– Okey -dijo-. Puedes ir con Berit y Bertil Strand. Intentad sacar una buena foto, el resto de los datos los podemos conseguir despues, pero necesitamos la fotografia inmediatamente.

Al pasar junto a la mesa de redaccion el fotografo se colgo la mochila con su material.

– ?Donde es? -indago, dirigiendo la pregunta a Spiken.

– En los calabozos de Kronobergs -respondio y cogio el auricular.

– En el parque -dijo Annika y busco su bolso con la mirada-. Kronobergsparken. El cementerio judio.

– Comprobad que no sea una pelea familiar -anadio Spiken y marco un numero de Londres.

Berit y Bertil Strand ya iban hacia el ascensor camino del garaje, pero Annika se detuvo.

– ?Que quieres decir con eso? -pregunto ella.

– Justo lo que he dicho. No nos inmiscuimos en peleas familiares.

El redactor jefe le dio demostrativamente la espalda. Annika sintio como la rabia le subia por todo el cuerpo hasta alcanzar de golpe el cerebro.

– La muchacha no estara menos muerta por eso -replico ella.

Spiken recibio respuesta al otro lado del auricular y Annika comprendio que la conversacion habia terminado. Alzo la mirada, Berit y Bertil Strand ya habian desaparecido por la escalera. Se dirigio rapidamente a su mesa, pesco su bolso que se habia caido detras de los archivos y salio corriendo tras sus colegas. Como el ascensor estaba en la planta baja, descendio por las escaleras, joder, joder, ?por que cono tenia que enfrentarse siempre a la gente? Ahora estaba a punto de perder su primer gran trabajo por querer poner en su sitio al redactor jefe.

– Idiota -se dijo en voz alta.

Alcanzo a la reportera y al fotografo cuando entraban en el garaje.

– Trabajaremos juntas hasta que llegue el momento en que debamos repartirnos el trabajo -dijo Berit, mientras caminaba y escribia en un cuaderno-. Me llamo Berit Hamrin, me parece que no nos hemos presentado.

La mujer mayor sonrio a Annika, se dieron la mano al mismo tiempo que se sentaban en el Saab de Bertil Strand, Annika en la parte trasera y Berit en la delantera.

– No des esos portazos -refunfuno Bertil Strand reprobadoramente y le lanzo una mirada a Annika por encima del hombro-. La pintura se puede estropear.

Dios mio, penso Annika.

– Vaya, perdon -dijo.

Los fotografos disponian de los coches del periodico como si fueran sus coches privados. Practicamente todos se tomaban con una seriedad desmedida la tarea del cuidado del coche. Quiza se debiera a que todos, sin excepcion, eran hombres, penso Annika. Aunque solo llevaba trabajando siete semanas en el Kvallspressen ya se habia percatado de la veneracion que merecian los coches de los fotografos. En varias ocasiones, hasta las entrevistas planeadas se habian pospuesto porque los fotografos estaban ocupados en algun lavado de coches, lo que demostraba la importancia que atribuian a sus vehiculos.

– Creo que lo mejor sera llegar al parque por la parte trasera y evitar Fridhemsplan -dijo Berit, cuando el coche acelero en el cruce de Ralambsvagen. Bertil Strand se apuro y consiguio pasar en ambar, condujo por Gjorwellsgatan y continuo hacia Norra Malarstrand.

– ?Me puedes contar los datos que te dio tu informador? -pregunto Berit y se volvio hacia ella.

Annika pesco el arrugado teletipo.

– Bueno, se trata de una joven que yace muerta detras de una lapida en Kronobergsparken. Desnuda y posiblemente estrangulada.

– ?Quien llamo?

– Un drogata. Su amigo estaba meando junto a la verja y la vio por entre los barrotes.

– ?Por que creen que ha sido estrangulada?

Annika le dio la vuelta al papel y leyo algo que habia escrito de traves.

– No habia sangre, tenia los ojos completamente abiertos y heridas en el cuello.

– Eso no significa que la hayan estrangulado, ni siquiera asesinado -dijo Berit y se giro hacia delante.

Annika no respondio. Miro a traves de los cristales ahumados y vio pasar a los locos por el sol de Ralambshovsparken. Frente a ella se abria el brillante espejo de Riddarfjarden. Tuvo que entornar los ojos, a pesar del recubrimiento del cristal. Dos windsurfistas se dirigian hacia Langholmen, no parecia irles demasiado bien, el aire apenas se movia en la solana.

– Que verano mas bueno hemos tenido -dijo Bertil Strand y giro en Polhemsgatan-. Quien lo iba a decir, con todo lo que llovio en primavera.

– Si, he tenido suerte -dijo Berit-. Acabo de disfrutar de mis cuatro semanas de vacaciones. Sol todos los dias. Si quieres, Bertie, puedes aparcar junto a unas casas, justo al lado del cuartel de bomberos.

El Saab acelero subiendo la cuesta de la ultima manzana de Bergsgatan. Berit se quito el cinturon de seguridad antes de que Bertil Strand redujera la velocidad y salio del coche antes de que este aparcara. Annika se apresuro a seguirla y resoplo al recibir una bocanada de aire caliente.

Bertil Strand aparco en un desvio, Berit y Annika pasaron junto a una casa de ladrillo rojo de los anos cincuenta. El camino de asfalto era estrecho, estaba limitado por un zocalo empedrado hasta el parque.

– Mas adelante hay una escalera -informo Berit jadeante.

Seis escalones despues entraron en el parque. Corrieron a lo largo de un sendero asfaltado que conducia a un pretencioso «parque infantil».

A la derecha habia unas cuantas construcciones parecidas a barracones, Annika leyo «Parque infantil». Alli habia un cajon de arena, bancos, mesas de camping, construcciones para trepar, toboganes, columpios y otros artilugios con los que los ninos podian jugar y escalar. Tres o cuatro madres con sus hijos parecian estar recogiendo.

A lo lejos, dos policias uniformados hablaban con otra madre.

– Me parece que el cementerio se encuentra hacia Sankt Goransgatan -indico Berit.

– Que bien te orientas -dijo Annika-. ?Vives por aqui?

– No -contesto Berit-. Pero este no es el primer asesinato ocurrido en este parque.

Annika observo que cada uno de los policias sujetaba una cinta de plastico azul. Por lo tanto, estaban vaciando el parque y acordonandolo al publico.

– Hemos llegado a tiempo -murmuro.

Torcieron a la derecha, siguieron un sendero y subieron a un monticulo.

– Abajo a la izquierda -apunto Berit.

Annika corrio por delante. Cruzo dos senderos, y ahi estaba. Vio una fila de estrellas de David dibujarse entre el follaje.

– Lo veo -les grito a los otros y comprobo de reojo como Bertil Strand habia alcanzado a Berit.

La verja era negra, forjada y bella. Los barrotes de hierro se mantenian unidos con aros y arcos, y cada barrote estaba coronado por una estilizada estrella de David. Annika, al comprobar que corria sobre su propia sombra, comprendio que se acercaba al cementerio desde el sur.

Se detuvo en el monticulo que presidia las tumbas, desde ahi tenia una buena vista. La policia aun no habia acordonado este lado del parque, lo que ya habia hecho en los lados norte y oeste.

– ?Deprisa! -les grito a Berit y a Bertil Strand.

La verja enmarcaba el pequeno cementerio judio con sus tumbas de granito en ruinas, Annika conto apresurada hasta una treintena. La vegetacion casi se habia apoderado de todo, el lugar daba una impresion asilvestrada. El cercado en si media como mucho treinta metros por cuarenta, por la parte trasera la verja apenas superaba el metro y medio de altura. La entrada estaba en el lado oeste y daba a Kronobergsgatan y Fridhemsplan. Vio al equipo de reporteros del Konkurrenten detenerse junto al acordonamiento. Un grupo de hombres, todos vestidos de civil, se encontraba dentro de la verja, en el lado este. Comprendio lo que hacian. Ahi estaba la mujer.

Annika sintio un escalofrio. No podia echar a perder esto, su primera autentica noticia en todo el verano.

Berit y Bertil Strand aparecieron tras ella, y en ese mismo instante vio que un hombre abria la verja que daba a Kronobergsgatan. Sostenia un pedazo de tela gris. Annika jadeo. ?Todavia no habian cubierto el cuerpo!

– Rapido -exclamo ella por encima del hombro-. Quiza nos de tiempo a sacar una foto desde aqui arriba.

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