Claudia Amengual

La rosa de Jerico

© Claudia Amengual, 2000, 2005

A Ines y a Lucia,

hijas y mujeres

Hay una mujer caminando a lo largo de un muelle de piedra. Cada tanto, levanta la vista hacia el cielo y suspira. Se diria que quiere guardar todo el aire, toda la luz, todo el tiempo dentro de ella. Avanza con cautela, evitando pisar el musgo deslizado entre las grietas. Habla sola. El viento le va robando las palabras y las deshace en sonidos que solo ella entiende. Deja el mar negro a sus espaldas y camina hacia la orilla. Sonrie. La arena fria le estimula la piel. Estira los brazos, entorna los ojos y deja que el olor a sal la impregne. Se llena de viento, de infinito, y de esa tarde que se ha vuelto noche, tan propicia, tan perfecta. El agua viene a besarle los pies. Baila como abrazada a un amor imaginario. Una vuelta y otra, y otra, y otra mas. La noche estalla en un orgasmo de espumas blancas.

Una pareja de jovenes encuentra refugio en la playa. Llevan la urgencia del deseo y la ilusion de todas las utopias. Van desatando el ritual amoroso con prisa, se buscan en cada gesto. Ella empieza a perderse en un abismo de placeres cuando ve a la mujer en la orilla que, ajena al mundo, salpica el aire con sus saltos locos, grita incoherencias y se funde con la naturaleza. La muchacha no responde a las caricias. Siente una extrana perturbacion ante aquella mujer que le trae un amargo recuerdo del futuro. Mira al muchacho con ojos tristes. 'Esta loca', le dice. 'Vamos.'

Mama:

Tal vez te sorprenda esta carta, pero no encontre el valor para hablar mirandote a los ojos. Ademas, de nada hubiera servido; todo habria terminado en una discusion tan esteril como dolorosa, de esas que tan bien conocemos. Yo, al menos, elijo evitarlas porque me desangran el alma, me derriban hasta el polvo y luego cuesta demasiado sufrimiento reconstruirme. Por eso prefiero el silencio; lo siento. He luchado tanto para romper esa cadena y, sin embargo, no quiero separarme del todo de ti. Te necesito, mama.

?Como hemos llegado hasta aqui? Se que es injusto, pero no puedo traer a mi mente un gesto suave, como una caricia o una palabra dulce. ?Por que extrano mecanismo estoy bloqueando esas sensaciones que para mi supondrian un alivio? Eso no lo puedo contestar. Quiza sea miedo a debilitar esta coraza que me mantiene a salvo de tus ataques; mas o menos a salvo, claro. Nunca podre ser indiferente a tus palabras o actos. Eso es una buena senal. La indiferencia es terrible y mi problema contigo no es ese. Mi problema es que no se como decirte que te quiero, ni como demostrartelo, ni como quererte y dejar que me quieras.

Es dificil vivir y crecer sintiendose desaprobado en casi todo. Digo 'casi' porque se que estoy escribiendo con rabia y no puedo ser tan necia como para decir que todo fue negativo. Seria muy cruel y no quiero lastimarte, mama. Pero si yo elegia una blusa, era un mamarracho; si me gustaba un cantante, era un desafinado; si adoraba los gatos, tu preferias los perros (aqui debo decir, por honestidad, que tal vez a mi me gusten mas los gatos porque a ti te gustan los perros). En fin, que si yo pienso en verde, tu en azul, y toda esta falta de referencias me ha creado una inseguridad con la que lidio en cada acto de mi vida. No pretendo hacerte responsable de todas mis miserias personales. Asumo mi parte, pero te cargo la cuenta que me cargaran mis hijos, nada mas.

En cada etapa de mi vida, mi necesidad de ti ha sido diferente, pero siempre ha estado alli y, debo decirtelo a pesar de que duela: muchas veces no te he encontrado donde te buscaba. Es cierto que sufrimos mucho; da pena que tanto dolor, en lugar de unirnos, haya conspirado para alzar una barrera invisible entre las dos. ?De que estan hechas las barreras del espiritu? De rencores, frustracion y cansancio, herencias malditas que se remontan hasta el origen de los tiempos y que van pasando de padres a hijos, culpas ajenas, y, sobre todo, mucha soledad. Que pena, mama, que gran pena no haber podido con todo eso. ?Todavia hay tiempo? No lo se. Estamos las dos hastiadas de tanto dolor y evitamos cualquier sufrimiento. No nos arriesgamos, ?verdad? No se como manejas esta peculiar situacion, pero estoy segura de que te duele tanto como a mi. No, que digo, mucho mas. Yo todavia tengo a mis hijos para ganar la batalla, pero tu…

Por alguna incomprensible estrategia de la memoria, no logro recordar momentos entranables compartidos solamente por las dos. ?Te estoy culpando por no haber podido ser feliz? En algun punto de cada historia pasada debe de haber al menos un poco de felicidad. Eso es, mama, hay que remover las telaranas y veras que has tenido grandes momentos. Lo se porque me has contado de veranos grandiosos en la playa, cazando lagartijas junto a una tribu de amigos perdidos, tocando timbres, comiendo caramelos de mani, rompiendote las rodillas en juegos y carreras de bicicletas. Si pudieras aferrarte a esos recuerdos, quizas otros muchos vendrian a tu memoria. Tal vez podrias contarme lo que sentias mientras yo te habitaba, la primera vez que me viste, me tocaste, me diste de mamar. Nunca me has hablado de eso.

Hay un punto, sin embargo, en que nuestras vivencias se enlazan y nos unen mas alla del limite de la razon, en un universo de vinculos entranables que se estiran hasta el infinito. Hablo de la rosa, la rosa de Jerico que, segun tu, se abrio a la hora de mi nacimiento. Aun conservo en el mismo frasco la flor, que mas se parece a un esqueleto, con sus petalos marrones como ramitas secas. En mi comoda ha permanecido oculta hasta ahora, protegida por las sabanas que todavia perfumo con lavanda como tu hacias, lejos de la luz y a resguardo de cualquier otro peligro, pues parece que se pulverizaria con el roce leve de un soplido. Recordaras que la saque cuando Ana iba a nacer. Aquel dia, retorcida por las contracciones y dolorida hasta el limite de la tolerancia, encontre un instante de fuerza para ponerla en agua y la deje sobre la mesa, segura de que entenderias. Y entendiste. Fue de las pocas veces, o quiza la unica, que nos comunicamos sin palabras, compartiendo un secreto nuestro, adivinando la intencion en un silencio complice que, como nunca, me hizo sentir tu hija. Cuando Daniel llamo a casa para avisarte que Ana habia llegado, no te sorprendiste porque hacia media hora que lo sabias. Lo supiste precisamente en el momento en que la rosa abrio sus petalos. En ese instante crucial, tu, Ana y yo, y todas las mujeres de la familia estuvimos unidas por el poder de lo inexplicable, lo que va mas alla de la vida y la muerte.

Nunca hablaste demasiado de su origen. Tan solo te limitabas a responder que te la habia dado tu madre y que debia pasar de madre a hija generacion tras generacion. Tampoco supiste explicar el extrano comportamiento de la flor que se abria con cada nacimiento como si estuviera conectada a una energia sobrenatural. En realidad, yo jamas presencie el milagro, y debo decirte que he elegido creer porque el hecho me parece bello y me une a ti como nada en nuestra historia. A pesar del escepticismo burlon de Daniel, todavia me emociona saber que tenemos un vinculo familiar que nos hace especiales. Durante estos anos, y en los momentos mas duros, me he encerrado en mi cuarto y he hurgado entre las sabanas para observar la rosa, duena del enigma que me atormenta: por que no hemos logrado comunicarnos a pesar de estar tan cerca. ?Acaso alguna vez tu le preguntaste lo mismo? ?Acaso a ti si te ha hablado? La rosa es terca o quiza discreta; por mas que pregunto, se niega a contestar.

Hubiera sido lindo saber de nuestros origenes, sumergirnos en un pasado en el cual estaran las claves de nuestra existencia. Asi lo veo yo, como una suerte de determinismo genetico que pauta algunos aspectos de nuestra vida. No todo, claro, pero seguramente habra una porcion de cada uno que ya este programada antes de nacer. Supongo que tambien contra eso se podra luchar, pero resulta agobiador pensar todo el tiempo que la vida sea pura pelea. Por muchos anos crei que asi era, librar una batalla sostenida desde que abria los ojos y aun durante el sueno, para ir tras un intento de paz que no he podido encontrar. Claro, no se busca la paz haciendo la guerra. Pero de eso me he dado cuenta ahora y, en la plena aceptacion de esta nueva vision de las cosas, pongo mis energias. Es curioso pensar cuantas personas pasaran la vida entera enfrascadas en esta pelea sin descanso

Вы читаете La rosa de Jerico
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×