costa para satisfacer sus instintos. Y si en ese momento Kratos trataba de demostrar que en realidad Baoyim no le deseaba a el, porque habia visto como miraba a Derguin, Aide saltaba sin dudarlo al otro sendero de la discusion y volvia a alegar que la Atagaira era ambiciosa y calculadora, y que sabia muy bien lo que hacia aconsejandole que la dejara a ella en Nikastu.

Al final Kratos se dio cuenta de que por mas que razonara no convenceria a Aide. La furia la habia obnubilado tanto que parecia pensar que aquel viaje tan precipitado a Pabsha era solo una excusa para alejarse de ella y poder refocilarse con Baoyim y, si se terciaba, con todas las Atagairas que le salieran al paso.

– Es imposible hacerte entrar en razon. Me voy -dijo por fin, y se dio la vuelta para marcharse.

– ?No te atrevas a dejarme con la palabra en la boca! -le amenazo Aide.

Pero eso fue precisamente lo que hizo. Con una jaqueca como propina anadida a todos los dolores que lo aquejaban, Kratos salio de sus aposentos y bajo las escaleras del torreon casi a la carrera.

Soplaba un viento seco y frio. Se acercaba el mediodia. Los rayos del sol tallaban los perfiles como cinceles y su reverberacion hacia que las piedras de los muros y el pavimento se vieran aun mas asperas y descarnadas. La vispera, Kratos habia llegado a ver aquel lugar como una ciudad, su ciudad. Pero a la luz del dia, de nuevo le parecia lo que era: una inmensa ruina que tardaria mucho tiempo en ser habitable de verdad.

Es porque no has dormido y ademas has discutido con Aide, se dijo. Aunque tenia asuntos mas importantes en los que pensar, notaba un nudo acido en la boca del estomago y no conseguia sacarse de la cabeza los gritos que ambos habian proferido.

Acompanado por un peloton de guardias que lo siguieron a cinco metros sin tan siquiera preguntar, Kratos se dirigio hacia la puerta sur. Tras salir del recinto de la muralla, bajo la cuesta entre restos de piras funerarias que aun humeaban. Alli abajo, en una amplia explanada, habian instalado las caballerizas, que por el momento eran poco mas que cercados. Los hombres a los que habia seleccionado Kratos para acompanarlo estaban alli, eligiendo monturas. Habian decidido que cada jinete llevaria tres; mas animales de relevo podrian convertir la columna de marcha en una manada inmanejable.

Los caballos Aifolu eran pequenos: ninguno superaba las catorce manos de alzada. Por sus proporciones, no resultaban tan atractivos como los enormes y majestuosos corceles de batalla. Tenian las patas cortas, las crines asperas y la cabeza voluminosa en comparacion con el resto del cuerpo. Probablemente no ganarian una carrera de trescientos metros, ni siquiera de un kilometro, pero cuando se trataba de cabalgar campo a traves de sol a sol no habia bestias mas resistentes y abnegadas.

Entre los soldados que andaban por el cercado eligiendo caballos, examinandoles las patas, los cascos, el pelaje y los dientes, Kratos encontro, para su sorpresa, a Gavilan.

– ?No deberias estar acostado, capitan?

– ?Tan mal me quieres, tah Kratos? Acostado es como mas me duele. Prefiero estar de pie y que me de al aire.

El veterano tenia los brazos rodeados de vendajes. De su cabellera, que nunca habia sido muy tupida, no quedaban mas que unos matojos renegridos y retorcidos sobre si mismos que cuando los aplastaba con la mano se quebraban con un crujido seco. Llevaba el rostro cubierto por una gruesa capa de balsamo amarillo que dejaba ver poco mas que la boca cada vez mas desdentada y los ojos.

– ?Que haces aqui?

Palmeando el lomo de un caballo negro con las crines trenzadas, Gavilan contesto:

– ?Que voy a hacer, tah Kratos? Lo mismo que todos los demas. Elegir donde voy a plantar el culo los proximos dias. Es una decision importante.

– No recuerdo haberte seleccionado.

– Sera porque no has dormido, tah Kratos. A veces, la falta de sueno hace que la memoria flaquee.

– No puedes venir con nosotros. Solo he escogido a hombres sanos, y a ti te he visto en mejores dias.

– No te vas a librar de mi tan facilmente, tah Kratos.

– ?Por que todo el mundo se empena hoy en cuestionar mis ordenes?

Gavilan, extranado, le pregunto a que se referia. Kratos solia ser discreto con sus asuntos personales, pero se sentia tan furioso y desconcertado que no pudo evitar desahogarse, aunque fuera ofreciendo una version muy resumida de la discusion. En realidad, ya no recordaba ni la mitad de los argumentos de Aide.

– ?Ay de ti, tah Kratos! ?Entrarias en batalla contra un enemigo al que no puedes vencer?

– Es evidente que no. Procuraria retirarme antes.

– Pues discutir con una mujer es lo mismo. Lo mejor que puedes hacer es quitarte de delante. Sobre todo si esa mujer es la hija de Hairon. Con todos mis respetos, tah Kratos, no creo que su padre el honorable Zemalnit tuviera los testiculos tan gordos como ella.

– Por una vez, he de darte la razon. Pero…

– Pero ?que, tah Kratos?

– Pero no vas a venir en este viaje. No estas en condiciones de cabalgar.

Con la mano vendada, Gavilan se dio un azote en su propio trasero.

– El culo y las piernas los tengo intactos, tah Kratos. No necesito mas para montar a caballo.

– Te rezagaras. No puedo permitirlo.

– No tendras que permitirlo. No me rezagare. Y si eso ocurre, sigue adelante sin mirar atras. -Gavilan carraspeo y miro por encima del hombro de Kratos-. Tienes otra visita. Me temo que alguien mas va a querer acompanarte.

Kratos se volvio. Y ahora Darkos, penso con desanimo. Su hijo venia corriendo hacia el. Al darse cuenta de que su padre ya lo habia visto, el muchacho se freno y recorrio el trayecto final hasta el cercado andando. Kratos decidio ahorrarle parte del camino y se dirigio hacia el, no sin antes decirle a Gavilan:

– Si no puedes aguantar, no mirare atras.

– Asi te ahorraras ver lo feo que me ha dejado ese cabron de Anfiun.

En otro momento, Kratos habria reprendido a Gavilan por su blasfemia. Hoy no.

Darkos se detuvo a un par de pasos de su padre. Se habia lavado la cara y se habia cambiado de casaca. Los pantalones eran los mismos, con manchas de hollin y de sangre que, por suerte, no habia derramado el.

– ?Que tal estas, hijo?

– Bien.

– ?No has tenido pesadillas?

El chico movio la cabeza a ambos lados.

– Pesadillas no. El Gran Barantan me hablo en suenos y me dijo que iba a tomar prestado mi cuerpo un rato.

– Imagino que no te pidio permiso ni disculpas.

– ?No tritures! Ya sabes como es.

Un dia de estos tendre que decirle que no repita mas esa muletilla, penso Kratos. Por desgracia, ultimamente siempre encontraba asuntos mas urgentes que atender que la educacion de su hijo. Pensar en que estaba incumpliendo sus deberes como padre tan solo consiguio agravar su dolor de cabeza.

– ?Recuerdas algo mas?

– Si, padre. Me acuerdo de toda la conversacion. No podia moverme ni decir nada, pero lo veia y lo oia todo desde dentro de mi cabeza. ?No alapandaba nada, te lo juro!

– ?Y no anadio nada mas, algo que dijera solo para ti?

– No. Solo se que tenemos que estar dentro de cuatro dias en Pabsha.

– ?Tenemos?

– Si, tenemos.

– Sabes que eso no puede ser, hijo. Tu te quedaras aqui. Eres demasiado joven para un viaje tan duro.

– ?Espera! Acabo de acordarme de otra cosa. Tambien me dijo: «Recuerda a tu padre que debe llevarte consigo, por si fuera menester que te vuelva a utilizar de medium para hablar con el y darle nuevas instrucciones».

Kratos hubo de reconocer que la imitacion era convincente, tanto por el tono pomposo como por el vocabulario.

Aun asi, sabia de sobra que Darkos estaba mintiendo.

– Cabalgaremos de sol a sol, y tal vez incluso de noche. ?Sabes lo que es eso? El primer dia te saldran llagas en los muslos y la entrepierna, dejaras de notar los testiculos y sentiras que te clavan punales en los muslos y las

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