– Si, eso esta claro.

– Oiga, era mi abuelo, se apellidaba Fernandez y no se por que. ?No cree que tengo derecho a saber como se llamaba mi bisabuela?

– Mire usted, desconozco cuales son sus problemas familiares y ademas no me interesan. Yo solamente cumplo con mi obligacion y no puedo darle ninguna partida de nacimiento original de su abuelo. Y ahora, si no le importa, tengo mucho trabajo…

Cuando se lo conte a mi madre, me di cuenta de que no le sorprendia nada la escena con la funcionarla. Pero tengo que reconocer que me dio una pista que podia servirme para empezar. -Al abuelo, lo mismo que a nosotros y tambien a vosotros, sus nietos, lo bautizaron en la iglesia de San Juan Bautista. Alli se caso, y alli nos hemos casado nosotros y espero que algun dia tambien tu te cases en esa iglesia.

No respondi que por el momento mi unico compromiso serio era con el banco que me habia concedido el prestamo para comprarme un apartamento. Habia firmado una hipoteca a pagar durante los siguientes treinta anos.

La iglesia de San Juan Bautista necesitaba con urgencia una reparacion de la cupula; asi me lo conto don Antonio, el viejo parroco, que se lamentaba de la desidia de los feligreses ante el estado del edificio.

– La gente da cada vez menos limosnas. Antes siempre encontrabas un benefactor para hacer frente a estos problemas, pero ahora… ahora los ricos prefieren poner en marcha fundaciones para desgravar impuestos y defraudar al fisco, y no dan un duro para estas cosas.

Lo escuche pacientemente porque el pobre anciano me caia bien. Me habia bautizado, dado la primera comunion, y, si por mi madre fuera, tambien me casaria, aunque la verdad es que lo encontraba muy mayor para tan larga espera.

Don Antonio se quejo durante un buen rato antes de preguntarme que queria.

– Me gustaria ver la partida de bautismo de mi abuelo Javier.

– Tu abuelo don Javier si que se porto bien con esta parroquia -recordo don Antonio-. ?Y para que quieres su partida de bautismo?

– Mi tia Marta quiere que escriba una historia familiar y necesito saber algunas cosas. -Decidi responder diciendo casi toda la verdad.

– Pues no creo que sea facil.

– ?Porque?

– Porque todos los documentos antiguos estan en los archivos del sotano; durante la guerra se revolvieron los registros parroquiales y ahora estan desordenados. Tendriamos que volver a ordenar todo lo que hay abajo, pero el obispo no me quiere mandar un cura joven que sepa de archivos y yo ya no tengo edad para poner en orden tantos papeles y documentos; y, claro, tampoco te voy a dejar que andes mirando sin ton ni son.

– No le prometo nada, pero puedo hablar con mi tia Marta para ver si quiere ayudar a la parroquia contratando a una bibliotecaria o archivera que le ayude a usted a poner orden…

– Eso estaria muy bien, pero no creo que a tu tia Marta le importe mucho el estado de los documentos de esta parroquia. Ademas, apenas la vemos por aqui.

– De todos modos, se lo voy a pedir, por intentarlo no perdemos nada.

Don Antonio me miro con agradecimiento. Era un pedazo de pan, uno de esos curas que con su bondad justifican a la Iglesia catolica.

– ?Que Dios te ayude! -exclamo.

– Pero mientras tanto me gustaria que me dejara buscar la partida de bautismo de mi abuelo. Le prometo que no voy a curiosear en ningun papel ni documento que no tenga que ver con lo que busco.

El viejo sacerdote me miro fijamente intentando leer en mis ojos la verdad de mis intenciones. Sostuve la mirada mientras componia la mejor de mis sonrisas.

– De acuerdo, te dejare entrar en el sotano, pero me daras tu palabra de que solo buscaras la partida de bautismo de tu abuelo y no te dedicaras a curiosear… confio en ti.

– ?Gracias! Es usted un cura estupendo, el mejor que he conocido nunca -exclame lleno de agradecimiento.

– No creo que conozcas a muchos curas, tu tampoco vienes demasiado a la iglesia, de manera que la estadistica me favorece -respondio don Antonio con ironia.

Cogio las llaves del sotano y me guio a traves de una escalera oculta tras una trampilla situada en la sacristia. Una bombilla sujeta a un cable que se balanceaba era la unica luz de aquel lugar lleno de humedad que, al igual que la cupula de la iglesia, tambien necesitaba una buena reforma. Olia a cerrado y hacia frio.

– Me tendra que indicar usted por donde tengo que buscar.

– Aqui hay un poco de desorden… ?En que fecha nacio tu abuelo?

– Creo que en 1935…

– ?Pobrecillo! En visperas de la guerra civil. Mal momento para nacer.

– En realidad, ningun momento es bueno -respondi yo por decir algo, aunque inmediatamente me di cuenta de que habia dicho una estupidez porque don Antonio me miro con severidad.

– ?No digas eso! ?Precisamente tu! Los jovenes de hoy en tita no sois conscientes de los privilegios que teneis, os parece natural tener de todo… por eso no apreciais nada -refunfuno.

– Tiene usted razon… He dicho una tonteria.

– Pues si, hijo, si, has dicho una tonteria.

Don Antonio iba de un lado a otro mirando archivadores, revolviendo entre cajas alineadas contra la pared, abriendo arquetas… Yo lo dejaba rebuscar a la espera de que me dijera que hacer. Por fin, senalo tres archivadores.

– Me parece que ahi esta el libro de bautismos de esos anos. Veras, hubo ninos a los que bautizaron mucho tiempo despues de nacer, no se si seria el caso de tu abuelo. Si no lo encuentras ahi, tendremos que buscar en las cajas.

– Espero tener suerte y encontrarlo…

– ?Cuando vas a empezar?

– Ahora mismo, si no le importa.

– Bueno, yo tengo que preparar la misa de doce. Cuando termine, bajare para ver como vas.

Me quede solo en aquel sotano lugubre pensando en que los tres mil euros de la tia Marta me los iba a ganar con creces.

Pase toda la manana y parte de la tarde dejandome la vista en el libro de bautismo, descolorido por el transcurso del tiempo, pero sin encontrar nada de mi abuelo Javier.

A las cinco de la tarde ya no soportaba el picor en los ojos; el hambre golpeaba mi estomago con tal insistencia que no pude ignorarlo por mas tiempo. Regrese a la sacristia y pregunte por don Antonio a una beata que estaba doblando los manteles de misa.

– Esta en la rectoria, descansando, hasta las ocho no hay misa. Me ha dicho que si aparecia usted, se lo dijera. Si quiere verlo, salga por ese pasillo y llame a una puerta que encontrara. Comunica la iglesia con la vivienda de don Antonio.

Le agradeci las indicaciones aunque conocia perfectamente el camino. Encontre al sacerdote con un libro en las manos, pero parecia estar dormitando. Lo desperte para darle cuenta del fracaso de mis pesquisas, y le pedi permiso para regresar al dia siguiente temprano. Don Antonio me cito a las siete y media, antes de la primera misa de la jornada.

Por la noche llame a mi tia Marta para pedirle que hiciera alguna donacion a la iglesia de San Juan Bautista. Se enfado conmigo por la peticion, recriminandome que no tuviera mas consideracion por el modo de gastar el dinero de la familia. La engane diciendole que don Antonio era fundamental para la investigacion que estaba llevando a cabo y que en mi opinion, debiamos tenerle contento para que colaborara. Pense que el pobre cura se habria llevado un disgusto si me hubiera escuchado hablar asi de el, pero a mi tia Marta no la habria convencido de otra manera. A ella poco le importaba la bondad de don Antonio y sus dificultades para sacar adelante su iglesia. Asi que la convenci de que al menos hiciera una donacion en metalico para ayudar a la reparacion de la cupula.

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