matamos.

Wallander movio la cabeza en senal de asentimiento.

– Pronto volvere a llamarles -dijo, y se levanto con el abrigo en la mano-. Si se acuerdan de algo no duden en llamar a la policia. Pregunten por mi, Kurt Wallander.

– ?Y si vuelven…? -pregunto la anciana.

Kurt Wallander nego con la cabeza.

– No lo haran -dijo-. Seguramente eran atracadores. No volveran. No tienen por que preocuparse.

Penso que debia decir algo mas para tranquilizarlos. Pero ?que les diria? ?Que seguridad podria ofrecer a unas personas que acababan de vivir el brutal asesinato de su vecino mas cercano y que solo podian quedarse esperando a que muriera una segunda persona?

– El caballo -dijo-. ?Quien le dara de comer?

– Lo haremos nosotros -contesto el anciano-. Le daremos lo que haga falta.

Wallander salio al frio del amanecer. El viento era mas fuerte y se encogio al ir hacia su coche. En realidad deberia quedarse para echar una mano a sus companeros. Pero tenia frio, no se encontraba bien y no queria permanecer alli mas de lo necesario. Ademas, a traves de la ventana habia visto que el que habia llegado con el coche patrulla era Rydberg. Eso significaba que los tecnicos no acabarian su trabajo hasta que le hubieran dado la vuelta a cada trozo de barro del lugar del crimen para estudiarlo. Rydberg, que se retiraria al cabo de pocos anos, era un policia apasionado. Aunque a veces podia parecer pedante y flematico, era una garantia de que la investigacion del lugar del crimen se haria debidamente.

Rydberg, que tenia reuma y usaba baston, se acercaba cojeando por el corral.

– No es muy bonito -dijo-. Parece un matadero.

– No eres el primero que lo dice -contesto Kurt Wallander.

Rydberg tenia el semblante serio.

– ?Tenemos alguna pista?

Kurt Wallander nego con la cabeza.

– ?Nada de nada?

Habia como una suplica en la voz de Rydberg.

– Los vecinos no han oido ni han visto nada. Creo que son unos delincuentes comunes.

– ?Te parece comun esta brutalidad demencial?

Rydberg estaba excitado y Kurt Wallander se arrepintio de sus palabras.

– Naturalmente quiero decir que se trata de personas excepcionalmente bestiales las que han hecho esto. La clase de gente que se gana la vida atacando a ancianos solitarios en granjas apartadas.

– Tenemos que atraparlos -dijo Rydberg-. Antes de que vuelvan a actuar.

– Si -contesto Kurt Wallander-. Aunque se nos escapen otros este ano, a estos si que debemos atraparlos.

Se sento en el coche y arranco. En una curva del estrecho camino estuvo a punto de chocar contra un vehiculo que se le acercaba a gran velocidad. Reconocio al conductor. Era un periodista que trabajaba para uno de los grandes diarios nacionales y aparecia cuando algo de considerable interes ocurria en los alrededores de Ystad.

Wallander atraveso Lenarp un par de veces de punta a punta. Habia luz en las ventanas, pero no habia nadie en las calles.

«?Que diran cuando lo sepan?», penso.

Estaba desanimado. La vision de la anciana con la cuerda alrededor del cuello no lo dejaba en paz. La crueldad era incomprensible. ?Quien podia hacer algo semejante? ?Por que no darle un hachazo en la cabeza para acabar con ella en el acto? ?Por que torturarla?

Intento analizar la situacion mientras atravesaba el pequeno pueblo a poca velocidad. En el cruce con la carretera que iba hacia Blentarp se detuvo, encendio la calefaccion porque tenia frio y luego se quedo inmovil mirando al horizonte.

Era el quien llevaria la investigacion, lo sabia. No podia ser ningun otro. Despues de Rydberg era el policia con mas experiencia en Ystad, a pesar de que solo tenia cuarenta y dos anos.

Gran parte del trabajo de la investigacion seria pura rutina. Examinar el lugar del crimen, hacer preguntas en Lenarp y a lo largo del posible camino de huida de los atracadores. ?Habian visto algo sospechoso? ?Un incidente fuera de lo normal? Las preguntas le retumbaban en la cabeza.

Pero Kurt Wallander sabia por experiencia que los robos en las zonas rurales muchas veces resultaban dificiles de resolver.

Su esperanza residia en que la anciana sobreviviese.

Ella habia visto algo. Ella sabia algo.

Pero si moria, el doble asesinato seria dificil de resolver.

Se sintio intranquilo.

En circunstancias normales, la ansiedad estimulaba su energia y determinacion, condiciones imprescindibles en cualquier trabajo policial; y el pensaba que era un buen policia. Pero en ese momento se sentia inseguro y cansado.

Se obligo a poner la primera. El coche se movio unos metros. Luego se volvio a parar.

Era como si hasta ese momento no hubiera entendido lo que habia vivido aquella gelida manana de invierno.

La crueldad y ensanamiento del asalto a la pareja de indefensos ancianos le atemorizo.

Aquello no deberia haber ocurrido jamas.

Miro a traves de las ventanillas del coche. El viento silbaba y rugia por entre las puertas del coche.

«Ahora tengo que empezar», penso.

«Es lo que dijo Rydberg.»

«Tenemos que atrapar a los que lo han hecho.»

Se fue directamente al hospital de Ystad y subio en ascensor hasta la planta de cuidados intensivos. En el pasillo descubrio enseguida a Martinson, el joven aspirante a policia, sentado en una silla delante de una puerta.

Kurt Wallander se dio cuenta de que estaba irritado. ?Es posible que no hubiese mas que un joven e inexperto aspirante a policia para hacer guardia en el hospital? ?Y por que estaba sentado fuera de la habitacion? ?Por que no estaba sentado al lado de la cama, dispuesto a registrar el menor susurro de la mujer maltratada?

– Hola -dijo Kurt Wallander-. ?Como va todo?

– Esta inconsciente -contesto Martinson-. Parece que los medicos no tienen demasiadas esperanzas.

– ?Que haces aqui sentado? ?Por que no estas dentro?

– Me avisaran si pasa algo.

Kurt Wallander noto que Martinson se ponia nervioso.

«Hablo como un viejo maestro grunon», penso.

Con mucho cuidado empujo la puerta y miro hacia dentro. Habia varias maquinas aspirando y bombeando en la antesala de la muerte. Los tubos serpenteaban como gusanos transparentes a lo largo de las paredes. Una enfermera repasaba un diagrama cuando el abrio la puerta.

– Aqui no puede entrar -dijo en tono brusco.

– Soy policia -replico Wallander timidamente-. Solo quiero saber como esta.

– Se le ha dicho que espere fuera -anadio la enfermera.

Antes de que a Kurt Wallander le diera tiempo de contestar entro un medico con mucha prisa en la habitacion. Le parecio muy joven.

– Preferimos no tener extranos aqui dentro -dijo el joven medico al ver a Kurt Wallander.

– Me ire. Pero quiero saber como se encuentra. Me llamo Wallander y soy policia. Policia criminalista -explico sin saber si eso cambiaba las cosas-. Soy el que lleva la investigacion y debo buscar a quienes lo han hecho. ?Como esta?

– Es increible que todavia viva -contesto el medico, senalandole con la cabeza que le siguiera hasta la cama-. Todavia no sabemos que esta roto y danado dentro de ella. Primero tenemos que saber si va a sobrevivir. Pero la traquea esta muy deformada. Como si alguien hubiera intentado estrangularla.

– Eso fue precisamente lo que paso -dijo Kurt Wallander mirando la cara delgada que se dejaba ver entre las

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