Nicholas Sparks
El Mensaje En La Botella
PROLOGO
Capitulo Uno
Soplaba un viento de diciembre y Theresa Osborne se cruzo de brazos mientras contemplaba el mar. Al llegar un poco mas temprano, algunas personas caminaban por la playa, pero en cuanto se dieron cuenta de los nubarrones se marcharon. Se encontraba sola en la playa y observo el paisaje que la rodeaba. El mar se veia del mismo color del cielo, parecia de hierro liquido, y la niebla, que comenzaba a hacerse densa, ocultaba el horizonte. En otro lugar, en otro tiempo, habria percibido la majestuosa belleza que la rodeaba, pero en
Apenas recordaba el viaje desde Boston aquella manana, y al contemplar el mar agitado que se arremolinaba comprendio que en realidad no deseaba quedarse. Conduciria de vuelta a casa en cuanto terminara con lo que tenia pensado llevar a cabo, sin importar le tarde que fuera.
Cuando estuvo lista, Theresa comenzo a caminar con lentitud hacia el agua. Llevaba bajo el brazo una bolsa que habia empacado con esmero esa manana. Pronto llegaria la marea alta y ese era el momento en que por fin lo haria. Encontro un lugar en una pequena duna que se veia comoda, se sento en ella y abrio la bolsa. Busco en ella hasta encontrar el sobre que queria. Aspiro profundo y parsimoniosamente levanto el sello.
En el interior habia tres cartas dobladas con sumo cuidado, cartas que habia leido mas veces de las que podia recordar.
El uso una pluma fuente para escribirlas y se veian manchas en varios lugares en los que la pluma habia goteado. El papel de la carta, con la imagen de un velero en la esquina superior derecha, comenzaba a cambiar de color con el paso del tiempo. Sabia que llegaria el momento en que seria imposible leerlas, pero tal vez despues de ese dia ya no sentiria la necesidad de regresar a ellas con tanta frecuencia.
Cuando termino de leerlas las volvio a meter en el sobre de manera tan meticulosa como las habia sacado. Despues de poner el sobre en la bolsa, miro de nuevo la playa. Desde donde estaba sentada podia ver el sitio en el que todo eso habia comenzado.
Recordo que en cuanto amanecio se fue a correr. Era el inicio de un hermoso dia de verano. Iba percibiendo poco a poco el mundo a su alrededor: oia el chillido agudo de las golondrinas de mar y el suave golpeteo de las olas que rompian en la arena. Aunque estaba de vacaciones, se habia levantado a correr muy temprano para no tener que cuidarse de ver por donde pasaba. En unas cuantas horas la playa estaria llena de turistas tendidos sobre sus toallas bajo el calido Sol de Nueva Inglaterra, recibiendo sus rayos. Cape Cod siempre se encontraba repleto en aquella epoca del ano, pero la mayor parte de los paseantes solian dormir hasta mas tarde y Theresa disfrutaba de la sensacion de correr por la dura y lisa arena que quedaba al bajar la marea. Lo consideraba como un tipo de meditacion, por lo que le gustaba hacerlo a solas.
Aunque adoraba a su hijo, se sentia feliz de no tenerlo a su lado. Todas las madres necesitan un descanso de vez en cuando y ansiaba tranquilizarse mientras estuviera ahi. Sin partidos vespertinos de futbol ni reuniones de natacion ni el canal MTV siempre sonando estrepitosamente en el fondo, sin tareas en las que tuviera que ayudarlo. Tres dias antes habia llevado a Kevin al aeropuerto para que tomara un avion y fuera a visitar a su padre, su ex marido, en California, y solo cuando ella se lo recordo, el se dio cuenta que no le habia dado un beso de despedida.
– Lo siento, mama -habia dicho mientras le echaba los brazos al cuello-. No me extranes mucho, ?de acuerdo? -luego se volvio hacia la sobrecargo para entregarle su boleto y casi salto al avion.
Ella no lo culpaba por casi haberlo olvidado. A los doce anos de edad se hallaba en esa extrana fase en la que uno piensa que besar a la madre en publico no es precisamente algo
David no habia sido el mejor de los maridos, pero era un buen padre para Kevin. Annette, su nueva esposa, estaba muy ocupada con su bebe, pero a Kevin le agradaba mucho y casi siempre hablaba con entusiasmo de sus visitas y de todo lo que se habia divertido. En algunas ocasiones Theresa se sentia un poco celosa al respecto, pero hacia lo posible para que Kevin no se diera cuenta.
Ahora, en la playa, corria a un paso moderadamente rapido. Deanna estaria esperando a que terminara de correr para desayunar juntas; sabia que Brian ya se habria ido y Theresa moria de ganas de verla. Ellos eran una pareja madura, ambos frisaban los sesenta anos, a pesar de lo cual Deanna era su mejor amiga.
Deanna, directora administrativa del diario en el que Theresa trabajaba, habia tomado vacaciones en Cape Cod con su esposo Brian muchas veces a lo largo de los anos. Siempre se alojaban en el mismo lugar, The Fisher House, y cuando ella se entero de que Kevin iba a ir a visitar a su padre en California, Deanna insistio en que Theresa los acompanara.
– Brian juega al golf todos los dias que pasamos ahi y a mi me gustaria tener compania -le habia comentado- y