desvanecio, yo desapareci con ella. Pense que actuaba por valentia, por abnegacion, pero podria haberme negado a escuchar a todos aquellos que me ordenaron que no la volviese a ver. Salir de un coma es como nacer otra vez. Lauren necesitaba tener a su familia al lado. Y su unica familia eran su madre y un novio con el que continuo. ?Que soy yo para ella sino un desconocido? En cualquier caso, no soy quien le hara descubrir que todos los que la rodean aceptaron que se la dejase morir. Yo no tenia derecho a quebrar el fragil equilibrio que tanto necesitaba.

»Su madre me suplico que no le dijera que tambien ella habia renunciado. El neurocirujano me juro que eso provocaria un choque del que tal vez no se recuperase. Su novio, que volvio a entrar en su vida, ha sido la ultima barrera que se ha alzado entre ella y yo.

»Se lo que estas pensando. La verdad esta en otra parte, el miedo es plural. Me hizo falta tiempo para admitir que tuve miedo de no saber conducirla hasta el final de mis suenos; miedo de no estar a su altura; miedo de no querer realizarlos; miedo, finalmente, de no ser el hombre que ella esperaba; miedo de admitir que ella me habia olvidado.

»Mil veces he pensado en buscarla, pero tambien entonces he tenido miedo de que ella no me crea, miedo de no saber reinventar nuestras risas, miedo de que ella ya no fuese aquella a quien ame y, sobre todo, miedo de perderla de nuevo; para eso no habria tenido fuerzas. Me marche a vivir al extranjero para alejarme de ella. Pero no hay distancia lo bastante grande cuando se ama a alguien. Bastaba con que una mujer en la calle se le pareciera para que yo creyera que la veia; o que mi mano garabatease su nombre en una hoja de papel para hacerla aparecer; que cerrara los ojos para ver los suyos, o que me encerrara en el silencio para oir su voz. Y durante este tiempo, me he equivocado con el proyecto mas bonito de mi carrera. He construido un centro cultural con la fachada embaldosada: ?parece un hospital!

»Al marcharme, tambien estaba huyendo de mi cobardia. Tire la toalla, mama, y si supieras cuanto me lo reprocho… Vivo en la contradiccion de esta esperanza en que la vida nos vuelva a poner al uno frente al otro, sin saber si me atreveria a hablarle. Ahora tengo que dar un paso adelante, se que comprenderas lo que estoy a punto de hacer con tu casa y no me lo tendras en cuenta. Pero no te preocupes, mama: no he olvidado que la soledad es un jardin donde no crece nada. Aunque hoy viva sin ella, ya no estoy solo, pues ella existe en algun lugar.

Arthur acaricio el marmol blanco y se sento en la piedra, todavia impregnada de la calidez del dia. En la pared, junto a la tumba de Lili, crece una vid, y cada ano da racimos de uva que picotean los pajaros de Carmel.

Arthur oyo el crujido de la gravilla; se dio la vuelta y vio a Paul, que estaba sentado delante de una estela, a unos metros de distancia. Su amigo tambien empezo a hablar en un tono de confidencia.

– Esto no esta nada bien, ?eh, senora Tarmachov? ?Su sepultura se encuentra en un estado vergonzoso! Hace ya mucho tiempo, pero no es culpa mia, ?sabe? A causa de una mujer cuyo fantasma frecuentaba, esa bestia de ahi decidio abandonar a su mejor amigo. Pero bueno, aqui estoy, nunca es demasiado tarde, y he traido todo lo necesario.

De una bolsa de la tienda, Paul saco un cepillo, jabon liquido y una botella de agua y se puso a frotar la piedra energicamente.

– ?Se puede saber que estas haciendo? – pregunto Arthur-. ?Acaso la conoces, a esa tal senora Tarmachov?

– ?Murio en 1906!

– Paul, ?no puedes dejar de hacer estupideces ni dos segundos? ?Estamos en un lugar de recogimiento!

– ?Pues yo me recojo limpiando!

– ?La tumba de una desconocida?

– No es una desconocida, amigo mio -dijo Paul mientras se ponia en pie-. ?Con la cantidad de veces que me has obligado a acompanarte al cementerio para visitar a tu madre, no me iras a hacer una escena de celos por simpatizar un poco con su vecina!

Paul enjuago la piedra, que habia recuperado su blancura, y contemplo el trabajo realizado, satisfecho de si mismo. Arthur lo miro, consternado, y se levanto tambien.

– ?Dame las llaves del coche!

– ?Hasta la vista, senora Tarmachov! – dijo Paul-. No se preocupe: con lo riguroso que es este, al menos nos veremos dos veces antes de Navidad. De todas formas, ahora ya esta limpia hasta el otono.

Arthur cogio a su amigo del brazo.

– Tenia cosas importantes que decirle.

Paul se lo llevo hacia el camino que conducia a la gran puerta de hierro forjado del cementerio.

– Muy bien, vamonos ya; he comprado una costilla de buey que ni te cuento.

En el sendero donde Lili reposaba de cara al oceano, vieron la sombra de un viejo jardinero que rastrillaba la grava. Los dos amigos caminaron hasta el coche, aparcado mas abajo. Paul consulto el reloj; el sol no tardaria en declinar tras la linea del horizonte.

– ?Conduces tu o conduzco yo? -pregunto Paul.

– ?El viejo Ford de mama? Estas de broma. ?Lo de antes ha sido una excepcion!

El coche se alejo por la carretera que descendia a lo largo de la colina.

– Me importa un rabano conducir tu viejo Ford.

– Entonces, ?por que me lo pides cada vez?

– ?Me tienes harto!

– ?Quieres hacer la costilla de buey en la chimenea?

– ?No, mas bien estaba pensando en asarla en la biblioteca!

– ?Y si, despues de la playa, vamos al puerto a comer unas langostas? -propuso Arthur.

El horizonte se estaba cubriendo de una seda rosacea que se trenzaba en largas cintas que parecian unir el oceano con el cielo.

Lauren habia corrido hasta que se quedo sin aliento. Estaba recuperandose mientras comia un bocadillo sentada en un banco frente al pequeno puerto deportivo. Los mastiles de los veleros se balanceaban bajo una brisa ligera. Robert aparecio en el paseo con las manos en los bolsillos.

– Sabia que te encontraria aqui.

– ?Eres adivino o estas haciendo que me sigan?

– No hay que ser un adivino -dijo Robert, sentandose en el banco-. Te conozco, ?sabes? Cuando no estas en el hospital o en la cama, estas corriendo.

– ?Me evado!

– ?Tambien te evades de mi? No me has contestado las llamadas.

– Robert, no tengo ganas de volver a esta conversacion. Mi internado se acaba en otono, y aun me queda mucho trabajo si quiero sacarme el titulo.

– Solo eres ambiciosa cuando se trata de tu trabajo. Las cosas han cambiado desde tu accidente.

Lauren tiro el resto del bocadillo a una papelera y se levanto para atarse los cordones de las zapatillas de deporte.

– Necesito desahogarme, ?te molesta si sigo corriendo?

– Ven -dijo Robert, reteniendola por la mano.

– ?Adonde?

– Por una vez estaria bien que te dejaras llevar, ?no?

Abandono el banco para llevarsela hacia el aparcamiento bajo su brazo protector. Unos instantes mas tarde, el coche se alejo hacia Pacific Heights.

Los dos amigos se habian sentado en el extremo del muelle. Las olas tenian reflejos aceitosos y el cielo era ahora del color del fuego.

– Me estoy metiendo donde no me llaman pero, por si no lo habias notado, el sol se pone exactamente por el otro lado -le dijo Arthur a Paul, que le daba la espalda y contemplaba la playa.

– ?Pues harias bien en meterte! Tu sol tiene todos los numeros para estar ahi manana por la manana, mientras que esas dos chicas de ahi, ya no es tan seguro.

Arthur observo a las dos jovenes que, sentadas en la arena, reian.

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