Gioconda Belli

El pais de las mujeres

© 2010, Gioconda Belli

Premio de Novela La otra orilla

Un jurado compuesto por Santiago Roncagliolo (Peru), Mario Mendoza (Colombia) y Pere Sureda (Espana) otorgo por unanimidad el VI Premio de Novela La otra orilla 2010 -dotado con 100.000 dolares y en el que participaron 615 manuscritos- a El pais de las mujeres. La obra fue presentada bajo el seudonimo Viviana Sanson, que resulto corresponder a Gioconda Belli

La Presidenta

Era una tarde ventosa y fresca de enero. El poderoso soplo de los vientos alisios alborotaba el paisaje con sus revoltijos. Por la ciudad la hojarasca hacia cabriolas, flotando de una acera a la otra y rozando las cunetas con un ruido de rastrillo en sol menor. La laguna frente al Palacio Presidencial de Faguas tenia el agua encrespada y el color de un oscuro cafe con leche. Olia a amarillo, a flores silvestres estropeadas, a cuerpos sudorosos apretujandose.

Sobre la tarima, la presidenta Viviana Sanson termino de pronunciar su discurso y alzo los brazos triunfante. Le bastaba agitarlos para que la plaza entera prorrumpiera en renovados aplausos. Era el segundo ano de su mandato y el primero en que se celebraba, por todo lo alto, el Dia de la Igualdad En Todo Sentido que el gobierno del PIE mando incorporar a las efemerides mas ilustres del pais. A la Presidenta la emocion le enturbiaba los ojos. Toda esa gente, mirandola con exaltado fervor, era la razon de que ella estuviese alli sintiendose la mujer mas dichosa del mundo. La energia que le transmitian era tal que habria querido seguir hablando de los suenos locos con los que desafio los pronosticos de cuantos pensaron que ella jamas llegaria al poder, ni contemplaria como lo hacia en aquel momento el fruto de la audacia y del enorme esfuerzo puesto en el empeno por ella y sus companeras del Partido de la Izquierda Erotica.

Miro a su alrededor. Se veian muchachas arriba de las terrazas de los edificios circundantes, muchachas encaramadas en los arboles del parque vecino y hasta sobre el techo de la glorieta al centro, hombres sentados sobre la escalinata del palacio presidencial. Alrededor de la tarima, las policias del cordon de seguridad se bamboleaban bajo la presion de la multitud. Pobres, penso, mientras seguia trotando, moviendo los brazos en alto de un lado al otro, dando vueltas por el estrado circular. No habria querido policias, pero Eva insistia en cuidarla. Le preocupaba que ella hablara desde el centro de las plazas.

El sudor le corria por la espalda tras aquellas dos horas de moverse de un lado al otro. Nunca decia sus discursos detras de los podios. Con su estilo de rockera en concierto -toda de negro y con botas- habia roto la tradicion de los politicos machos de antano, siempre protegidos tras mesas y parapetos. Ella no. Queria que la gente la percibiera cercana, accesible. Desde su toma de posesion como Presidenta de Faguas, y aun antes, en su campana electoral, siempre hablo desde el centro de las multitudes, con el microfono en la mano. El circulo era un abrazo, habia declarado, y la palabra magica de su administracion era c o n t a c t o; todos en contacto: tocarse, sentirse. El circulo era la igualdad, la participacion, el vientre materno, femenino. El simbolo reiteraba su fe en el valor de percibir con el corazon y no solamente con la razon. Fue el giro que ella le imprimio a la politica del pais y el que le permitio envolverse en el calor de los otros, ese calor que la hacia sudar en el esplendoroso sol de aquel dia que empezaba a apagarse.

Viviana continuo su recorrido por el redondo escenario. A sus cuarenta anos tenia un fisico envidiable: un solido cuerpo moreno claro de nadadora, una mata de pelo oscura de rizos africanos hasta los hombros -herencia del padre mulato que nunca conocio- y el rostro delgado de su madre, de facciones finas pero con grandes ojos negros y una boca de labios anchos y sensuales. Aquel dia, Viviana vestia una camiseta negra de escote profundo, por el que sobresalian los pechos abundantes cuya utilidad solo acepto cuando se metio en politica. Durante su adolescencia su tamano la incomodo de tal manera que practico el nado como deporte cuando se fijo que todas las nadadoras eran planas como tablas de planchar. Ella, aunque brillo en sus proezas acuaticas y hasta llego a ser campeona nacional de natacion, apenas si logro hacer mella en el desarrollo desaforado de sus ya famosas tetas. Al final no le quedo mas que abrazar sus generosas proporciones. Termino pensando que debia celebrarlas y convertirlas en sinonimo del compromiso de darle a la poblacion de aquel pais los rios de leche y miel que el mal manejo de los hombres le habia escatimado. A veces se recriminaba su exhibicionismo, pero que funcionaba, funcionaba. No seria ni la primera ni la ultima mujer que descubria el hipnotico efecto de un fisico voluptuoso.

Tras completar corriendo otras tres vueltas al redondel deteniendose de tanto en tanto para alzar los brazos en senal de victoria, Viviana decidio que ya era suficiente. La sensacion de triunfo era embriagadora, pero estaba cansada y no queria exagerar. Suficiente egolatria, penso. Era peligroso, a su juicio, alimentar demasiado la adoracion de la gente. Desde el principio, Martina, Eva, Rebeca e Ifigenia insistieron en que cabalgara sobre el influjo magnetico que ejercia sobre las multitudes. Ella asumia una y otra vez el reto; llevaba a las masas al paroxismo del entusiasmo pero, despues, sentia la compulsion maternal de tranquilizarlas y tenia que contener el deseo de cantarles canciones de cuna o de contarles cuentos como hacia con su hija luego de una buena sesion de alboroto, de correr por la casa gritando, haciendose cosquillas, revolcandose. A Celeste, cuando era pequena, siempre podia calmarla hasta dejarla sonolienta, lista para lavarse los dientes y ponerse el pijama. Con las multitudes no podia usar el mismo metodo, pero intentaba otras modalidades: cambiaba de ritmo, se relajaba, entraba en un andar quieto, agitando suavemente los brazos, caminando despacio, cada vez mas despacio alrededor del circulo. Hizo senas a sus companeras del PIE, las que iniciaran con ella la idea de aquel partido, para que subieran al estrado y caminaran todas juntas, tomadas de la mano como el elenco de una obra de teatro que termina. Le gustaba que se sintieran queridas, que disfrutaran un triunfo que igualmente les pertenecia. Eva Salvatierra, Martina Melendez, Rebeca de los Rios e Ifigenia Porta tambien eran mujeres atractivas y vibrantes. Eva era pelirroja, menuda, con pecas en las mejillas y una voz gangosa, ligeramente adolescente que contrastaba con su mortifera eficiencia. Martina era rubia castana, mas voluptuosa que flaca, pelo liso. Habia nacido con el don de un irreverente sentido del humor. Sus ojos pequenos y oscuros ponian en duda casi todo por principio. Rebeca de los Rios, alta, morena, esbelta como un junco, como habria dicho dona Corin Tellado, era de una belleza oscura y misteriosa y tenia el porte mas elegante y refinado de todas. Ifigenia, la Ifi, era delgada, de cara larga y nariz pronunciada; todas la querian porque se parecia a la Virginia Woolf.

Los aplausos subieron momentaneamente de tono, pero fueron disminuyendo en la medida en que Viviana empezo a hablar lentamente: Ahora nos iremos todos a casa, dijo en el microfono suavemente, casi susurrando las palabras, sonriendo, repitiendo gracias, gracias, como un mantra, un conjuro que a ella misma le permitiera aceptar el asombro gozoso de que tantos hubiesen depositado su confianza en ella y su gobierno.

A este punto, usualmente, el animo del publico empezaba a decrecer, salia de pechos, gargantas y bocas, como un espiritu exhausto, a disolverse en un aire de final de fiesta. Ella solia observar fascinada el proceso: la energia acumulada esfumandose de los cuerpos como un flujo de agua derramada perdiendose por las esquinas, mientras la compacta multitud se abria como una mano extendida despidiendose.

Aquel dia, sin embargo, aun reservaba una sorpresa: fuegos artificiales donados por la Embajadora de China. La primera detonacion se escucho a lo lejos. La multitud detuvo su exodo. Un paraguas de luces rosa encendido descendio desde el cielo sobre la plaza. Lo sucedieron cascadas de iluminados petalos blancos, aranas verdes, copos de azul y tentaculos amarillos. Todos los rostros se alzaron para mirar el deslumbre mientras de las

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