Jussi Adler-Olsen

La mujer que aranaba las paredes

Departamento Q 1

Titulo original: Kvinden I Buret

Traduccion: Juan Mari Mendizabal

Dedicado a Hanne Adler-Olsen.

Sin ella se habria secado la fuente.

Prologo

La mujer arano las paredes lisas hasta hacerse sangre en las yemas de los dedos y golpeo los gruesos cristales con los punos cerrados hasta que las manos se le quedaron insensibles. Habia avanzado a tientas hasta la puerta de acero por lo menos diez veces para meter las unas en el resquicio y tirar, pero la puerta no se movia un apice y el borde estaba afilado.

Finalmente, cuando las unas se despegaron de la carne, se dejo caer al suelo helado jadeando. Se quedo un momento mirando fijamente la impenetrable oscuridad con los ojos muy abiertos y el corazon desbocado, y entonces grito. Grito hasta que le zumbaron los oidos y su voz flaqueo.

Despues echo la cabeza atras y volvio a sentir el aire fresco que bajaba del techo. Tal vez pudiera saltar hasta alli si tomaba carrerilla y lograba agarrarse a algo. Tal vez asi ocurriera algo.

Si, tal vez asi los cabrones de fuera tendrian que entrar donde estaba ella.

Y si apuntaba a sus ojos con los dedos rigidos tal vez podria cegarlos. Si actuaba con rapidez y sin vacilar tal vez lo conseguiria. Y entonces tal vez podria escapar.

Estuvo un rato lamiendose los dedos ensangrentados; despues los apoyo en el suelo, hizo fuerza y se puso en pie.

En medio de la oscuridad, miro hacia el techo. Quiza estuviera demasiado alto para saltar. Quiza no hubiera nada a lo que agarrarse. Pero habia que probar. No le quedaba otro remedio.

Se quito el plumifero y lo deposito con cuidado en un rincon para no caer encima. Despues dio un brinco y extendio cuanto pudo los brazos en el aire, pero no encontro nada. Lo hizo un par de veces mas antes de volver a la pared del fondo, donde se quedo un rato recuperandose. Despues tomo carrerilla y salto con todas sus fuerzas hacia arriba en la oscuridad, moviendo los brazos en todas direcciones en busca de la esperanza. Cuando se derrumbo, un pie resbalo en el suelo liso y el cuerpo cayo a un lado. Solto un gemido de dolor cuando su hombro dio contra el cemento, y grito cuando su cabeza golpeo la pared y vio las estrellas.

Se quedo un buen rato totalmente quieta y le entraron ganas de llorar, pero no lo hizo. En caso de que la oyeran, sus carceleros lo interpretarian mal. Pensarian que estaba a punto de rendirse, pero no lo estaba. Al contrario.

Queria cuidarse. Para ellos solo era la mujer enjaulada, pero era ella quien decidia la distancia entre los barrotes. Queria concentrarse en ideas que se abrieran al mundo y mantuvieran a raya la locura. Jamas conseguirian que agachara la cerviz. Fue lo que decidio, tumbada en el suelo, con el hombro palpitante y dolorido, y un ojo cerrado por la hinchazon.

Un dia de aquellos iba a escapar, estaba segura.

Capitulo 1

2007

Carl dio un paso hacia el espejo y se paso un dedo por la sien, donde la bala lo habia rozado. La herida estaba curada, pero la cicatriz destacaba claramente bajo el pelo si alguien se tomaba la molestia de mirar.

?A quien cono iba a interesarle?, penso mientras examinaba su rostro.

Se habia transformado a ojos vistas. Las arrugas en torno a su boca eran mas acentuadas, las ojeras mas oscuras y su mirada expresaba una profunda indiferencia. Carl Morck ya no era el experimentado agente de la Policia Criminal que solo vivia para su trabajo. Ya no era el alto y elegante hombre de Jutlandia ante quien la gente arqueaba las cejas y se quedaba boquiabierta. Claro que, ?de que cono le valia eso?

Se abotono la camisa, se puso la chaqueta, bebio de un trago el ultimo sorbo de cafe y al salir cerro la puerta con fuerza, para que el resto de los habitantes de la casa se enterase de que ya era hora de dejar las sabanas. Su mirada se poso en el letrero de la puerta. Tambien iba siendo hora de cambiarlo. Hacia siglos que Vigga se habia marchado. Y aunque todavia no se habian divorciado, lo suyo habia terminado.

Giro en redondo y se encamino hacia la estacion. Si tomaba el tren que llegaba dentro de veinte minutos, podria estar media hora con Hardy en el hospital antes de ir a Jefatura.

Vio la iglesia de ladrillo que se alzaba tras los arboles desnudos y trato de tener presente lo afortunado que habia sido, despues de todo. Un par de centimetros a la derecha, y Anker estaria aun vivo. Un solo centimetro a la izquierda, y el estaria muerto. Centimetros caprichosos que lo apartaron del paseo por campos verdes y las frias tumbas que habia a unos cientos de metros.

Carl intento comprenderlo, pero era dificil. No sabia gran cosa acerca de la muerte. Solo que podia ser imprevisible como el rayo e increiblemente silenciosa.

Pero lo sabia todo acerca de lo absurdo y violento que podia ser morir. De eso si que sabia.

Tan solo un par de semanas despues de salir de la Academia de Policia, la vision de la primera victima de asesinato se quedo grabada en la retina de Carl. Una mujer delgada y menuda estrangulada por su marido yacia con la mirada apagada y una expresion en el rostro que hizo que Carl se sintiera miserable durante semanas. Despues siguieron montones de casos. Cada manana se preparaba para ver de todo. Ropa ensangrentada, rostros cereos, fotos desagradables. Todos los dias escuchaba mentiras y excusas de la gente. Cada dia traia su crimen en una nueva version, cada vez sentia mayor indiferencia. Veinticinco anos en la policia y diez en la Brigada de Homicidios endurecian.

Y asi iban las cosas hasta el dia en que se presento un caso que atraveso su coraza.

Lo habian enviado con Anker y Hardy a un barracon putrefacto de Amager, junto a un polvoriento camino de gravilla, donde un cadaver los esperaba para contar su historia particular.

Como tantas otras veces, fue la fetidez lo que hizo que un vecino reaccionara. Cualquiera lo tomaria por un tipo raro que se habia tumbado pacificamente sobre su propia porqueria para exhalar sus ultimos vapores alcoholicos, hasta que reparaba en el clavo de una pistola clavadora incrustado hasta la mitad en el craneo. El clavo fue el motivo por el que la Brigada de Homicidios de la policia de Copenhague se hizo cargo del caso.

Aquel dia estaba de guardia el grupo de Carl, y ni el ni sus dos asistentes pusieron objeciones, aunque Carl se quejo como de costumbre por la excesiva carga de trabajo y la lentitud de los demas grupos. Claro que ?quien podia saber lo fatal que iba a resultar aquel caso? ?Que apenas cinco minutos despues de penetrar en aquel hedor cadaverico Anker yaceria en el suelo en un charco de sangre, Hardy daria sus ultimos pasos y Carl perderia el

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