Isabel Allende

Hija de la fortuna

Primera parte. 1843 – 1848

Valparaiso

Todo el mundo nace con algun talento especial y Eliza Sommers descubrio temprano que ella tenia dos: buen olfato y buena memoria. El primero le sirvio para ganarse la vida y el segundo para recordarla, si no con precision, al menos con poetica vaguedad de astrologo. Lo que se olvida es como si nunca hubiera sucedido, pero sus recuerdos reales o ilusorios eran muchos y fue como vivir dos veces. Solia decirle a su fiel amigo, el sabio Tao Chi?en, que su memoria era como la barriga del buque donde se conocieron, vasta y sombria, repleta de cajas, barriles y sacos donde se acumulaban los acontecimientos de toda su existencia. Despierta no era facil encontrar algo en aquel grandisimo desorden, pero siempre podia hacerlo dormida, tal como le enseno Mama Fresia en las noches dulces de su ninez, cuando los contornos de la realidad eran apenas un trazo fino de tinta palida. Entraba al lugar de los suenos por un camino muchas veces recorrido y regresaba con grandes precauciones para no despedazar las tenues visiones contra la aspera luz de la consciencia. Confiaba en ese recurso como otros lo hacen en los numeros y tanto afino el arte de recordar, que podia ver a Miss Rose inclinada sobre la caja de jabon de Marsella que fuera su primera cuna.

– Es imposible que te acuerdes de eso, Eliza. Los recien nacidos son como los gatos, no tienen sentimientos ni memoria -sostenia Miss Rose en las pocas ocasiones en que hablaron del tema.

Sin embargo, esa mujer mirandola desde arriba, con su vestido color topacio y las hebras sueltas del mono alborotadas por el viento, estaba grabada en la memoria de Eliza y nunca pudo aceptar la otra explicacion sobre su origen.

– Tienes sangre inglesa, como nosotros -le aseguro Miss Rose cuando ella tuvo edad para entender-. Solo a alguien de la colonia britanica se le habria ocurrido ponerte en una cesta en la puerta de la 'Compania Britanica de Importacion y Exportacion'. Seguro conocia el buen corazon de mi hermano Jeremy y adivino que te recogeria. En ese tiempo yo estaba loca por tener un hijo y tu caiste en mis brazos enviada por el Senor, para ser educada en los solidos principios de la fe protestante y el idioma ingles.

– ?Inglesa tu? Nina, no te hagas ilusiones, tienes pelos de india como yo -refutaba Mama Fresia a espaldas de su patrona.

El nacimiento de Eliza era tema vedado en esa casa y la nina se acostumbro al misterio. Ese, como otros asuntos delicados, no lo mencionaba ante Rose y Jeremy Sommers, pero lo discutia en susurros en la cocina con Mama Fresia, quien mantuvo invariable su descripcion de la caja de jabon, mientras que la version de Miss Rose fue adornandose con los anos hasta convertirse en un cuento de hadas. Segun ella, la cesta encontrada en la oficina estaba fabricada del mimbre mas fino y forrada en batista, su camisa era bordada en punto abeja y las sabanas orilladas con encaje de Bruselas, ademas iba arropada con una mantita de piel de vison, extravagancia jamas vista en Chile. Con el tiempo se agregaron seis monedas de oro envueltas en un panuelo de seda y una nota en ingles explicando que la nina, aunque ilegitima, era de muy buena estirpe, pero Eliza nunca vislumbro nada de eso. El vison, las monedas y la nota desaparecieron convenientemente y de su nacimiento no quedo rastro. La explicacion de Mama Fresia, sin embargo, se parecia mas a sus recuerdos: al abrir la puerta de la casa una manana a finales del verano, encontraron una criatura de sexo femenino desnuda dentro de una caja.

– De mantita de vison y monedas de oro, nada. Yo estaba alli y me acuerdo muy bien. Venias tiritando en un chaleco de hombre, ni un panal te habian puesto, y estabas toda cagada. Eras una mocosa colorada como una langosta recocida, con una pelusa de choclo en la coronilla. Esa eras tu. No te hagas ilusiones, no naciste para princesa y si hubieras tenido el pelo tan negro como lo tienes ahora, los patrones habrian tirado la caja en la basura -sostenia la mujer.

Al menos todos coincidian en que la nina entro en sus vidas el 15 de marzo de 1832, ano y medio despues de la llegada de los Sommers a Chile, y por esa razon designaron la fecha como la de su cumpleanos. Lo demas siempre fue un cumulo de contradicciones y Eliza concluyo finalmente que no valia la pena gastar energia dandole vueltas, porque cualquiera que fuese la verdad, de ningun modo podia remediarse. Lo importante es lo que uno hace en este mundo, no como se llega a el, solia decirle a Tao Chi?en durante los muchos anos de su esplendida amistad, pero el no estaba de acuerdo, le resultaba imposible imaginar su propia existencia separado de la larga cadena de sus antepasados, quienes habian contribuido no solo a darle sus caracteristicas fisicas y mentales, sino que tambien le habian legado el karma. Su suerte, creia, estaba determinada por las acciones de los parientes que habian vivido antes, por eso se debia honrarlos con oraciones diarias y temerlos cuando aparecian en espectrales ropajes a reclamar sus derechos. Tao Chi?en podia recitar los nombres de todos sus antepasados, hasta los mas remotos y venerables tatarabuelos muertos hacia mas de un siglo. Su mayor preocupacion en los tiempos del oro consistia en regresar a morir en su pueblo en China para ser enterrado junto a los suyos; de lo contrario su alma vagaria para siempre a la deriva en tierra extranjera. Eliza se inclinaba naturalmente por la historia de la primorosa cesta -a nadie en su sano juicio le gusta aparecer en una caja de jabon ordinario- pero en honor a la verdad no podia aceptarla. Su olfato de perro perdiguero recordaba muy bien el primer olor de su existencia, que no fue el de sabanas limpias de batista, sino de lana, sudor de hombre y tabaco. El segundo fue un hedor montuno de cabra.

Eliza crecio mirando el mar Pacifico desde el balcon de la residencia de sus padres adoptivos. Encaramada en las laderas de un cerro del puerto de Valparaiso, la casa pretendia imitar el estilo en boga entonces en Londres, pero las exigencias del terreno, el clima y la vida de Chile habian obligado a hacerle modificaciones sustanciales y el resultado era un adefesio. Al fondo del patio fueron naciendo como tumores organicos varios aposentos sin ventanas y con puertas de mazmorra, donde Jeremy Sommers almacenaba la carga mas preciosa de la compania, que en las bodegas del puerto desaparecia.

– Este es un pais de ladrones, en ninguna parte del mundo la oficina gasta tanto en asegurar la mercaderia como aqui. Todo se lo roban y lo que se salva de los rateros, se inunda en invierno, se quema en verano o lo aplasta un terremoto -repetia cada vez que las mulas acarreaban nuevos bultos para descargar en el patio de su casa.

De tanto sentarse ante la ventana a ver el mar para contar los buques y las ballenas en el horizonte, Eliza se convencio de que era hija de un naufragio y no de una madre desnaturalizada capaz de abandonarla desnuda en la incertidumbre de un dia de marzo. Escribio en su diario que un pescador la encontro en la playa entre los restos de un barco destrozado, la envolvio en su chaleco y la dejo ante la casa mas grande del barrio de los ingleses. Con los anos concluyo que ese cuento no estaba mal del todo: hay cierta poesia y misterio en lo que devuelve el mar. Si el oceano se retirara, la arena expuesta seria un vasto desierto humedo sembrado de sirenas y peces agonicos, decia John Sommers, hermano de Jeremy y Rose quien habia navegado por todos los mares del mundo y describia vividamente como el agua bajaba en medio de un silencio de cementerio, para volver en una sola ola descomunal, llevandose todo por delante. Horrible, sostenia, pero al menos daba tiempo para escapar hacia las colinas, en cambio en los temblores de tierra las campanas de las iglesias repicaban anunciando la catastrofe cuando ya todo el mundo escapaba entre los escombros.

En la epoca en que aparecio la nina, Jeremy Sommers tenia treinta anos y empezaba a labrarse un brillante futuro en la 'Compania Britanica de Importacion y Exportacion'. En los circulos comerciales y bancarios gozaba fama de honorable: su palabra y un apreton de manos equivalian a un contrato firmado, virtud indispensable para toda transaccion, porque las cartas de credito demoraban meses en cruzar los oceanos. Para el, carente de fortuna, su buen nombre era mas importante que la vida misma. Con sacrificio habia logrado una posicion segura en el remoto puerto de Valparaiso, lo ultimo que deseaba en su organizada existencia era una criatura recien nacida que viniera a perturbar sus rutinas, pero cuando Eliza cayo en la casa no pudo dejar de acogerla, porque al

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