su mejor desempeno, debo decirle que V.E. queda facultado para proponer las medidas que conduzcan a la mas util organizacion de esta fuerza en vista de los elementos que para ello puedan emplearse, teniendo en consideracion que del acierto de su primera planta depende su porvenir y el que produzca el feliz resultado a que se la destina. Muy recomendable e importante es la brevedad, pero mas aun lo es la perfeccion. Las solicitudes de Jefes y Oficiales con los datos ya reunidos en este Ministerio pasaran a la direccion del cargo de V.E. para que en consecuencia puedan hacerse a S.M. las consecuentes propuestas en forma para todos los empleos de Jefes y Oficiales, debiendo V.E., proceder al nombramiento de las clases de tropa que han de componer el Cuerpo […] V.E. necesita manos auxiliares para los trabajos de la Comision; puede V.E. por tanto proponer desde luego, su personal y la organizacion en el concepto de que todos los sueldos y gastos son desde ahora con cargo al Ministerio de la Gobernacion.

Mediante esta comunicacion, el ministro de la Guerra ponia en manos de Ahumada la labor de organizacion inicial de la Guardia Civil que habia salvado para su ministerio. Las razones de su nombramiento hay que buscarlas en su competencia y rigor, que ya lo habian llevado al cargo de inspector general militar. Pero una vez recibida la encomienda, no podia dejar de influir en el duque la experiencia que habia compartido un cuarto de siglo atras con su padre, en la redaccion del proyecto de la Legion de Salvaguardias Nacionales. Comparandolo con el que ahora se le ponia en las manos, forzoso era que sintiese preferencia por aquel, y desde bien pronto se aplico a procurar que los decretos fundacionales quedaran sin efecto y sustituidos por otro mas acorde a su concepcion de lo que debia ser un cuerpo que devolviera (o trajera, porque era algo inedito) la seguridad al reino. El hombre habia encontrado su destino en la Historia. Y la Guardia Civil acababa de tropezarse con el hombre que iba a ahormarla.

Pero antes de continuar con el relato, quiza sea oportuno dar algunas pinceladas biograficas sobre el personaje. Nacido en Pamplona el 11 de marzo de 1803, en el palacio del Virrey (cargo que entonces ostentaba su abuelo paterno, Jeronimo Giron), hacia las cuatro de la tarde, Francisco Javier Giron moriria el 18 de diciembre de 1869 en su domicilio madrileno del numero 9 de la calle del Factor, a las dos y media de la madrugada. Su condicion de miembro de la nobleza le hizo disfrutar de los privilegios otorgados a esta por Carlos IV e inicio su carrera militar a la edad de doce anos con el empleo de capitan de Milicias Provinciales. Hijo unico, su infancia fue algo amarga, ausente casi siempre su padre por su implicacion en la Guerra de la Independencia y sin el amparo de la madre, que preferia seguir al marido en sus correrias, mientras Francisco Javier quedaba a cargo de su abuelo, perseguido por afrancesado. De talla mediana y no muy buena salud en la adolescencia, los contratiempos vividos con su padre, exilio incluido, forjaron en el un caracter inflexible y ordenancista, ademas de proporcionarle grandes dotes de organizacion y una gran capacidad de trabajo. Afin a los moderados, no albergo especiales ambiciones politicas, contentandose con un puesto de senador vitalicio que compatibilizo con su dedicacion a la Inspeccion General de la Guardia Civil. En cuanto a su hoja de servicios militares, la primera guerra carlista le daria ocasion de distinguirse y de demostrar su capacidad para el mando. Como coronel participo en la desarticulacion de partidas carlistas en la provincia de Sevilla y mas tarde en La Granja. Tras algun reves, como el que sufrio frente a los rebeldes en Moratalaz, Narvaez lo capto para organizar el Ejercito de Reserva de Andalucia, lo que forjo una solida relacion de camaraderia entre ambos. En 1840 fue nombrado mariscal de campo por sus muchos meritos en combate, en las acciones de Yesa, Alpuente, Montalban, Miravete, entre otras, y por el acoso al recalcitrante caudillo carlista Ramon Cabrera, hasta obligarlo a cruzar en retirada la frontera de

Francia. Su carrera previa a la organizacion de la Guardia Civil se cerro con sumision como inspector en Cataluna y Valencia, donde su labor se tradujo en una, minuciosa revision de los muchos problemas que aquejaban al ejercito de entonces, seguida de multiples recomendaciones para mejorarlo en todos los aspectos, desde uniformidad y guarnicion hasta la simplificacion de la exasperante burocracia que lo agarrotaba. Segun Aguado Sanchez, de quien tomamos esta semblanza, ello lo preparo, en no escasa medida, para la tarea de organizar el cuerpo de la Guardia Civil. Pero aparte de este historial, al hombre tambien se le atribuye un jugoso anecdotario, que no excluye la leyenda. Quiza la mas repetida entre los guardias civiles, y transmitida de generacion en generacion, es la que refiere que siendo aun el duque un joven oficial, su padre, por entonces capitan general de Andalucia, recibio en su despacho al mitico bandolero Jose Maria el Tempranillo, ya convertido en arrepentido de la justicia, a la que ayudaba a capturar a sus antiguos compinches. El padre se dirigio al hijo y le dijo: «Mira, aqui te presento a Jose Maria el Tempranillo, un hombre valiente». A lo que el ex malhechor replico: «No, mi general, yo no soy valiente, lo que ocurre es que no me aturdo nunca». Segun se cuenta, aquellas palabras se le grabaron a fuego al futuro director de la Guardia Civil, que solia repetirlas a su gente cuando la despachaba a misiones que entranaban peligro.

Fiel a este espiritu, sea o no cierta la anecdota, el duque no se aturdio frente al delicado encargo recibido mediante la Real Orden de 15 de abril. Y tan solo cinco dias despues, el 20 de abril de 1844, redactaba una comunicacion a los ministros de Estado y Guerra, en la que les trasladaba sus primeras impresiones sobre la labor encomendada. En primer lugar, el contingente previsto de 14.333 hombres, repartidos en 14 Tercios, con 103 Companias y 20 Escuadrones, resultaba imposible de reclutar, si es que se deseaba dotar el cuerpo con personal a la altura de su responsabilidad, por lo que proponia empezar por un numero inferior e irlo aumentando

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