—Sepa, senor mio, que en mi casa no se emplea esa palabra. ?Con un marques de Fuente Salada no se hacen tratos! ?Yo no soy un comerciante!

—No, usted es simplemente un comprador de un tipo muy particular. En cuanto a la transaccion que le propongo…, ?le parece mas apropiada esta palabra?…, ya vera que dentro de un momento le parece interesante.

—Me extranaria tanto que voy a rogarle que se retire.

—No antes de que me haya escuchado. ?Me permite fumar? Es un habito deplorable, lo se, pero gracias a el mi cerebro funciona mejor, se me aclaran las ideas… —Sin esperar el permiso solicitado, Morosini saco del bolsillo la pitillera de oro con sus armas grabadas y extrajo de ella un delgado cilindro de tabaco despues de haberle ofrecido a su anfitrion, quien, mudo de indignacion, lo rechazo con un breve ademan de la cabeza. Morosini encendio tranquilamente el cigarrillo, dio dos o tres bocanadas y, tras cruzar sus largas piernas llevando mucho cuidado con la raya del pantalon, declaro—: Piense lo que piense, la idea de poseer ese retrato no me ha pasado nunca por la cabeza. En cambio, daria cualquier cosa por saber que ha sido del admirable rubi que la reina lleva al cuello en el. Si alguien puede decirme algo, es usted y solo usted, puesto que, si su leyenda es cierta, en todo el mundo nadie sabe mas sobre esa desdichada soberana que no reino jamas.

—?Y por que le interesa esa piedra en concreto?

—Usted es coleccionista y yo tambien lo soy. Deberia comprender con medias palabras, pero sere mas explicito: ese rubi, que tengo motivos de sobra para creer que es el que busco, es una piedra maldita, una piedra danina que no perdera su poder malefico hasta que sea devuelta a su legitimo propietario.

—Que es su majestad el rey, por supuesto.

—De ninguna manera, y usted lo sabe perfectamente, ?o acaso piensa decirme que ignora a quien pertenecia ese cabujon antes de que se lo regalaran a Isabel la Catolica, que se lo dio a su hija cuando esta se caso con Felipe el Hermoso?

Los ojos del anciano empezaron a lanzar destellos de odio.

—?Ese canalla! ?Ese flamenco que lo unico que hizo con la perla mas bella de Espana fue envilecerla y destrozarla!

—No voy a contradecirlo. Pero reconozca usted que la posesion de ese maravilloso rubi no le dio mucha suerte a su reina.

—Es posible que tenga razon, pero no tengo ningunas ganas de hablar sobre esa historia con usted. Uno solo habla de aquellos a los que venera con personas con las que se lleva bien, y no es ese su caso. ?Ni siquiera es espanol!

—Personalmente, no lo lamento, y es un hecho al que tendra que acostumbrarse; pero, puesto que parece no entenderme, le hablare mas claro: ha sido usted quien ha robado el retrato, o quien ha hecho que lo robe un sirviente, que se lo paso por encima de la tapia del jardin a un complice disfrazado de mendigo, el cual se apresuro a llevarlo a casa de su senor hermano… ?No se encuentra bien?

Aquello era poco decir: el marques, cuyo semblante se habia tornado de un color violeta purpureo, parecia a punto de ahogarse. Sin embargo, al ver que Morosini se acercaba con intencion de socorrerlo, alargo, para protegerse, un largo y delgado brazo al tiempo que balbucia:

—Esto…, esto es demasiado… ?Vayase! ?Salga de aqui!

—Tranquilicese, por favor. No he venido para juzgarlo, y todavia menos para quitarle el retrato. Ni siquiera le pido que confiese su hurto, y le doy mi palabra de que no se lo dire a nadie si usted me da lo que he venido a buscar.

—Creia que era amigo de dona Ana —dijo Fuente Salada, que poco a poco iba recuperando el color.

—Nos hemos hecho amigos a raiz de su intervencion para evitar que fuera victima de una injusticia. Pero el hecho de que recupere o no el cuadro me es absolutamente indiferente. Por lo demas, no estoy seguro de que ella tenga mucho empeno en recuperarlo.

—?Esta de broma?

—Ni por asomo. El retrato comportaba curiosas visitas nocturnas a la Casa de Pilatos todos los anos. Por cierto, mas vale que sepa cuanto antes que se expone a heredarlas.

El marques se encogio de hombros.

—Si se trata de un fantasma, no me da miedo. En esta casa ya hay uno.

Morosini observo que aquello era una confesion, pero se limito a tomar nota mentalmente. En cambio, amplio la sonrisa con la esperanza de ser mas persuasivo.

—Entonces, ?acepta hablarme del rubi?

El marques apenas lo dudo. Se recosto en el respaldo del sillon y apoyo los codos en los reposabrazos, juntando las manos por la yema de los dedos.

—Bien, ?por que no? Pero le advierto que no lo se todo. Ignoro, por ejemplo, donde se encuentra la piedra en el momento presente. Quizas irremediablemente perdida.

—Ese tipo de investigacion forma parte de mi oficio —dijo Aldo con gravedad—, y he de admitir que me gusta. La Historia siempre ha sido para mi un extrano y fascinante jardin, paseando por el cual a veces uno se juega la vida pero que sabe recompensarte con extraordinarias alegrias.

—Empiezo a creer que podriamos llegar a estar de acuerdo —dijo el anciano en un tono subitamente mas conciliador—. Como ya sabe, la reina Isabel regalo esa magnifica piedra, montada tal como pudo verla en el retrato, a su hija Juana en el momento en que esta embarcaba en Laredo rumbo a los Paises Bajos, donde la esperaba el esposo que ella habia elegido. Era una buena boda, incluso para una infanta: Felipe de Austria, descendiente por parte de madre de los grandes duques de Borgona, a los que llamaban grandes duques de Occidente, era hijo del emperador Maximiliano. Era joven, segun decian, y apuesto… Juana estaba convencida de que partia hacia la dicha. ?La dicha! ?Acaso ese consuelo de las personas insignificantes puede existir cuando se es princesa? En realidad, se trataba de una doble boda, pues la princesa Margarita, hermana de Felipe, se casaria ese mismo ano, 1496, con el hermano mayor de Juana, el heredero del trono de Espana, y las naves que llevaban a la infanta debian regresar con la prometida real.

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