– Creia que estarias en el cementerio.

– No he sabido la noticia hasta esta manana, al llamar a Glover. He ido lo mas rapido posible, pero ya sabes lo que pasa, con todos esos coches ingleses que ruedan por el lado incorrecto.

– ?Te quedas?

– No, debo irme de nuevo.

– Entiendo.

– ?Puedes quedarte a Emily unos dias?

– Por supuesto.

– Y en cuanto a la casa, ?que quieres hacer?

Antoine miro a Sophie, que llevaba un monton de panuelos a McKenzie.

– De todos modos, habria necesitado tu habitacion -dijo Antoine al verla cogerse el vientre.

Mathias se dirigio hacia la puerta, volvio sobre sus pasos y abrazo a su amigo.

– Prometeme una cosa: hoy no miraras los detalles que cojean, sino todo lo que has hecho, que es magnifico.

– Prometido -dijo Antoine.

Mathias entro en la libreria, donde le esperaba John Glover. John firmo todos los papeles sobre los que habia discutido en Kent. Antes de partir, Mathias se subio a la escalerilla. Tomo un libro del estante mas alto y volvio detras de la caja. Habia reparado el cajon, que ahora no hacia el ruidito cuando se lo abria.

Volvio a agradecer al viejo librero todo lo que habia hecho por el y le entrego el unico ejemplar que la libreria poseia de las aventuras de Jeeves.

Antes de irse, Mathias tenia una ultima pregunta que hacer: ?quien era aquel Popinot?

Glover sonrio e invito a Mathias a coger los dos paquetes que habia depositado para el ante la entrada. Mathias rasgo el papel de regalo que los envolvia. El primero contenia una placa esmaltada, y el segundo, un magnifico paraguas ornado con un mango esculpido en madera de cerezo.

– Alla donde vayas, alla donde vivas, puede llover alguna noche -dijo John, saludandolo.

Cuando Mathias salio de la libreria, John paso la mano por el cajon de la caja y volvio a poner el pequeno resorte exactamente como estaba antes.

El tren entro en la estacion. Mathias corrio por el anden, dejo atras a toda la fila de pasajeros y subio al primer taxi. Tenia una cita de la que dependia su vida, grito por la ventanilla a la gente que lo injuriaba; pero el coche bajaba ya por el bulevar Magenta, excepcionalmente fluido aquel dia.

Acelero el paso a la entrada de la calle peatonal y se puso a correr.

Detras del gran ventanal, se podia ver el plato de television en el que se preparaba ya la edicion del telediario de las ocho. Un agente de seguridad le pidio que se identificara y el nombre de la persona que venia a ver.

El guardia llamo a control.

Ella estaria ausente unas horas, y el reglamento impedia comunicar el lugar en el que se encontraba.

– ?Esta al menos en Francia? -habia preguntado con la voz vacilante.

– No se puede decir nada… Ya sabes, el reglamento -habia repetido el guardia-. De todos modos, eso no esta apuntado -habia anadido al consultar su gran cuaderno-. Volvera la proxima semana. -Era todo lo que sabia.

– ?Podria decirle al menos que Mathias ha venido a verla?

Un tecnico que atravesaba el portico presto atencion al oir un nombre que le era familiar.

Si, se llamaba Mathias, ?por que? ?Como conocia su nombre?…Lo habia reconocido, ella lo habia descrito tantas veces, habia hablado tan a menudo de el, respondio el joven. Habia tenido que escucharla a menudo para consolarla cuando habia vuelto de Londres. Asi que tanto peor para el reglamento, habia dicho Nathan mientras lo apartaba lejos. Ella era su amiga; las reglas estaban bien a condicion de poder infringirlas cuando la situacion lo imponia… Si Mathias se apresuraba, quiza la encontraria en el Champ-de-Mars; en principio, rodaba alli.

Los neumaticos del taxi rechinaron cuando dieron la vuelta en la avenida Voltaire.

Desde las calles riberenas, la hilera de puentes ofrecia una perspectiva unica. A la derecha, los cristales azulados del Grand Palais acababan de iluminarse; ante el centelleaba la torre Eiffel. Paris era realmente la ciudad mas bella del mundo, todavia mas cuando uno se alejaba de ella.

Eran las ocho pasadas. Dieron una ultima media vuelta a la altura del puente del Alma, y el taxi aparco junto a la acera.

Mathias se arreglo la chaqueta, verifico en el espejo retrovisor que sus cabellos no estaban demasiado desordenados. Metiendose la propina en el bolsillo, el chofer lo tranquilizo: su porte era impecable.

Capitulo 23

Estaba terminando su reportaje y charlaba con algunos colegas. Cuando lo vio en la explanada, se le cambio la expresion de la cara. Cruzo la plaza corriendo para ir a su encuentro.

El llevaba un traje elegante. Audrey miro las manos de Mathias, que temblaban ligeramente. Se dio cuenta de que se habia olvidado de ponerse los gemelos.

– Nunca se donde los guardo -dijo el, mirandose los punos.

– He traido tu taza de te conmigo, pero no tus gemelos.

– Ya no tengo vertigo, ?sabes?

– ?Que quieres, Mathias?

El la miro a los ojos.

– He madurado, demonos una segunda oportunidad.

– Las segundas oportunidades no funcionan.

– Si, lo se, pero nos acostabamos juntos.

– Lo recuerdo.

– ?Crees que podrias querer a mi hija, si viviera en Paris?

Ella lo miro fijamente durante un buen rato, lo cogio de la mano y se puso a sonreir.

– Ven, quiero verificar una cosa.

Y Audrey se lo llevo corriendo al ultimo piso de la torre Eiffel.

Epilogo

En la primavera siguiente, una rosa se llevo el gran premio de la fiesta de Chelsea. Habia sido bautizada con el nombre de Yvonne. En el cementerio de Old Brompton, ya florecia en su tumba.

Anos mas tarde, un joven y su mejor amiga se encontraban tal y como solian hacer cuando podian.

– Perdona, mi tren llevaba retraso. ?Llevas mucho tiempo aqui? -pregunto Emily, sentandose en el banco.

– Acabo de llegar. He ido al aeropuerto a buscar a mama, que ha vuelto de una mision. Me la llevo de fin de semana. ?Y Oxford? ?Que tal te han ido los examenes?

– Papa se pondra contento, porque me han dado un pequeno premio.

Sentados en un banco junto al carrusel del parque, vieron a un hombre vestido por completo de azul que acababa de instalarse frente a ellos. Este dejo una gran bolsa al pie de una silla y acompano a su hija pequena hasta el tiovivo.

– Seis meses -dijo Louis.

– ?Tres como mucho! -respondio Emily.

Ella le tendio la mano, y Louis le dio una palmada.

– ?Se acepta la apuesta!.

Вы читаете Mis Amigos, Mis Amores
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×