los de reanimacion para que nos envien refuerzos -prosiguio Betty, al tiempo que le entregaba una pila de carpetas.

– ?Empieza una bonita noche! -concluyo Lauren mientras se ponia una bata.

Entro en la primera sala de exploracion.

La joven que parecia dormida sobre la mesa de exploracion tendria unos treinta anos. Lauren consulto rapidamente su ficha de ingreso. De su oido izquierdo brotaba un hilo de sangre. La aguerrida interna echo mano del pequeno boligrafo que llevaba colgado del bolsillo de la bata y levanto los parpados de su paciente, pero las pupilas no reaccionaron al haz luminoso. Palpo las extremidades azuladas y volvio a dejar suavemente la mano de la joven. Para asegurarse, le aplico el estetoscopio en la base del cuello, luego la cubrio con la sabana. Lauren miro el reloj de pared, anoto algo en la cubierta de la carpeta y salio de la estancia para ir al box vecino. En la hoja del historial que habia dejado encima de la cama, establecio la hora del fallecimiento a las 20 horas 21 minutos; la hora de una muerte debe ser tan precisa como la de un nacimiento.

Arthur inspecciono todos los rincones de la cocina, abrio los cajones y apago el fuego bajo el agua hirviendo. Salio de su casa y llamo a la puerta de su vecina. Al no obtener respuesta, ya se disponia a dar media vuelta cuando contesto.

– ?Usted cree que eso es llamar fuerte? -dijo la senora Morrison.

– No queria molestarla; ?tendria un poco de sal?

La senora Morrison lo miro, consternada.

– ?Me cuesta creer que los hombres sigan utilizando estos trucos tan obvios para ligar!

Cuando Arthur la miro con expresion inquieta, la anciana estallo en una franca carcajada.

– ?Tendria que verse la cara! Entre. Las especias estan en el cesto que hay junto al lavaplatos -dijo ella, senalando la pequena cocina contigua al salon-. Coja todo lo que necesite le dejo: estoy muy ocupada.

Y se apresuro a ocupar de nuevo su sitio en el gran sillon que estaba frente al televisor. Arthur paso al otro lado de la barra y miro, intrigado, la cabellera blanca de la senora Morrison agitandose tras el respaldo del sillon.

– Oiga, hijo mio, quedese o vayase, haga lo que quiera, pero sin hacer ruido. Dentro de un minuto, Bruce Lee hara un kata increible y le metera una buena tunda a ese jefecillo de la triada que esta empezando a ponerme de los nervios.

Le anciana le hizo un gesto para que se instalara en el sillon vecino, ?pero en silencio!

– Cuando termine esta escena, coja el plato de carne fria del frigorifico y venga a mirar el resto de la pelicula conmigo ?no lo lamentara! ?Ademas, una cena para dos siempre es mejor que para uno solo!

El hombre tumbado en la mesa de exploracion padecia multiples fracturas en las piernas; y a juzgar por la palidez de su rostro, «padecer» era la palabra adecuada.

Lauren abrio el botiquin y saco una ampollita de cristal y una jeringuilla.

– No soporto las inyecciones -gimio su paciente.

– ?Tiene las dos piernas rotas y le da miedo una aguja? ?Los hombres nunca dejaran de sorprenderme!

– ?Que va a inyectarme?

– El remedio mas viejo del mundo para luchar contra el dolor.

– ?Es toxico?

– El dolor provoca estres, taquicardia, hipertension y secuelas irreversibles en la memoria… Creame: es mas nocivo que unos miligramos de morfina.

– ?En la memoria?

– ?A que se dedica, senor Kowack?

– Soy mecanico.

– Entonces le propongo un trato: confie en mi en lo que respecta a su salud y el dia en que yo le traiga mi Triumph, le dejare hacer todo lo que quiera.

Lauren hundio la aguja en el cateter y apreto el piston de la jeringuilla. Al liberar el alcaloide en la sangre, liberaria a Francis Kowack de su suplicio. El liquido opiaceo penetro en la vena basilica y, en cuanto alcanzo el tronco cerebral, inhibio al instante el mensaje neurologico del dolor. Lauren se sento en un taburete con ruedas y le seco la frente mientras controlaba su respiracion. Se estaba tranquilizando.

– A este producto lo llaman morfina, por Morfeo. Ahora, descanse. Ha tenido mucha suerte.

Kowack levanto los ojos al cielo.

– Estaba haciendo mis compras -murmuro el hombre-. Me ha atropellado un camion en la seccion de congelados y tengo las piernas hechas trizas.

– ?Que no se encuentre en la cabina que tiene justo al lado!

La cortina de la sala de exploracion se deslizo sobre sus rieles. El profesor Fernstein ponia cara de tener un mal dia.

– ?No tenia libre este fin de semana? -dijo.

– ?La creencia es un cuestion religiosa! -Contesto Lauren, con brusquedad-. Solo me he pasado un momento pero, como puede comprobar aqui no falta trabajo -anadio prosiguiendo su examen.

– Raramente falta trabajo en un servicio de Urgencias. Si juega con su salud, tambien esta jugando con la de sus pacientes. ?Cuantas horas de guardia ha realizado esta semana? No se por que le hago esta pregunta, aun es capaz de contestarme que cuando a uno le gusta, no cuentan las horas -dijo Fernstein, furioso, saliendo del box.

– ?Es un caso! -refunfuno Lauren, aplicando el estetoscopio sobre el pecho del mecanico, que la miraba aterrorizado-. Tranquilicese, sigo en plena forma, y el siempre es asi de cascarrabias.

– Yo me ocupare de el -dijo Betty dirigiendose a Lauren -.Te necesitamos. ?Estamos totalmente desbordados!

Lauren se levanto y le pidio a la enfermera que telefonease a su madre. Iba a quedarse toda la noche y alguien tendria que cuidar de su perra Kali.

La senora Morrison estaba lavando los platos y Arthur se habia adormecido en el sofa.

– Creo que ya es hora de que vaya a acostarse.

– Yo tambien lo creo -dijo Arthur, estirandose-. Gracias por la velada.

– Bienvenido a Pacific Sreet 212. A menudo soy demasiado discreta, pero si necesita cualquier cosa, siempre puede llamar a mi puerta.

Cuando iba hacia la puerta, Arthur reparo en un perrito blanco y negro que estaba tumbado debajo de la mesa.

– Es Pablo -dijo la senora Morrison-. Al verle asi parece que este muerto, pero se conforma con dormir: es su actividad favorita. Aunque ya es hora de que lo despierte para sacarlo a pasear.

– ?Quiere que lo haga yo?

– Vaya a acostarse: en su estado, me temo que los encontraria a los dos manana por la manana roncando al pie de un arbol.

Arthur la saludo y regreso a su casa. Le habria gustado hacer un poco mas de limpieza, pero el cansancio pudo mas que su impulso.

Tumbado en la cama y con la cabeza apoyada en las manos, miraba a traves de la puerta entreabierta del dormitorio. Las cajas apiladas en el salon le reavivaron el recuerdo de una noche, de otros tiempos, cuando vivia en el ultimo piso de una casa victoriana, no lejos de alli.

Pasaban de las dos de la madrugada y la enfermera jefe estaba buscando a Lauren. El vestibulo de Urgencias por fin se habia vaciado. Aprovechando el momento de calma, Betty decidio ir a abastecer los botiquines de las salas de exploracion. Avanzo por el pasillo y descorrio la cortina de la ultima cabina. Acurrucada encima de la cama, Lauren dormia el sueno de los justos. Betty volvio a correr el velo y se alejo, sacudiendo la cabeza.

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