Rosa Montero

Lagrimas en la lluvia

Estados Unidos de la Tierra, Madrid, 2109, aumenta el numero de muertes de replicantes que enloquecen de repente. La detective Bruna Husky es contratada para descubrir que hay detras de esta ola de locura colectiva en un entorno social cada vez mas inestable. Mientras, una mano anonima transforma el archivo central de documentacion de la Tierra para modificar la Historia de la humanidad.

Agresiva, sola e inadaptada, la detective Bruna Husky se ve inmersa en una trama de alcance mundial mientras se enfrenta a la constante sospecha de traicion de quienes se declaran susaliados con la sola compania de una serie de seres marginales capaces de conservar la razon y la ternura en medio del vertigo de la persecucion.

Una novela de supervivencia, sobre la moral politica y la etica individual; sobre el amor, y la necesidad del otro, sobre la memoria y la identidad. Rosa Montero narra una busqueda en un futuro imaginario, coherente y poderoso, y lo hace con pasion, accion vertiginosa y humor, herramienta esencial para comprender el mundo.

© 2011

© Rosa Montero, 2011

En memoria de Pablo Lizcano

Non ignoravi me mortalem genuisse.

[Siempre he sabido que soy mortal.]

Marco Tulio Ciceron,

filosofo romano

Agg'ie nagne eggins anyg g nein'yie.

[Lo que hago es lo que me ensena lo que estoy buscando.]

Sulagnes,

artista plastico del planeta Gnio

Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:

un tiempo para nacer y un tiempo para morir,

un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;

un tiempo para matar y un tiempo para curar,

un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;

un tiempo para llorar y un tiempo para reir,

un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;

un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas,

un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;

un tiempo para buscar y un tiempo para perder,

un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;

un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,

un tiempo para callar y un tiempo para hablar;

un tiempo para amar y un tiempo para odiar,

un tiempo de guerra y un tiempo de paz.

Eclesiastes, 3, 1-8

Bruna desperto sobresaltada y recordo que iba a morir.

Pero no ahora.

Un latigazo de dolor le cruzo las sienes. El apartamento estaba en penumbra y al otro lado del ventanal caia la tarde. Miro aturdida el conocido paisaje urbano, las torres y las azoteas y los centenares de ventanas sobre los que las sombras se iban remansando, mientras sentia retumbar las punzadas en su cabeza. Le costo unos instantes advertir que el redoble no estaba unicamente dentro de su craneo. Alguien aporreaba la puerta. El reloj marcaba las 19:21. Cogio aire y se incorporo con un grunido. Sentada en el borde de la cama, con las ropas retorcidas y los pies descalzos sobre el suelo, aguardo unos segundos a que esa masa liquida en la que se habia convertido su cerebro terminara de chapotear y se estabilizara en la vertical. Cuatro anos, tres meses y veintinueve dias, calculo mentalmente con rapidez: ni siquiera la resaca le impedia repetir su maniatica rutina. Si habia algo que la deprimiera mas que emborracharse, era hacerlo de dia. Por la noche, el alcohol parecia menos danino, menos indigno. Pero empezar a beber a las doce de la manana era patetico.

Los golpes continuaban, desordenados, furiosos. Bruna se crispo: mas que una visita inesperada parecia un asalto. Casa, ver puerta, susurro, y en la pantalla principal surgio la cara del invasor. De la invasora. Le costo unos instantes reconocer los rasgos desencajados y convulsos, pero ese horrible pelo tenido en un anaranjado chillon era inconfundible. Era una de sus vecinas, una replicante que vivia en el ala Este del edificio. Apenas habia intercambiado algun saludo con ella en los ultimos meses y ni siquiera conocia su nombre: a Bruna no le gustaba demasiado tratarse con los otros reps. Aunque, a decir verdad, tampoco se trataba mucho con los humanos. Para de una vez, maldita sea, gimio para si, atormentada por el ruido. Fue ese estruendo insoportable lo que hizo que se levantara y fuera a abrir.

– ?Que pasa? -mascullo.

La vecina detuvo su puno en el aire a medio golpe y dio un respingo, sobresaltada por su subita aparicion. Se puso de perfil, como si estuviera a punto de salir corriendo, y clavo en Bruna la mirada recelosa de su ojo izquierdo. Un ojo turbio y amarillento partido por la llamativa pupila vertical de los reps.

– Tu eres Bruna Husky…

No parecia una pregunta, pero de todas formas contesto.

– Si.

– Tengo que hablar contigo de algo muy importante…

Bruna la miro de arriba abajo. Tenia el pelo enmaranado, las mejillas tiznadas, la ropa sucia y arrugada, como si hubiera estado durmiendo con ella puesta. Algo que, por otra parte, era lo que acababa de hacer la propia Bruna.

– ?Es un asunto profesional?

La cuestion parecio desconcertar por un momento a la mujer, pero enseguida cabeceo, asintiendo, y sonrio. Media sonrisa de perfil.

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